River se quedó con todo, esta vez gracias al Rey David
Campeón. Del verano, claro. Del mundo, obvio. No es David, es Goliat. Es ese gigante que parecía herido, con los laureles quemados. El que se eleva en el corazón del área azul y oro, el que clava la cabeza en los guantes de Orion y un rebote que es puñal en el corazón de Boca. Se mueve el estadio Olímpico.
Otra vez, gana River. Como en Mar del Plata.
Y no necesitó de los penales. Apenas, un poco de amor francés.
Volvió la alegría en Núñez, está más claro que nunca.