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DEPORTES

3 de febrero de 2013

River se quedó con todo, esta vez gracias al Rey David

Campeón. Del verano, claro. Del mundo, obvio. No es David, es Goliat. Es ese gigante que parecía herido, con los laureles quemados. El que se eleva en el corazón del área azul y oro, el que clava la cabeza en los guantes de Orion y un rebote que es puñal en el corazón de Boca. Se mueve el estadio Olímpico.

Otra vez, gana River. Como en Mar del Plata.

Y no necesitó de los penales. Apenas, un poco de amor francés.

Volvió la alegría en Núñez, está más claro que nunca.

 

Jamás imaginó ese final a pura fiesta River. Porque Boca tuvo el control del partido en el primer tramo, cuando Erviti dejó su huella en el arco de Barovero. Hasta que, en sesenta segundos, River dejó de ser un equipo en pleno cortocircuito a iluminar la noche con pases claros, a volcarse ofensivamente sobre el arco de Orion. Un error de Ledesma, que llegó tarde al cruce, encontró despierto a Rojas, que metió una cesión exacta para Mora, inquilino del área azul y oro. Y el uruguayo gritó fuerte el empate, abrazándose a su asistidor, el hombre de Garín, el que había errado el penal definitorio en el clásico de Mendoza. Y a partir de ese instante, todo cambió. Y ese dominio que había mostrado Boca se diluyó. Y River creció. De punta a punta de la cancha. Se enderezó la defensa, especialmente Bottinelli, que había sufrido horrores con el Burrito Martínez. Y se animó Lanzini, buscando corporizarse en ese enganche que tanto obsesiona a Ramón. También, Trezeguet estuvo ágil. Y contó con dos chances el francés. Pero después de cuatro toques, definió como tantas veces se le reprochó a Funes Mori. Más tarde, Orion detuvo un cabezazo que llevaba destino de red.

Boca no imaginó verse tan apretado por River. Con la presión de sus volantes, ahogando la salida de su rival, había dominado la escena. Y se hacía una panzada a espaldas de Sánchez, muy enfocado en el área de enfrente y poco proclive a la marca. En ese sentido, Erviti tuvo mucho protagonismo. Porque llegó detrás del uruguayo para empujar una pelota que Silva, luego de un pase de Martínez, remató con precariedad. Y estuvo muy cerca Walter de su doblete. Pero el zurdazo halló bien parado a Barovero. Y en el final, no aprovechó una avivada de Paredes, que lo habilitó rápido en un tiro libre. Mano a mano con Barovero quedó el volante, quien quiso picar la pelota por encima del número uno y se la obsequió al pecho.

Fue intenso el primer tiempo. Y tuvo momentos más emotivos que el aburrido clásico al pie de la Cordillera. Faltó brillo, al margen de algunas esporádicas sociedades. El segundo tiempo fue algo más equilibrado. De nuevo Boca arrancó mejor. Pero Barovero tapó un tiro libre de Paredes. El pibe no termina de afirmarse como conductor. Lanzini, con la banda roja, tampoco, aunque se mostró más activo. Encima, empezaron a dejar de tener sorpresa el Burrito y Mora. González Pirez le propuso un partido incómodo a Silva y Trezeguet tuvo que trabajar muy lejos del área. Ponzio intentó clarificar. El juego decayó. Pero River tuvo mayor control de la pelota. Y apareció Trezeguet, vivito y coleando. Y transformó a River en el gran ganador de este inolvidable verano.

Fuente: www.clarin.com



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