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EL TIEMPO EN LA CRUZ

17 de octubre de 2015

Acta fundacional de la Revolución Peronista

Hace 70 años una masiva y espontánea movilización popular –inédita y sin precedentes históricos- ganaba las calles de Buenos Aires y de otros puntos del país para expresar su lealtad al entonces Coronel Perón, un soldado que, proveniente de las entrañas el ejército sanmartiniano, tuvo la clarividencia política de interpretar como nadie lo había hecho en aquellos tiempos las legítimas aspiraciones del naciente proletariado industrial, excluido por un sistema político signado por la corrupción y el contubernio y por la entrega del patrimonio nacional al capital extranjero.

“Y aquel Perón resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí y amé los miles de rostros que la integraban, no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina invisible que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista” (Leopoldo Marechal).

 

Sería muy largo enumerar las causas objetivas y subjetivas que dieron lugar a aquella gesta popular que torció para siempre el rumbo de la historia patria. Es suficiente decir que el golpe de Estado del 4 de junio de 1943 –a diferencia de aquel que en 1930 derrocó a Hipólito Yrigoyen- tuvo la virtud de interrumpir y evitar el continuismo de la tristemente célebre “Década Infame” (aquella del Pacto Roca-Runciman, de la “Ley de Coordinación de Transporte” y del Banco Central mixto según el modelo de Sir Otto Niemeyer) y en particular, el triunfo electoral del conservador Robustiano Patrón Costa (rico terrateniente norteño), exponente conspicuo de la decadente partidocracia liberal, que había convertido a nuestra Patria en una colonia de la Inglaterra de Winston Churchill y a nuestro pueblo en vasallo de la oligarquía dominante y de los monopolios extranjeros.

De aquella asonada patriótica del 4 de junio de 1943 liderada por el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) emergió el entonces Coronel Perón, quien con la lucidez y la sagacidad política que lo acompañaría toda su vida, orientó su gestión de gobierno a través de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Desde ese lugar, construyó pacientemente su simbiosis patriótica con la clase trabajadora, simbiosis que duraría inalterable durante tres décadas, hasta el momento de producirse su fatídico deceso el 1 de julio de 1974.

Para comprender el significado histórico y contemporáneo del 17 de octubre es necesario recordar que los referentes emblemáticos de la oligarquía de la época (los Sanmartino, los Pinedo, los Tamborini, los Ghioldi, los Palacio y los Codovilla) y el imperialismo del Norte, a  través de su embajador Spruille Braden, operaron sobre el entonces presidente Edelmiro J. Farrel y lograron que el Coronel Perón fuera desplazado de todos los cargos públicos y encarcelado en la Isla Martín García. Este hecho se constituyó en el detonante de la histórica movilización del 17 de octubre de 1945, cuando el pueblo trabajador por primera vez en la historia se constituyó en el actor colectivo de la primera y única revolución política, económica, social y cultural que conoció nuestra Patria en los más de 200 años de vida como Nación.

Quien mejor describió aquella histórica movilización popular, que inclusive desbordó la huelga por 48 horas decretada por la CGT para el 18 de octubre, fue nuestro querido y siempre recordado Raúl Scalabrini Ortiz: “Frente a mis ojos desfilaban rostros, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón… Yo sabía que venían de más lejos, de mucho más lejos, venían del fondo de la historia argentina, venían a vindicar a los hermanos criollos que habían caído doblegados por la prepotencia desdeñosa del capital extranjero y de la oligarquía latifundista…. Aquellas muchedumbres que salvaron a Perón del cautiverio, y que al día siguiente paralizaron el país en su homenaje, eran las mismas multitudes que asistieron recogidas por el dolor al entierro de Hipólito Yrigoyen, las mismas que lo acogieron con el alborozo de un mesías aquel memorable 12 de octubre de 1916 en que el pueblo argentino comenzó a reconocerse a sí mismo. Son las mismas multitudes armadas de un poderoso instinto de orientación política e histórica que desde 1810 obran inspiradas por los más nobles ideales cuando confían en el conductor que las guía”.

Esa histórica movilización de masas fue la que hizo posible más tarde la victoria electoral del 24 de febrero de 1946, cuando el entonces Coronel Perón – triunfante sobre la fórmula de la UCR: Tamborini-Mosca (llámese “Unión Democrática”, apoyada por el Departamento de Estado norteamericano)- llegó por primera vez a la Presidencia de la Nación para llevar adelante durante una década las banderas revolucionarias de la gesta del 17 de octubre, banderas revolucionarias que más tarde tendrían rango constitucional en oportunidad de la Convención Constituyente de 1949, al decir del ilustre constitucionalista Arturo Enrique Sampay: “La reforma de 1949 tuvo por esencial finalidad la de consolidar jurídicamente los frutos de la revolución popular del 17 de octubre de 1945, ratificada electoralmente en los comicios libérrimos del 24 de febrero de 1946, cuyos contenidos consistían en hacer de una Argentina hasta entonces dependiente de un imperialismo expoliador, una Nación económicamente libre y políticamente soberana, y de una masa popular misérrima en gran parte y en vastas regiones del país, un pueblo que participara directamente en el manejo de la cosa pública, de modo que por este medio se diera un régimen económico que también lo hiciera participar en el goce de todos los bienes materiales y espirituales que ofrece la civilización alcanzada por nuestra sociedad”.

La movilización de masas del 17 de octubre no tendría valor alguno si fuera objeto de una simple evocación historicista. Las banderas del 17 de octubre, banderas revolucionarias del peronismo están plasmadas en su doctrina: el justicialismo (más vigente que nunca) y en el objetivo estratégico de hacer de nuestra Patria una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana, con el protagonismo y la participación activa del pueblo trabajador. Quien así no lo comprenda y no lo sienta, difícilmente pueda llamarse así mismo peronista.

 

Norberto S. Soto – César M. Espíndola Moreira – Daniel A. Bordón -

Ramón A. Salazar Peleato – Juan M. Roldán – Jorge L. Gutiérrez -

José M. Duarte – Gerardo A. Marturet.

Miembros del Centro de Estudios y de Investigaciones Históricas “Juan Domingo Perón”.

Fuente:diarioepoca.com



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