28 de agosto de 2013
El enojo por una supuesta infidencia y la demora en notificar el fallo
EL FIN DE LA SINRAZÓN. Rubín sigue sin dar cuentas de las razones de su apresurada renuncia. El fallo, que fue el disparador de su salida, aparece publicado en la página web, sin fecha ni número de resolución, un detalle que no es menor y que se suma a la desprolijidad de pisar la causa demorando sin razones la notificación a pesar de la previa intimación de la Junta Electoral pidiendo que todas las instancias judiciales contribuyan para que se llegue al viernes 30 con los deberes hechos. Rubín se quedó en buscar quién filtró la información. Parece ignorar que todo lo por él actuado es conocido puertas adentro y puertas afuera del Tribunal.
Rubín, visiblemente molesto por la situación que él mismo generó, quizás porque haya asumido compromisos que lo dejaron en una encerrona de difícil solución, salió a mostrar sorpresa porque antes de la notificación a las partes trascendió el contenido del fallo.
No es la primera vez que ello ocurre, aunque pareciera olvidar Rubín que en las causas de un ex Gobernador, en dos oportunidades se produjo una situación de esta naturaleza sin que entonces haya expresado su molestia ni dejando trascender pretendidas sospechas.
De todas formas, lo grave, reprochable y censurable en Rubín, en cuanto crea las condiciones para una situación de extrema tensión institucional, fue el no disponer el mismo viernes en que se tomó la decisión la inmediata notificación a las partes, teniendo en cuenta que ya antes la Junta Electoral le había pedido tanto a la Cámara Electoral como al propio Superior Tribunal que arbitren acciones concretas que permitan que para el viernes hayan decisiones firmes y consentidas.
Aun advertido de ello Rubín por parte de Gustavo Sánchez Mariño, el Superior Tribunal ni habilitó días y horas inhábiles, ni abrevió los plazos electorales para posibilitar que no se llegue a un virtual colapso institucional que pueda tener derivaciones impensadas en cuanto a que la sola posibilidad de que no se acate un fallo del Superior, en pleno proceso electoral, podría disparar una compleja cuestión institucional.
POR QUÉ RUBÍN ACTUÓ COMO ACTUÓ
El Presidente del Superior buscó cubrir su apresurada retirada invocando un cansancio difícil de aceptar en un hombre que ha dado muestras de contar con una fuerte personalidad.
Es evidente que surge inevitable la existencia de un trasfondo o una trama que sólo el tiempo podrá develar.
Lo que sí queda como obvio es que Rubín volvió a ser funcional al Gobierno que lo protegió en los últimos años. Si bien suscribió una resolución aparentemente desfavorable, pisó el trámite al demorar la notificación y obviar la abreviación de los plazos que hubiera impedido llegar al viernes a una compleja situación creada por el desorden impuesto por el propio Superior.
Su salida en pleno proceso electoral, a quince días de la elección, no puede verse como un acto de responsabilidad propio de un hombre de experiencia y compromiso para con su función, y el hecho de generar una vacante a poco más de tres meses del cambio de Gobierno no puede sino ser visto como otro gesto generoso para con el Gobierno provincial.
En lo que hace y respecta a EL LIBERTADOR, la difusión de la noticia antes de la confirmación oficial no es sino el compromiso periodístico con el público lector, ávido de primicias. En el caso la publicación se hizo previo chequeo a más de una fuente, lo cual para nada debe extrañar. Es parte de la buena información que el medio dispone y que no se limita al ámbito del Superior Tribunal, sino a todos los tribunales provinciales y federales como lo ha hecho en más de una oportunidad.
Días antes del fallo de la Corte Suprema, en el caso de la reforma judicial, la columna dominical de Confucio anticipó no sólo la dirección del fallo, sino además la fecha, cuántos votos habría en un sentido y en otro, e incluso que el voto de la mayoría sería con argumentos distintos. No era una información fácil, sin duda, como que la propia Presidenta perdió la confianza en la Side por no disponer de la información publicada por EL LIBERTADOR que aún hoy puede ser corroborada en la columna de Confucio, cuyo archivo está disponible en la misma página web.
Rubín, es indudable, pretendió sobreactuar al vincular su apresurada renuncia con la difusión de un fallo que sugestivamente pretendió ser mantenido en reserva todo un fin de semana. Acaso Rubín no sabía que por la compresión de los plazos electorales debió poner al Tribunal en estado deliberativo sin sábados, domingos o feriados como lo hizo la propia Corte Suprema, cuando debió analizar y resolver contra el reloj la cuestión de la elección de consejeros. Entonces, la Corte trabajó a destajo. La mismísima Procuradora General de la Nación emitió dictamen un domingo. Se hicieron notificaciones de rigor en días inhábiles y se llegó en tiempo y forma a un fallo de la Corte por la vía del "per saltum", que impidió un caos institucional.
En Corrientes se sigue durmiendo la siesta. Rubín se preocupa por las formas que precisamente no honra cuando vota en primer término y luego manipula los tiempos, la circulación de las causas y la integración del Tribunal.
A 48 horas del vencimiento del plazo fijado por la Junta Electoral, todo es incertidumbre. El Tribunal sigue, aun con la responsabilidad del dimitente mitotero Rubín, esperando que los tiempos lleguen para dejar al descubierto su impotencia e incapacidad para ordenar un proceso electoral al que lo sumió en un fárrago.
A esta altura, la preocupación ya no se circunscribe al ámbito de la Justicia. Los otros dos poderes del Estado, está claro que están ya alcanzados por la incertidumbre que se podría generar por el incumplimiento de un fallo del Superior Tribunal.
Inevitablemente la memoria vuelve dos décadas atrás, cuando aquel Superior presidido por Carlos Contreras Gómez interpretó que 171.000 votos eran más que los 203.000 obtenidos por el peronismo.
Todos recuerdan lo que sobrevino después. Ahora la historia parece querer volver a repetirse.