Con su aporte a la genética, un científico correntino se destaca en España
Es biólogo molecular y vive en Valencia. Está enfocado en su tesis doctoral y desarrollando Uvat Bio, la empresa de materiales de laboratorio que fundó con cuatro colegas. Tiene 29 años y para llegar al lugar en donde está, antes fue obrero y cajero de supermercado, un sacrificio que nunca lo desvió del camino de la ciencia.
por Roxana Feldman
@roxifeld
Cómo podía ser que tantas cosas estuviesen escritas en el dichoso ADN?”, se preguntaba Mariano cuando estaba en la secundaria en el Colegio Saint Patrick. Allí nació su interés por la Genética, disciplina en la que más tarde se especializó. “Me fascinaba aquello de que el ADN tiene la información genética y quería entender cómo funcionaba eso”, dice.
El mundo de la información genética, por lo misterioso que le resultaba, le provocaba al mismo tiempo muchísimo interés. Que esté escrito en los genes que debemos ser de tal manera y no de otra, o el sonreír cuando algo nos hace felices, fueron hechos que incentivaron su inclinación académica.
Guiado por esta disposición al conocimiento científico, se mudó a Posadas donde estudió Genética durante dos años. Corría el año 2005 cuando su familia decide mudarse a Valencia, España y él resuelve irse con ellos y volver a empezar los estudios allí. Una oportunidad que le pareció una aventura y que se vio beneficiada por “una buena acogida por parte de los valencianos, que nos hicieron sentir bienvenidos”.
A la par de su carrera tuvo varios trabajos. Recuerda: “Antes de empezar en la Universidad de Valencia estuve un tiempo como peón de construcción, pero luego tuve que conseguir un trabajo con un horario más compatible con la vida universitaria, así que compaginaba los estudios con un puesto de cajero en un hipermercado. También daba clases particulares de inglés o ciencias, y el Estado español otorgaba becas de estudio”.
Sin embargo, su objetivo primordial era trabajar en un laboratorio. Por lo que se ofreció como alumno colaborador del Departamento de Genética Evolutiva de la Universidad, donde empezó a adentrarse en el mundo de la investigación. Al acabar la carrera hizo un máster en la misma universidad y presentó una tesina sobre el virus de la hepatitis C. Este fue el inicio de una carrera exitosa que, además de amigos, le deja todos los días satisfacción por aportar conocimiento a la humanidad.
En la actualidad está centrado en desarrollar su tesis doctoral, una investigación sobre los genes que sirven para la detección de la luz, claves para los seres vivos en la percepción que tienen del exterior, y cuyo mal funcionamiento puede desencadenar enfermedades en humanos. También son importantes para la agricultura “ya que el ciclo de vida de muchas plagas depende de la información que recibe a través de estos genes”.
¿Cómo es ser un científico?
Debemos formarnos continuamente. Es un trabajo sacrificado, donde se hacen muchas más horas de las que especifican nuestros contratos, ya que se suele anteponer el experimento y la obtención de resultados a la ganancia económica.
No es una profesión bien remunerada, no hay muchos científicos ricos, pero no suele importar porque quién se dedica a la ciencia lo suele hacer por pasión y no por interés económico. En cuanto a la personalidad, el ser científico lo suele volver a uno más escéptico. No creemos las cosas al menos que veamos las pruebas.
¿Cómo es el entorno científico?
Es un entorno principalmente pacífico, pero muy competitivo y meritorio. No nos agarramos a las trompadas, pero tenemos grupos rivales que están intentando descubrir lo mismo que nosotros, y quien lo logre primero se lleva el mérito. El que no lo logre puede tener que tirar a la basura el trabajo de varios años.
Cada uno se gana su prestigio en base al trabajo que ha realizado. Y no se puede mentir en los méritos o descubrimientos, porque los demás científicos lo descubren enseguida y se crucifica y desprestigia casi eternamente a quien lo intenta. Por otro lado el espíritu de colaboración es grandísimo. Los científicos colaboran sin importar las relaciones que haya entre sus países, sin importar su color o religión. Solo importa lo que cada uno puede aportar.
¿Qué te deja todos los días tu profesión?
Personalmente encuentro muy gratificante el enfrentarme a un reto, intentar encontrar una respuesta. Me encanta aprender cosas y aún más descubrirlas. Sé que suena exagerado, pero saber que el conocimiento de la humanidad va a hacer un poquitito mayor gracias a mi trabajo me produce mucha satisfacción.
¿La decisión de participar en el FameLab tuvo alguna relación con intentar demostrar que se puede hacer “ciencia entendida por todos”?
Definitivamente sí. Yo creo que la ciencia pertenece a la sociedad. Las personas son inteligentes y perfectamente capaces de comprender los descubrimientos científicos, el problema está en que nosotros no ponemos suficiente de nuestra parte. Para la mayoría de nosotros, el ciudadano paga nuestro sueldo con sus impuestos, y tenemos que mostrarle que no es en vano, que estamos desvelando misterios, conociendo el mundo y facilitando la vida mediante el desarrollo de la tecnología.
¿Creés que los avances científicos reciben la difusión y la relevancia que realmente tienen? ¿Por qué?
No, lamentablemente no se comunica la ciencia en la medida que se debería. En este aspecto se suele responsabilizar a los medios, sin embargo yo creo que la raíz del problema está en los propios científicos. No logramos transmitir ni nos esforzamos suficiente en transmitir la importancia y la belleza de la ciencia. Tenemos que hablar más y mejor con la gente.
¿Cuál es el próximo paso en tu carrera?
Me gustaría acabar mi tesis doctoral y llevar adelante la empresa que hemos fundado sin abandonar nunca la divulgación de la ciencia. Quiero esforzarme en temas que preocupan a la sociedad, para que esté informada sobre cuestiones controvertidas como la experimentación animal, los transgénicos o las terapias médicas falsas.
Fuente:www.ellitoral.com.ar