Por Damián Juárez
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Se equivoca, y mucho, el gobierno si piensa que quienes cacerolearon el jueves último fueron kirchneristas. Los que participaron del ruidazo en contra del aumento de tarifas fueron en su enorme mayoría ciudadanos de a pie, hartos de tarifas que no pueden pagar.

Son los mismos que mostraban su disgusto contra Cristina en su momento. Entre quienes salieron a expresar su descontento días pasados en todo el país, parecía resonar una pregunta: ¿esto era Cambiemos, para esto nos pidieron cambiar?

Era la mejor cara del voto desilusión, esa enorme masa de gente, que hace años es mayoría en el país aunque los políticos no se den cuenta, que no es ni K ni PRO, y que si votó a Macri fue porque el kirchnerismo, con su último tramo del poder, ya no era una alternativa para una sociedad que buscaba otra cosa. El problema es que la otra cosa que vino no satisface.

El gobierno no logra salir de la encrucijada de las tarifas, y no parece no poder instalar ninguna otra agenda de gestión que haga a la gente olvidar que hay boletas imposibles de pagar.

No es que la gente no quiera, es que no puede. El operativo “shock” puede funcionar en una empresa, pero la política, la administración de lo público, tiene otros códigos que el PRO parece estar aprendiendo, aunque en el camino el costo a pagar sea demasiado alto.

No se puede decir, como afirmó Aranguren, que van aprendiendo sobre la marcha, o, como disparó el Presidente, que el problema tarifario surge porque la gente anda en sus casas “en patas”.

La herencia kirchnerista fue pesada, pero la solución también le está cayendo a la sociedad casi igual de pesada. Del mismo modo que a un adicto no se le tiene que cortar la droga de la noche a la mañana, una economía inflacionaria, pasada de subsidios y con problemas estructurales, no se soluciona a fuerza de tarifazos y correcciones bruscas.

Sí con gradualismos y consensos. La misma Corte, al pedirle explicaciones al gobierno sobre los aumentos, le preguntó, con otras palabras: ¿averiguaron si la gente podía pagar estas tarifas antes de aumentarlas?

Sentido común que, a veces, en las altas cumbres del poder, es el menos común de los sentidos. Internas a full En este contexto, el gobierno es un hervidero de internas.

Varios ministros apuntan por lo bajo a Aranguren y a Prat Gay. La lluvia de inversiones prometida no aparece y el equipo económico se muestra sin coordinación. El gobierno sigue teniendo parte de capital político porque los casos de corrupción kirchneristas tienen a diario un nuevo capítulo y porque hay algunos funcionarios del ala “social” que intentan que la agenda sea otra.

Marcos Peña y Carolina Stanley recorrerán en los próximos 15 días distritos del conurbano para charlar con distintos actores sociales en distritos gobernadores por el peronismo.

Esteban Bullrich juntó días pasados a 14 gobernadores, convenciéndolos de sus reformas educativas. También en esa línea se inscribe Frigerio.

El gobierno sabe que el año que viene hay elecciones y que el kirchnerismo ya no es un problema, pero sí el peronismo, que cada día se muestra más junto, e incluso con acercamientos a Sergio Massa, quien la semana pasada apareció para la foto con varios dirigentes del PJ, no cristinistas, mostrando que hay otra oposición más allá de las monjas, el convento, y los bolsos voladores con millones de dólares.