OPINIÓN
25 de junio de 2023
Unidad para la victoria: una fórmula competitiva que preserva el acervo K
Claro está que la premisa más importante de esa gran coalición amiga del país del norte es la necesidad de dar por definitivamente cerrada la etapa del peronismo “populista”, dicho en otras palabras, el legado de Néstor y Cristina. Provisoriamente, por lo menos, el intento de aislar al espacio cristinista, tendrá que esperar mejor oportunidad.
El modo en que se resolvió -en lo fundamental- la cuestión de las candidaturas en Unidos por la Patria es asombroso por la conjunción entre velocidad y eficacia. El segundo plano declarativo de Cristina no oculta las huellas de su presencia; en primer lugar, porque lo que se destaca como corolario de estas horas intensas -y un poco desconcertantes- es la amplitud de la solución acordada: claramente la voluntad de mantener unido al peronismo aparece como la guía interpretativa de las decisiones adoptadas. Esto no debería ser confundido con la defensa de un sistema de símbolos ni de un aparato partidario, más bien conviene pensarlo como un elemento estratégico fundamental para el futuro: como ya comentamos en este lugar, uno de los vectores más profundos de la política del departamento de estado de Estados Unidos es la conformación de una “amplia coalición política “poskirchnerista” en la que el peronismo tendría un lugar destacado sobre la base de desprenderse de la experiencia kirchnerista: por lo menos provisoriamente esa estrategia no progresó y las decisiones de estas horas parecen enviar a cuarteles de invierno. Claro está que la premisa más importante de esa gran coalición amiga del país del norte es la necesidad de dar por definitivamente cerrada la etapa del peronismo “populista”, dicho en otras palabras, el legado de Néstor y Cristina. Provisoriamente, por lo menos, el intento de aislar al espacio cristinista, tendrá que esperar mejor oportunidad. Para que así sea en plenitud, es necesario facilitar la convivencia electoral con un sector muy dinámico y muy importante de este espacio como es el que lidera Juan Grabois.
El éxito político que significa el sostenimiento de la unidad se ve robustecido porque el consenso es, acaso, una de las fórmulas mejores para mostrar de modo explícito la decisión de “jugar a ganar”, es decir, no se definió la fórmula en la dirección defensiva que en algún momento parecía insinuarse. La persecución proscriptiva contra Cristina Kirchner impidió lo que hubiera sido la coronación natural del proceso de consolidación de la unidad: su candidatura a la presidencia de la república. Ahora bien, después de lo sucedido en estas horas no cabe ninguna duda de su rol central; y esa centralidad debería ser reconocida por el conjunto del frente porque de eso podría depender la buena marcha del proceso iniciado en estas horas. La ex presidenta podría tener un lugar fundamental en la construcción de un programa político de gobierno y en el seguimiento de su puesta en práctica, además de un rol de articulación internacional del país en plena concordancia con la respectiva política pública. Volviendo a lo anteriormente adelantado: la fórmula es muy competitiva y muestra la voluntad de la victoria.
Casi como al pasar, en estos afiebrados días se templó la voluntad de preservar la unidad y la decisión de competir con fuerza por la victoria. Desde ahora a octubre hay que profundizar la unidad, dotarla de sentido programático y de compromiso social con los más débiles, ampliarla a nuevos sectores. Los acontecimientos de Jujuy, por su parte, nos muestran el otro lado de la realidad, el lado de una derecha que ya no tiene, como en otros tiempos, cuidado por las formas políticas: ahora hay un gobernador con el carnet radical seguramente al día que anula por televisión algunas disposiciones incorporadas a la constitución. En Morales eso no es una novedad: comenzó la persecución contra Milagro Sala mucho antes de inventar una coartada seudo-jurídica en la cual sostenerla. Ahora desarrolla una persecución y represión antipopular que reproduce las escenas del terrorismo de estado que justamente tuvo en Jujuy -y en una familia muy amiga del hoy gobernador de Jujuy, la de Blaquier- su más perfecta expresión. Durante estos días hemos tenido la sensación de la impunidad que, en un tiempo -el de la dictadura- se había apoderado del país. ¿Será la situación de esa provincia una materia central en el debate electoral? ¿Se abandonarán los “buenos modales” que acompañaron gran parte de la etapa del actual presidente? Sería necesario ese cambio por una cuestión de principios políticos, pero también como gesto “programático” que adelante la voluntad de ejercer con toda la potencia política la función de presidente de la nación.
El sostenimiento de la unidad del peronismo está sometida a un debate en el interior del frente. Hay en su interior una mirada del peronismo que se limita a concebirlo como un punto de apoyo histórico y simbólico para un proyecto de transformación. Pero el peronismo no es solamente eso. No es solamente una experiencia del pasado que se sostiene y sobrevive después de las más diversas y contradictorias alternativas. El peronismo es -desde el punto de vista de sus expresiones más avanzadas- una hoja de ruta relacionada con el futuro y venturosamente asociada con los impulsos de esta época. Argentina está entrando en los BRICS. Argentina forma parte del espacio latinoamericano, tiene una fuerte alianza con Brasil, es aliada del gobierno mexicano y de su política de unidad regional. Nada de eso existiría si no hubiéramos frenado los impulsos hegemónicos del macrismo. Argentina es la patria del juicio al terrorismo de estado. Y es también una tierra fértil para la producción de los recursos que hoy el mundo está necesitando.
Se discute mucho entre nosotros el mensaje de Cristina del 18 de mayo de 2019. Hasta ella misma lo ha dejado un poco al costado de su discurso público: el encono con el presidente ha alcanzado niveles de estridencia al punto de amenazar la continuidad de la experiencia. En estos días agitados sobrevoló el fantasma de la división, la amenaza de la regresión. Por suerte el peligro parece conjurado. Y la ventaja que hoy tenemos respecto a aquellos momentos es que hoy sabemos los peligros que nos acechan: los que nos acechan desde afuera y desde adentro. Desde afuera nos acecha la “autocrítica”, el “volver mejores” que tiende a responsabilizar a Néstor y a Cristina por los costos de un país dividido. Por qué no pensar que la división tiene agentes externos, poderosos y hoy más activos que nunca. Cristina suele repetir como un mantra la necesidad de un amplísimo acuerdo nacional como manera de enfrentar, según sus palabras, la maldición de una “economía bimonetaria”. Poco eco ha tenido su propuesta. La oposición no le da entrada porque ese acuerdo nacional vaciaría de todo sentido el actual lenguaje provocador e irresponsable de sus principales figuras: ¿de qué trabajaría Patricia Bullrich si se abriera paso esa propuesta? Claro que ese discurso ultraderechista no tendría desde dónde sostenerse si no fuera porque se alimenta de los grupos económicos que creen en que el achicamiento del mercado y la absoluta libertad de mercado fuera el camino a seguir.
La fórmula presidencial parece adelantar el tono del debate que el reconstruido frente pretende para el futuro en nuestro país. Massa es la expresión de una síntesis; los temores de una regresión a sus antiguas posiciones hostiles y desestabilizadoras contra el kirchnerismo son comprensibles. Pero los “animales políticos” no son solamente un sistema de pensamientos (sería largo el recorrido por la historia de muchos grandes personajes de la historia nacional e internacional que llegaron a ser quienes fueron después de profundas reconversiones ideológicas (es aconsejable estudiar la experiencia de Hugo Chávez en Venezuela).
Es una gran ocasión para crecer. Para intentar la incorporación al pensamiento político del acontecer, de la “aleatoriedad”, es decir la idea de que el futuro está abierto y no puede ser abarcado por miradas doctrinarias. Y mucho menos por miradas sectarias.
Fuente: www.eldestapeweb.com