27 de enero de 2013
Cómo influye el nombre de un hijo en su vida
Merlín Atahualpa, Fuchsia, Milan, Apple… Algunos padres se ponen muy creativos a la hora de elegir el nombre de su descendiente. Efectos psicológicos. ¿Qué dice la ley? consulta a los expertos
Cada vez más actores y cantantes agudizan el ingenio y dan rienda suelta a su imaginación con los nombres que eligen para sus hijos. En el panorama internacional, hay claros ejemplos de hasta dónde puede llegar tal creatividad.
Rosalind Arusha Arkadina Altalune Florence es el nombre que le puso Uma Thurman a su hija, aunque en lo cotidiano prefiere llamarla Luna. La semana pasada, Shakira anunció al mundo la llegada de su primogénito, Milan, el mismo que nombre que eligió Mike Tyson años atrás para bautizar a una de sus niñas. Otras estrellas prefieren llamar a sus hijos con el nombre de cosas o que remiten a colores, tal como hizo Gwyneth Paltrow, con su hija Apple, o Sting, con Fuchsia (¿será por el tono fuxia?).
En el ámbito nacional, Natalia Oreiro y Ricardo Mollo causaron revuelo cuando anunciaron el nombre de su hijo: Merlin Atahualpa. Pero nada comparado con la polémica que se generó luego de que ella justificara la elección en el diario Perfil: "Me parece que es estúpido darle tantas vueltas. Él tiene estos padres, no tiene un verdulero y una ama de casa que quizás le hubieran puesto José".
Para Gustavo Corra, médico psicoanalista, el nombre de un niño nace mucho antes que él: nace con los deseos y fantasías de sus padres y será la base de su identidad durante toda su vida. “Los deseos de los padres en que se origina el nombre suelen ser en general deseos positivos, basados en el amor y la gratitud, pero a veces pueden ser sentimientos en conflicto en los que pueden infiltrarse de manera inconsciente otro tipo de sentimientos”, indicó.
En diálogo con Infobae, el experto sostuvo que los nombres pueden ser una carga cuando son extremadamente infrecuentes y que el segundo nombre suele ser el vergonzoso secreto de muchos.
“Un nombre extremadamente infrecuente puede significar una intención profunda de los padres de originalidad para ese hijo. El portador estará signado por una intención de sus progenitores de ser como su nombre, sumamente original y distinto. Pero estos deseos pueden llegar a poner en aprietos al hijo. A veces la originalidad genera sensaciones de temor frente a lo desconocido que se traducen en situaciones jocosas para el entorno o en un estigma para la persona que lo lleva. Digamos que si un niño carga con un nombre sumamente infrecuente, se la va a tener que bancar”, enfatizó.
Ahora bien, ¿puede el nombre influir en la formación de la personalidad? Para Corra, la incidencia es directa porque está ligada a su autoestima. “Llamarse Napoleón, Julio Cesar, o Alejandro, inevitablemente remite a grandes guerreros valientes y conquistadores. El mismo efecto produce, a veces, que el niño lleve el mismo nombre que su padre: los puede abrumar o estimular. En muchos casos se debe a intenciones de los progenitores de “eternizarse”, algo así como una reencarnación sin pensar en el nombre del hijo”.
Pero, ¿qué dice la ley argentina al respecto? ¿Los padres pueden apelar a su máxima expresión de creatividad y llamar a sus hijos con nombres realmente extravagantes? Infobae consultó a Nicolás Ambrosini, abogado especialista en derecho civil, quien indicó que existen ciertos criterios que deben respetarse: el nombre no tiene que ser ofensivo, ni denotar una ideología política, debe ser inequívoco con el sexo de la persona, no se le pude poner el mismo a dos hijos y un niño no puede tener más de tres.
“Hoy en día la regla general es la amplitud de criterios y opciones. La excepción es que no sean ridículos, extravagantes o contrarios a las buenas costumbres. También se pueden utilizar nombres extranjeros, salvo que no puedan ser bien pronunciados en español”, explicó el letrado.
Pero, ¿qué sucede en el caso de que la imaginación de los padres llegue a tal extremo que el nombre no esté en los listados del Registro Nacional de las Personas? “Habrá que hacer una presentación ante esa autoridad explicando los motivos por los cuales se eligió ese nombre. Es un trámite muy rápido. Si lo rechazan, queda la vía legal para volver a plantearlo, pero si el juez civil también lo deniega, los padres van a tener que elegir otro”, explicó Ambrosini.
Afortunadamente, no todo está perdido para aquellos que no se encuentren conformes con el nombre que les tocó. “Se lo pueden cambiar si el juez considera que lo afecta seriamente. También pueden modificárselo en el caso de los nombres que, junto con el apellido, queden ridículos o sean homónimos de un personaje famoso con el que la persona no quiera identificarse”, finalizó Ambrosini.
Fuente: www.diarioepoca.com