30 de abril de 2014
Madres: a 37 años, un poco de justicia para aliviar la pena
El 37mo. aniversario del primer día en el que un puñado de madres de desaparecidos irrumpió por primera vez en Plaza de Mayo para pedir información de sus hijos secuestrados por la dictadura cívico militar, llega con la confirmación de las condenas a los responsables del secuestro y desaparición de sus tres fundadoras: Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y Mari Ponce de Bianco.
Con el fallo de la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, que confirmó días atrás las condenas al ex capitan Astiz, al exjefe del llamado grupo de Tareas de la ex ESMA Jorge "Tigre" Acosta y a Ricardo Cavallo, detenido en Méjico años atrás, se clausuró uno de los más siniestros delitos perpetrados por la dictadura.
"Individualmente no vamos a conseguir nada, ¿por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo? Cuando seamos muchas, Videla tendrá que recibirnos", había propuesto Azucena a las madres que la acompañaban a la espera de ser atendidas en la Iglesia Stella Maris, sede del vicariato castrense, próxima al Edificio Libertad de la Armada.
El 30 de abril de 1977 era sábado y por lo tanto, la Casa Rosada ocupada por los militares golpistas tenía sus puertas cerradas y las fuerzas represivas se desplegaban por la Plaza de Mayo pero aún así las catorce mujeres decidieron quedarse.
"Individualmente no vamos a conseguir nada, ¿por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo? Cuando seamos muchas, Videla tendrá que recibirnos"
Azucena Villaflor
Esa osadía sin precedentes fue el acta de nacimiento de las Madres de Plaza de Mayo, como se las conoció después, y un hecho que se convirtió en símbolo de la resistencia y la denuncia del terrorismo de Estado y del que se cumplen 37 años.
Las catorce madres que habían estado en la iglesia y que fueron a la Plaza con esa consigna fueron: Azucena Villaflor, Berta Braverman, Haydée García Buelas, María Adela Gard de Antokoletz, Julia Gard, María Mercedes Gard y Cándida Gard (4 hermanas), Delicia González, Pepa Noia, Mirta Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcushin De Caimi y una joven que no dio su nombre.
Desde hacía muchos meses las madres deambulaban por iglesias, cuarteles, comisarías, juzgados y nadie les respondía sobre el paradero de sus hijos, detenidos-desaparecidos por la dictadura de la Junta Militar presidida por Jorge Videla.
Villaflor, junto a María Esther Careaga y Mari Ponce de Bianco, fueron secuestradas igual que las religiosas francesas Léonie Duquet y Alice Domon por una patota de la ESMA que infiltró en el grupo al represor Alfredo Astiz, haciéndolo pasar por hermano de un desaparecido.
La palabra "desaparecidos" fue resignificada en esa época para dar cuenta de los secuestros masivos, primera evidencia del sistema clandestino de centros de detención ilegal, torturas y exterminio montado por el régimen dictatorial.
"Los desaparecidos no existen, son una entelequia", afirmó con cinismo Videla durante una conferencia de prensa ante medios extranjeros, cuando la preguntaron por los millares de secuestrados.
Y agregó: "¿Dar a conocer dónde están los restos? ¿Pero, qué es lo que podemos señalar? ¿En el mar, el Río de la Plata, el Riachuelo?" (palabras de Videla citadas en el libro "El dictador", de María Seoane y Vicente Muleiro).
Tal vez Videla aludiera a los restos de la hermana Leonie Duquet, Villaflor, Careaga y Ponce de Bianco, que en diciembre de 1977 estuvieron en cautiverio en la ESMA y días después fueron arrojadas vivas al mar durante un "vuelo de la muerte".
Sus cuerpos aparecieron en playas de Santa Teresita y San Bernardo y fueron enterrados como "NN-masculino" en el cementerio de General Lavalle, hasta que fueron hallados y el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), los identificó en agosto de 2005.
Fuente:www.telam.com.ar