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EL TIEMPO EN LA CRUZ

30 de marzo de 2014

"Papanomics": la economía, según Francisco

Con fuertes críticas a la ilimitada libertad del mercado y a la exacerbación del consumo, el Papa interpela a gobiernos, empresas y personas y hace un llamado urgente a trabajar contra la pobreza y por la inclusión.

El dinero debe servir y no gobernar. Inequívoco, el enunciado bien puede representar el punto de partida, la base sobre la que se sostienen las afirmaciones y llamados de atención del papa Francisco sobre temas económicos y sociales. Su mensaje provoca e interpela -constituye, de hecho, el llamado a un cambio- y ha sido objeto de elogios y de críticas, como las de sectores muy conservadores que pretendieron advertir que al sillón del Sumo Pontífice había llegado un marxista. Fue una calificación que el propio Francisco, en una entrevista, negó en forma rotunda -aclaró además que no se había sentido ofendido- y que muchos señalan que sólo puede provenir de una mirada miope sobre el mensaje de quien, parado en un lugar que está mucho más allá de ideologías políticas, no propone medidas económicas determinadas, sino una actitud frente a la vida que actúe como guía de las decisiones .   En "Evangelii Gaudium" ("La alegría del Evangelio"), su primera exhortación apostólica -un documento dirigido a los católicos, con carácter pastoral-, el primer papa nacido en nuestras tierras dice que la economía debería ser entendida como el arte de administrar de manera adecuada los bienes, sin exclusión de personas y procurando el cuidado del planeta. Exhorta a ocuparse de los pobres y a trabajar para que a cada ser humano le llegue no sólo lo materialmente necesario, sino también la posibilidad de avanzar y desarrollarse.   El claro llamado a no dar supremacía al dinero se propone interpelar a gobernantes y empresarios, pero también al hombre común, alcanzado por la "globalización de la indiferencia", que -según el Papa- hace "que perdamos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado", mientras que alrededor hay muchas vidas truncadas por la pobreza, una realidad que se mira "como un mero espectáculo" que ni siquiera nos altera.   La crítica a una exacerbación del consumo; la necesidad imperiosa de incluir en el reparto de bienes a quienes viven en la precariedad y de procurar para ellos el acceso a la salud, la educación y otros servicios; la advertencia de que los planes sociales son sólo una salida pasajera al problema de la pobreza -con la aclaración de que no propone un populismo irresponsable-, y el reconocimiento de la "noble tarea" del empresario si se deja guiar por un sentido amplio de la vida son algunos de los principios expuestos en el documento.   El rechazo a la "teoría del derrame", que confía en que el crecimiento por sí mismo provoca una mejora en la situación social, y la postura en favor de intervenciones del Estado para orientar la marcha de la economía hacia la inclusión de los pobres son quizá las afirmaciones más cercanas a una teoría económica. El Papa advierte sobre los efectos negativos de las políticas que no ponen a la persona en el centro de todo. Pero no pocos interpretan que es un llamado urgente a humanizar el sistema y a abandonar la absolutización de sus principios, como el de la libertad de mercado, antes que a arrancarlo de raíz. Incluso eso leen quienes conocen el pensamiento de Francisco desde sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires.   Señala Francisco que la teoría de que "todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social" nunca fue confirmada por los hechos. Y agrega que ese pensamiento supone "una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante".   "El «sistema», por definición, ha sido y sigue siendo el libre mercado; llevado al extremo y convertido en un nuevo dios, produce los desvíos que el Papa señala; por eso enfatiza la necesidad de la acción del Estado para compensar", afirma el empresario Alejandro Preusche, quien el año pasado presidió el encuentro de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que se centró en el desafío de dar respuesta al llamado del Pontífice.   Preusche opina que las críticas al sistema tienen su base en hechos que están a la vista. "Pero no lo cuestiona en su totalidad", dice. La exhortación, agrega, es a una economía más humana, y la respuesta "debe ser en primer lugar personal".   "La economía tiene la noble función de aumentar la riqueza, mejorar los bienes y hacerlos circular para nivelar para arriba, pero se necesitan acciones que permitan la integración social y el desarrollo de los que tienen menos posibilidades", analiza el arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina (UCA). Por eso, razona, el Papa "reclama intervenciones del Estado y de toda la sociedad". Para el obispo, es llamativo que sectores "incluso católicos" vean en el pensamiento de Francisco una forma de marxismo o de populismo irresponsable.   "Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras -expresa la «Evangelii Gaudium»-. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo."   ¿Es posible una economía con sensibilidad por lo humano, como propone Francisco? "Sí, es posible -responde monseñor Jorge Lozano, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social-. La organización política y económica de un país no es producto de la casualidad, sino resultado de voluntades que dan más lugar a unos intereses que a otros. El Papa proclama, desde una cosmovisión judeocristiana, la centralidad de la persona en toda actividad económica y la atención particular que debe brindarse a pobres y excluidos. Su enseñanza nos interpela a todos."   "La cuestión que aparece en forma más enfática es la pobreza y luego la desigualdad social", afirma Claudio Lozano, catalogado como "el economista del Papa". Los informes sobre la situación social en el país que elabora el centro de estudios que él dirige llegaban siempre al escritorio del cardenal Jorge Bergoglio -a partir de la intervención del Indec, él mismo pidió recibirlos-, quien lo invitaba a disertar a diferentes lugares. Lozano valora varios gestos papales, como el de haber puesto en cuestión la economía del propio Vaticano.   Tantas veces ausente en este mundo, la coherencia de la palabra con la conducta es una fortaleza enorme de Francisco. "Sus gestos se convierten en profundas declaraciones de principios", afirma Claudio Epelman, director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano. "Al Papa, en su condición por excelencia de hombre de fe, no podemos pensarlo en términos clásicos de economía. Él entiende que la riqueza no debe hacer perder la sensibilidad social", dice quien participa del diálogo interreligioso y que días atrás se encontró con el Santo Padre.   "El Papa es autoridad espiritual que con su prédica llama a la reflexión del poder temporal; enmarcar su pensamiento en una ideología en particular creo que es tener una visión mutilada de la realidad que expresa", define Omar Abboud, integrante islámico del Instituto de Diálogo Interreligioso. "No queda demasiado espacio para que una parte de la humanidad siga ejerciendo el olvido sobre la otra", sentencia, en línea con el mensaje moral del Papa.   Desde Roma, adonde viajó para acercarle a Francisco la invitación a participar del encuentro anual de la OIT, el dirigente empresario Daniel Funes de Rioja valora la importancia que la "Evangelii Gaudium" les atribuye a los "enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos" que ha dado la humanidad en cuanto a los avances científicos y tecnológicos que mejoran la calidad de vida. Es esa una apreciación que hace el Papa antes de señalar que, al mismo tiempo, "la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día".   SISTEMA INJUSTO   Esa valoración atenúa en alguna medida el tono alarmante que marca la descripción de la realidad y los efectos de un sistema social y económico al que en un párrafo considera "injusto en su raíz", más allá de que el documento también señale que los problemas surgen por la absolutización de los principios del mercado y la falta de políticas que eviten que la balanza se incline en favor de quienes mucho tienen y más quieren. Cuando en una entrevista con un medio italiano explicó su postura sobre la teoría del derrame, Francisco dijo que el problema está en que se dice que si el vaso se llena comienza a verter su contenido, cuando en realidad resulta que quienes tienen en su poder el recipiente, lo agrandan para así acumular más.   "Tanto el mercado como el Estado están muy lejos de la perfección y siempre que se endiosa a uno u a otro las cosas andan mal", afirma el economista Juan Llach, profesor del IAE Business School de la Universidad Austral. Al analizar la exhortación papal sobre una justa distribución de las ganancias, Llach afirma que "si bien la incidencia de la pobreza global se redujo en la última década, la desigualdad aumentó y se acentuó un nuevo fenómeno que es la gran concentración de ingresos y riqueza en el 5% y aun en el 1% de la población global". El economista considera "una verdadera gracia el énfasis puesto por el Papa en el acercamiento a los pobres y en la búsqueda de soluciones".   Para Francisco, que exhorta a una ética no ideologizada y que condena la corrupción y "la evasión fiscal egoísta" , ese acercamiento no surge de un pensamiento novedoso. "De nuestra fe en Cristo hecho pobre y siempre cercano a los pobres y excluidos brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad", dice. Y recuerda: "Una auténtica fe nunca es cómoda e individualista".   Fuente:www.ellitoral.com.ar

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