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7 de agosto de 2025

El drama cotidiano de las familias que se endeudan para poder alimentarse

Los precios aumentan cada semana y a muchos correntinos no les alcanza para comprar alimentos. También cre­ce el número de personas sin techo.

Las señales del deterioro social no pueden ignorarse: se multiplican los hogares endeudados para comprar alimentos y, al mismo tiem­po, se incrementa la canti­dad de personas que viven a la intemperie. No se trata de datos fríos, sino de escenas cotidianas: madres con hijos durmiendo en veredas, an­cianos mendigando una co­mida caliente, trabajadores que deben elegir entre pagar la luz o llevar pan a la mesa.

La situación alimentaria en Argentina se volvió insos­tenible para una gran par­te de la población. Ricardo Cáceres, vicepresidente de la Cámara Argentina de Su­permercados, describió esta semana en declaraciones a Radionord, un escenario alarmante: los precios de los alimentos aumentan entre un 4% y un 10% mensual, sin que exista una razón cla­ra más allá de la especula­ción de las industrias pro­veedoras.

"Las industrias siempre tienen un nuevo argumen­to para subir sus precios", dijo Cáceres. Mientras tanto, el ingreso de los consumi­dores sigue estancado y los supermercados del interior enfrentan costos más altos que los de la Capital, lo que agrava las diferencias y em­puja a muchos a comprar en mayoristas o cruzar a otras ciudades en busca de mejo­res precios.

Cáceres advirtió también sobre una tendencia crecien­te: el uso de tarjetas de cré­dito para comprar alimentos básicos. "Las familias ya no se endeudan para comprar­se un electrodoméstico. Hoy se endeudan para llenar la olla", dijo un comerciante correntino que prefirió el anonimato. La comida pasó a ser un lujo, y la deuda un me­canismo de supervivencia.

SITUACIÓN DE CALLE

En este contexto, Cáritas Corrientes reveló un dato doloroso: crece la cantidad de personas -y familias en­teras- en situación de calle. "Antes atendíamos a perso­nas solas, hoy llegan familias completas. Todos los días recibimos entre cinco y seis grupos familiares que piden ropa, comida o un techo", explicó Malvina Medina, directora de la institución, en una entrevista con radio Sudamericana.

El invierno agudiza el dra­ma. La escasez de refugios es tal que, incluso con tem­peraturas bajo cero, muchas personas no tienen a dónde ir. "Solo El Cristo Roto recibe hombres, pero es para dor­mir solamente, y no admite familias. No hay un lugar para contener a mujeres con niños", lamentó Medina.

En muchos de estos casos son familias que hasta hace poco tenían un ingreso es­table. Hoy, sin trabajo y sin red de contención, quedan a la deriva. La respuesta del Estado resulta insuficiente o nula. Las organizaciones so­ciales y eclesiásticas, desbor­dadas, asisten como pueden con donaciones que también escasean.

Al recorrer las calles co­rrentinas, la postal se repite: colchones y frazadas en las plazas y paseos, carpas im­provisadas a la vera del río. Un país que se endeuda para comer no puede mirar para otro lado cuando hay gente que ya ni siquiera tiene un plato ni una mesa.

LO MÁS BARATO

Cáceres fue claro al descri­bir un consumo en retroceso. Cada vez se compran más segundas marcas, se busca la promoción desesperada, se elige lo más barato. Pero incluso así, muchas fami­lias ya no llegan. La tarjeta de crédito se convierte en la última herramienta antes del abismo.

Detrás de los números de inflación, del dólar que sube o de las tasas de interés, hay una trama de vidas rotas, de sueños aplazados, de niños que pasan hambre y de adul­tos que ya no pueden más. El "sálvese quien pueda" no es una política social. Es una sentencia.

A medida que crece la ex­clusión, también crece la bronca, el dolor y la desespe­ranza. En vez de un país que protege, muchas familias enfrentan un sistema que las deja caer. Y lo hacen en silencio, porque cuando falta comida, también escasea la fuerza para reclamar.s

Fuente: www.nortecorrientes.com



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