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12 de agosto de 2021

La mafia del Gauchito Gil: un negocio millonario que terminó en tragedia

Hace más de 10 años, el predio del Gaucho Gil es tierra de nadie o, mejor dicho, tierra de una familia que se adueñó de la ermita a base de intimidaciones, violencia y amenazas. En Mercedes, todos conocen a Ramona Villalba quien, antes de convertirse en la presidenta del Centro Recreativo la Cruz Gil, limpiaba baños y vendía agua caliente y cintitas rojas en el santuario del gaucho milagroso para poder sobrevivir. Hoy en día es dueña de dos campos, un hotel, un comercio, vehículos de alta gama, y de vivir en un humilde rancho, pasó a habitar una elegante y costosa vivienda en Mercedes. Esta mujer era, hasta ayer miércoles, la responsable de controlar las ofrendas de los cientos de miles de promeseros, que van desde vehículos hasta joyas y dinero (ver sección Policiales).

«El presidente anterior del predio tuvo que dejar su cargo por un accidente y ella ocupó su lugar a la fuerza. La comisión quedó acéfala. Su gente se maneja como una mafia: andan drogados y armados. No solo manejan todos los puestos ambulantes. Ahora querían ocupar los terrenos del otro lado de la ruta», contó en diálogo con medios nacionales, Andrés Pintos, familiar de Sergio y Milton.

LAS QUEJAS DE LOS PROMESEROS,
UNA CONSTANTE

«Colocaron tantos puestos que ni siquiera podés ver al santo desde la entrada. Lo taparon», «facturan con las donaciones, las ofrendas y las ventas de productos y no hicieron una sola obra. Te cobran hasta por ir al baño», eran los comentarios más repetidos en los distintos grupos de redes sociales de creyentes, indignados cada vez que visitaban el predio del Gaucho Gil. Las quejas sobre la mala administración se recrudecían cada vez que se acercaba un 8 de enero. Las condiciones de los baños, la falta de higiene y controles en los puestos de comida. Así como también los precios que se quintuplicaban en fechas cercanas al aniversario de la muerte del Gaucho. Las quejas de los promeseros en los medios locales ya era parte del folklore de cada 8 de enero.


«A todos los que ingresaban a las inmediaciones del predio les cobraban estacionamiento de 50 a 200 pesos, dependiendo del día, lugar y el auto. En casos especiales como los 6,7 y 8 de enero llegaron a cobrar 3 mil pesos el lugar. Adentro de los campings no hay parrillas, los baños no están en condiciones», comentó Juan, puestero en el predio.


«En los últimos años, los alquileres de los puestos cobraban de 5 mil a 10 mil pesos. Estamos hablando de centenares de puestos y todo el camping lleno de colectivos y camiones que además también se les cobraba el ingreso», prosiguió.


Si bien los primeros días del año son la temporada fuerte, la ermita recibe gente durante todo el año. Hay movimiento cada fin de semana, vísperas de feriados y feriados y los días 8 de cada mes. Algunos puestos permanecen abiertos las 24 horas de los 365 días del año, ya que muchos camioneros se la pasan visitando al Gaucho. En Mercedes viven alrededor de 40 mil personas. Solo durante la primera semana de enero, los fieles quintuplican la población. «Hablamos de un negocio de millones y millones de pesos», remarcó el puestero Juan en diálogo con Crónica TV.


El 8 de enero, día de los festejos de la muerte del Gaucho Gil, es considerado la tercera manifestación de fe en el país después de la vírgenes de Luján e Itatí. Llegan a circular por su santuario más de 200 mil almas. La recaudación es varias veces millonaria.
UNA FAMILIA DESTROZADA

La Ruta Nacional 123 divide al predio del santuario y a una zona de campos y comercios, donde Sergio vivía junto a su mujer y sus dos hijos, de 1 y 7 años. En la parte de adelante de la casa, funcionaba un parador gastronómico que tuvieron que cerrar hace cerca de quince meses, ya que los fieles y turistas dejaron de llegar por la pandemia.


Entonces, Sergio comenzó a trabajar en la casa de repuestos de autos de su suegro. También se dedicaba a la compraventa de autos. Con el parador cerrado, Yésica Rodríguez aprovechó para recibirse de personal trainer. Pero el pasado viernes, sus vidas tuvieron un drástico giro para siempre.


Cerca de las 18, Yésica llamó desesperada a su esposo porque los agresores se querían meter dentro de la casa. Checho, que estaba en Mercedes trabajando, ya sabía quiénes eran. Los había denunciado en la comisaría y la Fiscalía días atrás.


Luego de discutir con los atacantes, Sergio Cáceres retrocedió hasta la zona de campo, detrás de su comercio y de su casa. Lo amenazaron con cuchillos e intentaron agredirlo, hasta que cayó y no pudo levantarse: recibió unas veinte puñaladas. Murió en el hospital Las Mercedes, una hora después.


A su padre también lo trasladaron al mismo lugar, adonde se encontraba en terapia intensiva hasta que falleció este lunes 7. Según su familia, tenía entre cinco y siete heridas, todas de arma blanca.


El sangriento hecho derivó en protestas y cortes sobre la Ruta Nacional N° 123 por parte de familiares y amigos de las víctimas y personas del lugar, que piden justicia y acusan a la actual administradora por lo ocurrido. En ese contexto, en los últimos días fueron demolidos varios de los precarios locales comerciales que rodean el santuario.


Un nuevo horizonte se abre ahora con la asunción de una nueva administración que esperemos haga una limpieza y un ordenamiento total para que ese lugar vuelva a ser un centro de devoción y fe popular como alguna vez lo fue y no un negocio mafioso que afecta a millones y beneficia a unos pocos.

Fuente:www.diarioellibertador.com.ar



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