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EL TIEMPO EN LA CRUZ

10 de marzo de 2013

Colombi montó "el picazo", Camau no se quedó atrás y redobló la apuesta

No sorprendió el lenguaje directo de Ricardo en la Convención radical. Se puso de punta con el poder central y dijo que -si ganan- "vendrán la droga, la prostitución y el tráfico de armas". Su contendiente, el Intendente capitalino no se quedó atrás aunque, fiel a su estilo, eligió las palabras. "El Gobernador utiliza la mentira y el temor", replicó poniendo en la mira -por primera vez- a la Justicia al denunciar que se la ha usado para perjudicar a los opositores. En el ámbito del Superior se vivieron momentos de fuerte tensión en el acuerdo del jueves. Uno de los ministros estuvo a punto de irse a las manos. Influye -puertas adentro del Poder Judicial- la decisión del poder central de avanzar con el análisis del proyecto de Intervención, conforme expresas directivas presidenciales al bloque justicialista del Senado nacional. Serían citados jueces, funcionarios del Ministerio Público, secretarios y relatores.
A más de seis meses de la elección, ya definitivamente fijada para el 29 de septiembre, de manera imprevista se aceleraron los tiempos entrando en la recta final.

 

Contribuyó a ello la definición de los dos contendientes que darán la pelea de fondo con un marco de absoluta polarización que a esta altura impide ya siquiera en pensar en un tercer espacio. La unificación del justicialismo dada en función del acuerdo de las dos principales líneas desembocó, como era previsible, en que la interna convocada para el 7 de abril termine siendo un mero trámite, al menos en el plano provincial, por lo que virtualmente hoy Camau Espínola es ya el candidato del Frente para la Victoria, aguardándose sólo la proclamación formal que en tiempo y forma hará la Junta Electoral partidaria. Mañana vence el plazo para el cierre de las listas municipales, para aquellas localidades que no lo hayan hecho en el primer llamado. A partir de la conjunción de fuerzas, el justicialismo se apresta a encarar el segundo paso que es el de las alianzas electorales, de modo de llegar a la elección del 29-S con su máximo potencial. La polarización que muestran todas las encuestas permite asegurar que la elección se definirá en primera vuelta, lo cual de hecho no es un tema menor, con incidencia determinante en la conformación de las cámaras legislativas. Que Colombi esté dispuesto a quemar las naves, con la prepotencia de trabajo y con el uso de una dialéctica algo más que frontal no parece sorprender. Se trata de una elección muy reñida, con final abierto en la que se juega el poder político de la única provincia que vota en este 2013, a pocas semanas de las trascendentales elecciones de medio tiempo en las que el Gobierno nacional juega gran parte de su destino. A lo anteriormente expresado se explica la importancia sustantiva que desde el poder central atribuyen a la elección de Corrientes, cuyos resultados impactarán de lleno en las expectativas electorales de todo el país. También el Gobierno nacional está dispuesto, como el provincial, a quemar las naves para arrebatarle al radicalismo su último bastión, el de Corrientes. Por ello la avanzada de distintos altos funcionarios nacionales sobre la Provincia y la apertura, no generosa si se quiere, de gobernaciones vecinas que necesitan de un triunfo del justicialismo en Corrientes para mejorar sus propias chances electorales. Desde el radicalismo tampoco hay indiferencia. El Comité Nacional y el bloque de Senadores se aprestan a tomar cartas en el conflicto correntino, para mediar entre las dos principales figuras que muestra la UCR de la Provincia. Ricardo y Nito se han trenzado en los últimos tiempos con crudeza, y hasta se han puesto en boca de toda una interna algo más que encarnizada. En los números la disputa está zanjada de antemano. Nito no está en condiciones de dar batalla contra el poderoso aparato que comanda a mano firme el mandatario provincial. Aun así, su accionar incomoda y esmerila la figura del Gobernador en detrimento de las posibilidades electorales de un partido que juega su propia supervivencia en este turno de septiembre.  Las autoridades nacionales así lo ven y quieren que ambos líderes locales encuentren un punto de armonía que les permita transitar juntos el difícil desafío que está por delante.   EL PL EN ESTADO  DE EBULLICIÓN   Con un partido enfrascado en elecciones internas desde el Partido de Torrent asoman dirigentes que parecen perder la compostura con diatribas que dejan en evidencia la miseria humana en su más cruda expresión.  No es lo que los correntinos esperan, precisamente, de sus dirigentes. Estas peleas que antes parecían ser patrimonio de los peronistas hoy encuentran en el radicalismo y en el liberalismo el ámbito para ventilar cuestiones poco edificantes, impropias desde el lado que se lo mire.  El peronismo parece ser la otra cara de la moneda. Luego de casi cuatro décadas de sucesivas frustraciones prima el respeto y la búsqueda del consenso, más allá de la subsistencia de diferencias que son dejadas de lado en beneficio de las coincidencias en torno al objetivo de pelear la Gobernación de la Provincia. Quizás el más claro ejemplo de incontinencia verbal, y hasta de mal gusto, lo dio en las últimas horas, desde una radio de Mercedes, el diputado Fernández Affur, otrora protegido de la "Dama de Hierro" de cuya mano llegó a la banca que hoy ocupa. Las descalificaciones para con su mentora parecen mostrar en esencia la cara más fea de la política. Cualquiera, menos él, puede decir lo que hoy dice quien fue beneficiario de los favores de la Senadora liberal, sin cuyo apoyo no hubiera llegado ni a la puerta de la Legislatura. Quizás no repare el diputado Affur en el inconmensurable  daño que él mismo se hace con expresiones de este tenor, que no hablan muy bien de su propia persona. Ésta precisamente es la diferencia que existe entre los políticos de raza, formados en los códigos del respeto y la convivencia, y los marginales, arribistas u oportunistas que llegan muchas veces sin méritos propios y que luego muestran en la primera de cambio la hilacha, recogiendo el disfavor no sólo de sus propios correligionarios, sino de quienes aun desde otros partidos, o simplemente desde la ciudadanía asisten azoradas a estas prácticas denigrantes del sistema político.   ¿HAY TIEMPO PARA  EL CONSENSO?   Tres listas están presentadas en la interna del liberalismo. A la luz de un análisis rápido, las posibilidades de "Perucho" de alzarse con la Presidencia son notorias.  De la lectura de nombres propios surge que el mayor consenso parece haberlo logrado el hoy Presidente de la Cámara de Diputados, que salvo un imponderable se quedará con el sello del Partido Liberal, siempre tan preciado en términos de peso especifico por lo que electoralmente representa. Aun así la posibilidad del consenso no debe descartarse, más allá de que esta posibilidad sólo pueda ser vista a partir del explícito reconocimiento del liderazgo de Cassani; algo que tampoco parecen descartar de plano sus contendientes. Quizás el elemento más distorsivo de esta ecuación sea el telón de fondo de las alianzas electorales, donde una vez más las aguas se dividen con posiciones contrapuestas y antagónicas que hacen volver a fojas cero la posibilidad de un consenso en esta coyuntura.   ECO CUIDA AL PARTIDO POPULAR   De entre los socios, ninguno como el Vicegobernador ha mostrado en estos años la consecuencia que Colombi esperaba. Los últimos sucesos vinculados con el llamado a extraordinarias fueron demostrativos de una conducta que Pedro ha mostrado, con aciertos y errores ya en el ‘99. Con la candidatura a la Intendencia ya bajo el brazo, que aceptaría con la única condición de ser el candidato excluyente de la alianza gobernante, nadie duda de que en la grilla legislativa habrá al menos un diputado y un concejal ligado al Vicegobernador. En la categoría de Diputados, aunque hay al menos un par de nombres alternos, asoma el de Alfonso, que es representativo de un segmento importante del Partido Popular que busca su propio espacio. También Gustavo Canteros parece número puesto. Proyecto Corrientes conservaría la banca en el Senado, aunque debería resignar la de Diputados, al menos en este turno. Lo del autonomismo ya es un tema resuelto. Sin un escenario de segunda vuelta, el aporte del Partido de Vidal no interesa salvo que las pretensiones terminen siendo más modestas que la renovación de un escaño parlamentario. Y lo del PaNu es, para ECO, todo un tema. Las relaciones quedaron rotas desde el año pasado, cuando el nuevismo puso como condición para avanzar con los créditos el previo pase a comisión de los juicios políticos reservados en Secretaría. A partir de ahí las diferencias se ahondaron, más allá de los ingentes esfuerzos del intendente García de acercar posiciones. Para el Gobierno, la relación se mantiene, pero limitada a la interlocución vía jefes comunales.  En ello la cuestión tampoco resulta fácil. Las opiniones están divididas y nadie al menos hasta ahora se anima a pegar el salto respecto a la estructura partidaria que aún conduce el ex hombre fuerte de los ’90. Viene de página 5 En el PaNu también tiene la mira puesta el PJ. En las últimas horas hubo un acercamiento con el peronismo por la vía del diputado Yung, quien parece decidido a cortar todos los puentes con el radicalismo. El tiempo dirá.  Sin la posibilidad de un tercer espacio, el nuevismo deberá elegir lo que considere la mejor opción.   LA INTERNA PERONISTA   El peronismo porteño finalmente elegirá sus nuevas autoridades el próximo 15 de diciembre, en paralelo con la elección de la conducción nacional y bonaerense del partido. Esa postergación, que trasladó a fin de año una definición que inicialmente estaba prevista para este mes, sumada a la incertidumbre por la decisión de la presidenta Cristina Fernández, sobre futuras candidaturas, dio aire a la irrupción de nuevos jugadores en el escenario partidario capitalino y aceleró la silenciosa disputa que mantienen hombres claves del Gabinete nacional por hacer pié en el distrito. Si hasta hace unos meses el interés por el futuro del peronismo en la ciudad sólo entusiasmaba al ministro de Trabajo, Carlos Tomada, con un proyecto concreto para pelear la presidencia del partido, en las últimas semanas la situación se trastocó radicalmente, al punto que varios funcionarios blanquearon sus aspiraciones de tomar parte en la disputa por el control partidario y el armado de las listas de los candidatos porteños que competirán en los comicios legislativos de octubre. Siempre con movimientos sigilosos, el influyente Secretario Legal y Técnico se convirtió de a poco en el principal motor del armado de La Cámpora en el distrito, con la inocultable pretensión de imponer a una figura de la agrupación liderada por Máximo Kirchner al frente de la estructura peronista de la ciudad.  Inicialmente, el funcionario bendijo las pretensiones del legislador, Juan Cabandié para ocupar el máximo sillón partidario capitalino, pero en las últimas semanas esa opción comenzó a desdibujarse de la mano de la discusión interna por las futuras candidaturas.  Zannini fue, en efecto, quien le sopló al oído de la Presidenta el nombre de la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, para encabezar la nómina kirchnerista para el Senado, una jugada que terminó sacudiendo los planes personales de Cabandié. Cerca del Secretario admiten, incluso, la alternativa de impulsar en la Ciudad una postulación del titular del Afsca y líder de Nuevo Encuentro, Martín Sabbatella, pese a su reconocida carrera política en el territorio bonaerense. Guillermo Moreno, el todopoderoso secretario de Comercio Interior también se plegó al repentino entusiasmo de la primera línea kirchnerista por los destinos del peronismo de la Ciudad. Después de lograr hacerse del control de la estructura porteña de Unidos y Organizados, la agrupación que reúne a todos los espacios ultra K con acceso directo a Cristina, el funcionario comenzó a dar rienda suelta a su apuesta por acceder a la titularidad partidaria del distrito.  Con el respaldo de los sectores de La Cámpora encolumnados con Andrés "Cuervo" Larroque, enfrentado a Cabandié, y la consigna de "cristinizar" el PJ porteño, Moreno fortaleció durante los últimos meses su armado en las circunscripciones del Norte de la ciudad.  Y hasta puso sus fichas en la alternativa de impulsar de cara a octubre una candidatura al Senado para la ministra de Seguridad, Nilda Garré, desplazando de la pelea a Daniel Filmus, a quien el funcionario y otros importantes sectores del kirchnerismo reprochan las dos derrotas consecutivas frente al macrismo en la pulseada por la Jefatura de Gobierno capitalina. El último desembarco ministerial en la Ciudad se concretó apenas días atrás. Julio de Vido, histórico rival de Zannini en el Gabinete participó del acto de lanzamiento como precandidato a Diputado nacional del dirigente Lucas Olazagasti, hermano de su influyente Secretario privado. La jugada del Ministro de Planificación es sólo el primer paso de una estrategia más amplia y que supone trasladar también al ámbito partidario porteño su eterna disputa personal con Zannini. La apuesta de De Vido se concentra en recoger los heridos que las decisiones unilaterales de La Cámpora van dejando a su paso entre las corrientes más históricas del partido. En ese objetivo, el Ministro busca, por una parte, contener la bronca de Tomada frente a los desplantes ultra K y, a la vez, canalizar el creciente malestar del ala sindical y otras agrupaciones tradicionales del partido con las maniobras de Zannini y, en especial, de Moreno.  La intención de De Vido apunta a sumar esas voluntades a su favor en la pelea con el Secretario Legal y Técnico y, en paralelo, evitar que parte de esos sectores terminen reforzando el armado partidario de Daniel Scioli en el territorio porteño. El titular de Planificación cuenta con algunas ventajas para avanzar en su propósito. Una de ellas es la aceitada relación que logró consolidar en los últimos años con varios referentes del grupo de sindicalistas de reconocida militancia en el peronismo capitalino, como el caso del taxista Omar Viviani. El dirigente integra, junto a Andrés Rodríguez, de Upcn; Alejandro Amor, de municipales, y Víctor Santa María, del Suterh, la primera línea del staff sindical del distrito con pretensiones de asegurar candidatos propios en las listas para las legislativas y, a la vez, disputar la jefatura partidaria en la Ciudad.  Con la promesa de fidelidad a la Casa Rosada, pero desde una opción diferenciada del entramado ultra K, el propio Santa María ya hizo público su interés de batallar por la conducción partidaria, mientras otros dirigentes sindicales se entusiasman con la posibilidad de acomodar a una figura de sus filas en un espacio expectante de la lista de candidatos a diputados nacionales.   En esa apuesta, todas las miradas se posan sobre el mismísimo jefe de la CGT oficialista, Antonio Caló, pese a la reconocida resistencia del metalúrgico a desembarcar en el terreno de la política electoral, una posición que llevó al dirigente a rechazar la postulación que el propio ex presidente, Néstor Kirchner le ofreció de cara a los comicios legislativos de 2009.    EL ROL DE CRISTINA   La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de viajar de inmediato a Venezuela, apenas confirmada oficialmente la muerte del presidente Hugo Chávez, constituye un gesto político no menor. La Jefa de Estado fue la primera mandataria latinoamericana en pisar Caracas luego conocerse la infausta noticia.   En términos estrictamente políticos, la desaparición de Chávez abre un vacío de liderazgo en el plano regional. Dentro del llamado "arco bolivariano", el presidente ecuatoriano, Rafael Correa parece mostrarse interesado en ocupar ese espacio, una ambición que no tiene su colega boliviano, Evo Morales, y un rol que por razones políticas no están en condiciones de asumir ni el mandatario cubano, Raúl Castro, ni el líder nicaragüense, Rafael Ortega. La pregunta que se impone no es si Cristina Kirchner está o no en condiciones de asumir ese puesto vacante, sino si está dispuesta a hacerlo. Es obvio que el nuevo liderazgo venezolano estará obligado a focalizar su atención en el frente interno y que, por la dimensión de la Argentina, la primera mandataria está en muchas mejores condiciones que Correa para desempeñar ese papel.  También parecería que los hermanos Castro verían con agrado una mayor presencia regional de la presidente argentina, cuyo protagonismo podría ampliar el sistema de alianzas construido en torno a Chávez. Si se parte de la base de que el desenlace fatal de la enfermedad de Chávez constituía un secreto a voces, cabe inferir que el viaje de Cristina Kirchner a Cuba y su almuerzo con Raúl y Fidel Castro estuvieron vinculados al escenario que se abriría con la inminente desaparición del líder venezolano.  En ese sentido, el "memorándum  de entendimiento" suscripto con Irán sería un símbolo elocuente de la ratificación de la voluntad política de la Argentina de tomar decisiones independientes y audaces en materia de política internacional, más allá de las presiones foráneas.  Por otra parte, es sabido el interés de Irán en estrechar relaciones con América Latina, así como la índole de los sólidos vínculos entablados entre el régimen de Teherán y la Venezuela de Chávez y con los demás países de la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), un interés compartido por estos países. Dicho de otra manera, la situación de conflicto diplomático con Irán se había convertido en un escollo para la relación entre la Argentina y las naciones del Alba. Removido ese obstáculo, quedaba eliminada también la única objeción que podía surgir desde ese ámbito a la eventual proyección política regional de Cristina Kirchner.   LA RELACIÓN COSTO-BENEFICIO   Resulta obvio que una decisión de la envergadura estratégica como la de asumir, o no, siempre con las particularidades del caso y con las obvias diferencias entre los actores, el protagonismo regional abandonado por Chávez, requiere un examen muy profundo.  Por un lado, pesa el indudable valor agregado que supondría para la Argentina en términos de relevancia política mundial. Por el otro, está el "plus" de intensa conflictividad internacional que implicaría un mayor compromiso con Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua. En este juego de sumas y restas, existe en altas esferas gubernamentales la impresión de que la política de Estados Unidos durante el segundo mandato de Barack Obama tiende a reducir los niveles de confrontación con Irán, con Cuba y con Venezuela, y que, por lo tanto, la consolidación de esos vínculos, aunque no deseables para la Casa Blanca, no generaría un escenario de ruptura. Por otra parte, la actual situación de la Argentina presenta ya ribetes de fuerte conflictividad con los países centrales, empezando por Gran Bretaña por el tema Malvinas, España por la controversia sobre la estatización de Repsol, más los problemas derivados de los litigios con los "holdouts" y las diversas controversias comerciales planteadas en la Organización Mundial de Comercio y las demandas pendientes en el Ciadi.  El razonamiento implícito en esa enumeración, que no es taxativa sino meramente enunciativa, es aquello de que "una mancha más qué le hace al tigre": la Argentina ya estaría pagando los costos de esa confrontación y que tal vez sería mejor apropiarse de la totalidad de los beneficios. Existe una razón adicional que esgrimen los partidarios de que Cristina Kirchner asuma ese liderazgo regional vacante. En los últimos diez años, la política exterior argentina buscó ubicarse en un punto intermedio entre la prudencia diplomática de Brasilia, empeñada en conseguir sus objetivos sin irritar a Estados Unidos, y el estilo beligerante de Caracas, que de todos modos tampoco impedía que el petróleo venezolano, piedra angular de su economía nacional, tuviera como principal destino el mercado norteamericano.   La desaparición de Chávez, y el hecho de que Venezuela tenga previsiblemente que reducir su protagonismo internacional para concentrarse en su problemática doméstica, deja a la Argentina sin la posibilidad de esa posición intermedia y pendular entre Brasilia y Caracas, y la obligaría a buscar un posicionamiento regional que no implique resignarse a una plena subordinación a Itamaraty.   ¡ES LA POLÍTICA, ESTÚPIDO!   Pero las disquisiciones geopolíticas, por importantes que sean, no pueden desentenderse de las exigencias de la política doméstica. En este terreno, las opciones para el Gobierno son más acotadas. Quiérase o no, la ausencia en el oficialismo de una candidatura presidencial competitiva que no sea la de Cristina Kirchner obliga a jugar la carta de la reforma constitucional y la reelección. Esta alternativa, que supone inevitablemente una profundización del conflicto con la oposición política y los factores de poder económicos y mediáticos, ganaría en legitimidad si estuviera asociada a la férrea defensa de la causa de la independencia latinoamericana. Pasado en limpio: puesta en línea con un reposicionamiento  internacional de la Argentina como abanderada de la unidad latinoamericana, la propuesta de una reforma constitucional y una hipotética habilitación de un tercer período presidencial consecutivo adquiriría una significación nacional capaz de aglutinar a sectores que actualmente se resisten a aceptar esa posibilidad. Las declaraciones difundidas por numerosos y calificados voceros del Gobierno y el oficialismo en favor de la reforma constitucional y la reelección presidencial, pusieron en evidencia la decisión presidencial de bajar rápidamente los ecos de la referencia negativa a esa alternativa que vertió  en su extenso mensaje a la Asamblea Legislativa. "No se preocupen, que esto sigue", les espetó el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, a algunos preocupados intendentes peronistas del Conurbano bonaerense. Los elogios derramados en esa pieza oratoria por Cristina Kirchner a varios dirigentes radicales, entre ellos Ricardo Alfonsín, hicieron crecer la suposición de que no todos los puentes están dinamitados en la relación en la Casa Rosada y algunos sectores de la UCR.  Leopoldo Moreau no se cansa de subrayar ciertos puntos de contacto entre las medidas gubernamentales y el ideario histórico del radicalismo, y también de fustigar severamente cualquier hipótesis de entendimiento entre el centenario partido y las expresiones de derecha, empezando por el PRO. La virtual exclusión  del intendente de San Isidro, Gustavo Posse, de las filas de la UCR bonaerense es una señal política digna de ser atendida.    LA ENFERMEDAD DEL PODER   El escenario latinoamericano podría cambiar drásticamente a partir de la muerte del presidente venezolano, Hugo Chávez, emblema del bloque de centroizquierda que conforman los países de la Celac. El problema de los liderazgos personalistas que no confían en la alternancia para darle continuidad a sus proyectos se evidencia nítidamente en la sucesión del líder bolivariano. La muerte implacable demostró el costado más penoso de una enfermedad que avanza silenciosamente mientras su portador se auto convence de que podrá alcanzar las metas más ambiciosas antes de que el inexorable epílogo de la finitud humana consume la única profecía infalible del destino. Es la enfermedad del poder, la misma que llevó al ex presidente Néstor Kirchner a poner en riesgo su salud -y a la expiración- en pos de objetivos políticos que pueden parecer indispensables pero que sin dudas no valen más que la vida humana. El caso del presidente de Venezuela, Hugo Chávez reedita la crónica de una muerte anunciada que Kirchner protagonizó en sus últimos meses de actividad política, pero con el agravante de un sufrimiento extremo, comparable a los males que sus enemigos solían desearle en el fragor de los combates electorales. El líder bolivariano tenía un cáncer pélvico y seguramente una ramificación imposible de frenar que lo condujo, como todo cuadro de estas características, al desenlace que es de conocimiento global. Viene de la página 7 ¿Qué hubiera sucedido si en vez de recurrir a la medicina cubana, que ya no es lo que fue hasta hace 20 años, Chávez acudía a los centros especializados más prestigiosos del mundo? Y no todos se encuentran en Estados Unidos. De hecho en el Brasil se han logrado resultados insospechados en el tratamiento y la cura definitiva de los tumores malignos. Pero el jefe de la llamada revolución bolivariana no recurrió a esos especialistas, como tampoco Kirchner se sometió a los métodos más avanzados de prevención cardiovascular. ¿Creyeron que bastaba con la negación de la enfermedad para controlarla y salir indemnes como si de una contienda electoral se tratase? ¿O tuvieron la temeridad de jugar con los plazos de la muerte con el concepto de que los efectos de sus respectivos decesos potenciarían sus legados al extremo de eternizarlos? Un poco de ambas cosas es la respuesta, pero la verdad es que el estado de obnubilación que alcanza un gobernante cuando se halla en la cumbre del poder los lleva a fantasear con la invulnerabilidad, la omnipotencia y, si se quiere, la inmortalidad. Chávez, en el fondo de su ser, tenía una profunda esperanza de que atravesados todos los calvarios quirúrgicos, quimioterapéuticos y radiológicos, aunque reducidas al mínimo sus posibilidades de regresar a una vida normal, volvería a ejercer el poder desde una Venezuela que cambió el eje de la organización política continental hasta transformarse en el emblema de la emancipación de los pueblos latinoamericanos que, desde tiempos inmemoriales, sufrieron toda clase de métodos colonialistas. El Presidente que ahora va camino a transformarse en una momia como otros grandes líderes mundiales entre los que la Argentina aporta el cadáver de Eva Perón imploró a sus médicos en sus últimos momentos que no lo dejaran morir. La épica de sus discursos más enfervorizados fue reemplazada por un ruego postrero de aquel que se aferra a la vida cuando ha comprendido que ya jugó su última carta mientras el corazón le estalla por un infarto masivo. No es necesario llegar a tanto. Los procesos democráticos ofrecen la alternancia en el poder para que los pueblos no sufran la situación de orfandad y desconcierto que hoy padecen los ciudadanos de la querida Venezuela. Si bien es cierto que Chávez organizó un esquema de sucesión inteligente y se encargó de que sea un ex conductor del metro de Caracas, como Nicolás Maduro, quien tome el poder en su reemplazo y no el acaudalado académico Diosdado Cabello, titular del Parlamento. Se aseguró así el presidente muerto que su mano derecha continúe con las políticas de estatización de los recursos naturales así como de regulación de las empresas extranjeras, los medios de comunicación y los espacios sindicales, bases de una estrategia de construcción política que generó fanáticos seguidores pero también enfervorizados críticos. Con Chávez muerto Maduro es quien asume su rol de continuador, por lo que se espera que en las próximas semanas, una vez que el ex presidente se halle en una cápsula de cristal y embalsamado para la posteridad, llame a elecciones y triunfe por un margen aún superior a las victorias logradas por el propio líder bolivariano en los comicios que protagonizó desde su llegada al poder, 14 años atrás. No hay dudas de que Maduro, quien además fue canciller y presidente de la Asamblea Legislativa, logrará un altísimo consenso y gozará del respaldo popular por un largo período, pero aunque quiera parecerse y predique el culto eterno al Chávez convertido en prócer carece del carisma de su antecesor. Maduro no es un buen comunicador de sentimientos e ideales. No seduce con cada palabra ni genera lazos de empatía casi narcotizantes como los que obtenía el presidente fallecido en cada contacto cara a cara o a través de su famoso programa Aló presidente. El magnetismo de Hugo Chávez Frías se fue para siempre con él y por más que Maduro gane las elecciones y las mayorías acompañen su gestión, corre serio peligro de desdibujarse progresivamente en medio de los inconvenientes del modelo económico imperante en Venezuela, con una fuerte intervención del Estado en los procesos productivos, industriales y comerciales, pero con el efecto más negativo de las regulaciones más duras. Entre ellos, la inflación, la inseguridad y la ausencia de inversiones internacionales que, radicación de capitales mediante, generen una dinámica que reemplace paulatinamente el asistencialismo con un modelo de pleno empleo donde impere la productividad y los salarios se midan en función de la eficiencia de cada trabajador. Todo eso debe enfrentar Maduro cuando pasen los funerales oficiales y la incógnita es si la sociedad venezolana soportará los sinsabores del sistema sin la voz potente del Chávez que conquistó hasta al mundo islámico llamando «diablo» al George W Bush desde el sitial mayor de las Naciones Unidas. Sólo Chávez fue capaz y todos quienes velaron sus restos lo saben. Por eso lloraba a mares el Presidente uruguayo y ex guerrillero tupamaro José «Pepe» Mujica, quizás uno de los jefes de Estado latinoamericanos más conscientes de que con la temprana desaparición del líder bolivariano peligra la primavera de emancipación ideológica que experimentaron los países del  Cono Sur a partir del surgimiento de figuras como las de Lula da Silva, Néstor Kirchner, Evo Morales, Michelle Bachelet, Fernando Lugo y Rafael Correa. Todos ellos, con matices diferentes y estilos distintos, comulgaron con una idea de soberanía política que se posiciona a años luz del Alca que propuso Estados Unidos. Todos ellos confiaron en que volcando cuantiosos recursos del Estado al financiamiento de políticas asistencialistas, con subsidios para el transporte, créditos blandos para las obras de infraestructura y pensiones para mujeres desamparadas alcanzarían un nivel de equidad social que, a la postre, habría de generar el terreno fértil para el segundo paso de la emancipación de los pueblos latinoamericanos: la sustitución de los métodos subsidiarios por un reverdecer de la producción y la industria de cada país perteneciente al bloque de la Celac, desde México hasta el extremo Sur de la Argentina y Chile, naciones con potencial suficiente para transformarse en líderes de la economía mundial, pero ancladas por un subdesarrollo que el modelo capitalista adjudica, justamente, al populismo sin visión estratégica de sus gobernantes. Para los especialistas de Wall Street, la receta económica proteccionista de países como Venezuela, Argentina y en cierto modo el Brasil, a la larga terminará por agotar las reservas que cada uno logró atesorar en un contexto internacional favorable para los productores de alimentos y de petróleo, pero que sin tecnología ni inversiones en investigación podría desfallecer por el peso del tremendo costo financiero que implica sostener a grandes franjas de ciudadanos marginados del mundo laboral por males endémicos muy difíciles de erradicar.   Las recomendaciones de los organismos multilaterales de crédito es que los países latinoamericanos dejen de gastar tanto en sectores que no producen lo que consumen y vuelvan a integrarse al concepto de libre mercado con la consigna solamente la fuerza del capital privado podrá absorber mano de obra hasta eximir a los gobiernos  de los tremendos costos del asistencialismo. En Venezuela, en la Argentina, en el Brasil y en Chile, por citar a los países más representativos del bloque de la Celac, hay fuerzas políticas de centroderecha que piensan de esa forma y apuntan a un cambio de rumbo ideológico para instalar una suerte de liberalismo económico moderado. Para jefes de Estado con la historia militante de Mujica eso sería el fin de una ilusión. Por eso el llanto del ex tupamaro, y también porque ya no está Lugo en el poder de Paraguay, porque Néstor Kirchner se fue de este mundo sin garantizar una sucesión para su esposa, porque Piñera desplazó a Bachelet y porque  con Evo, Correa y Dilma Rousseff no alcanza para reemplazar la iconografía latinoamericana que sintetizaba Chávez en cada una de sus apariciones públicas, en cumbres como la que encabezó en Mar del Plata hace algunos años, en sus encuentros con Fidel Castro y, por qué no, en su apuesta a las disciplinas culturales y deportivas que le dieron a Venezuela -por ejemplo- un esplendor futbolístico que nunca antes había tenido. Pero el poder es adictivo y tiene efectos colaterales. En especial cuando el poderoso declina la opción de un recambio de figuras y roles en el marco democrático. Los liderazgos personalistas adolecen de futuro porque sus jefes o fundadores difícilmente pueden ser igualados por sucesores que, por lo general, no se hallan a la altura de las circunstancias. Algo así podría pasarle al chavismo si Maduro no alcanza las altísimas expectativas de una sociedad sumamente politizada y movilizada como la venezolana.Toda esta incertidumbre que se cierne sobre Latinoamérica por culpa de líderes que no midieron las consecuencias de sus inmolaciones se hubiera podido evitar si, en vez de la negación, el ocultamiento y la tozudez hubiera habido en sus entornos alguna cabeza fría que recomendase un alto en el camino para un simple chequeo médico en pos de un diagnóstico oportuno. El avance de la ciencia médica hace que hoy toda enfermedad tomada a tiempo se pueda curar, o por lo menos sobrellevar en condiciones de plenitud.Evidentemente, no siempre el heroísmo de un líder que todo lo pone en juego por el pueblo al que asegura defender es la mejor opción cuando la enfermedad del poder hace de las suyas y deja, como en este caso en Venezuela, a todo un país en la nebulosa.   Fuente: www.diarioellibertador.com.ar

 



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