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EL TIEMPO EN LA CRUZ

20 de julio de 2014

Amigos y hermanos, no tienen padres y trabajan para llevar comida a su familia

Matías y Juan caminan ofreciendo tarjetas a 2 pesos para poder llevarle dinero a su hermana pocos años mayor que está a cargo de la familia.
Viven en el barrio Apipé y cuando no trabajan van a la escuela del barrio; sólo pidieron cuadernos y lápices de colores.

Matías de 12 años y Juan de 8, hace varias semanas tuvieron que salir a trabajar porque sus padres no están en su hogar y tienen que ayudar a comprar comida para ellos y sus hermanos. Viven en el barrio Apipé y están a cargo de una hermana mayor que trabaja como doméstica en una casa.  Cuando no van a la escuela de su barrio, recorren la peatonal Junín ofreciendo tarjetas que ellos mismos compran. Necesitan dinero para comprar alimentos y útiles escolares. “Mis padres están de viaje, somos cinco hermanos y la mayor tiene 16 años, ella es la que nos cuida”, contó Matías a El Litoral mientras miraba a su hermano que trataba de vender tarjetas a quienes transitaban por el lugar. “Llegamos a la mañana y al mediodía vamos a mi casa a llevar la plata para que mi hermana compre para comer, a la siesta vamos a la escuela y a veces a la tarde volvemos a salir”, relató el niño de 12 años. Al consultarles qué necesitan para llevar a la escuela, respondieron “cuadernos y lápices de colores”.  Durante la conversación los hermanos no se separaron nunca, se observaban y al responder las preguntas de este medio miraban al piso. Con pocas y tímidas palabras relataron una realidad que cientos de niños comparten, que es ser el sostén de la familia. “La gente nos ayuda muy poco, nos dan muchos caramelos pero nosotros necesitamos llevar la comida a nuestra casa”, dijo Matías. “Vendemos tarjetas a 2 pesos por el Día del Amigo, no compran mucho”, contó Juan mientras sostenía una bolsa de dulces que le dieron durante la mañana de ayer.  Los niños tenían sed y fueron hasta el edificio del diario para tomar agua. “Mirá qué grande es”, señaló emocionado el hermano menor mientras el otro se fijó en el dispenser. Luego de tomar dos vasos de agua cada uno, agradecieron a la persona que les prestó el vaso.  Estos pequeños actos de simpleza y educación demostraron el carácter y personalidad de estos hermanos que la vida unió. “Tratamos de volver antes de las 21 porque después es muy peligroso”, contó el mayor, que nunca perdió la confianza en el momento de la nota. No fueron como otros chicos que no quieren hablar o no se dejan sacar fotografías; fueron muy amables y sencillos. En la ciudad hay muchos grupos de menores que piden en las calles, muchos de ellos y por la exclusión social que estos hermanos relataron, cayeron en el resentimiento y el odio hacia quienes rechazan ayudarlos.  Muchos otros consumen drogas para olvidar la realidad que viven o son obligados a trabajar por parte de mayores que los controlan y son violentos con ellos.    Fuente:www.ellitoral.com.ar

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