OPINIÓN
12 de octubre de 2025
Anexar Argentina, el plan de Trump que Milei y las elecciones pueden arruinar

El salvataje a Milei es un seguro de riesgo para Wall Street y habilita el desembarco estadounidense pero no paga la deuda con los argentinos. Bessent y Bennett, las caras de la intervención trumpista sobre el gobierno de LLA. Pases y puertos de la disputa con China. El pensamiento íntimo de Cristina en San José 1111.
Por Diego Genoud
Servirá para que La Libertad Avanza llegue con signos vitales hasta las elecciones. El 26 de octubre es el día D y puede arruinar el desembarco de Donald Trump en el gobierno de Javier Milei, si el resultado no es el que esperan en Washington. La histórica intervención de Estados Unidos para salvar a la extrema derecha local tiene componentes inéditos y ratifica antes que nada la importancia de Argentina en el tablero geopolítico. Más que la suerte del cosplayer, a Trump le interesan el litio, el uranio, las tierras raras y el corredor militar bioceánico más importante del continente.
Los feligreses del presidente y las relaciones carnales predican contra la evidencia: dicen que esta vez es distinto al blanqueo y al endeudamiento de abril con el FMI y vuelven a proyectar imágenes de un país que despega con una lluvia de inversiones. Pero el salvataje tiene rasgos de invasión. Se pudo ver en la última semana, cuando el consultor Barry Bennet aterrizó en Casa Rosada para darle indicaciones al renacido Santiago Caputo. Según publicó Clarín, el enviado de Trump se lanzó a hablar con los gobernadores para devolverle a Milei el apoyo que perdió. Todo con el blindaje asociado de importantes empresarios de medios que nacieron en Argentina pero miran al país desde el norte. Desde el más allá, Terence Todman y James Cheek piden un poco de respeto por la soberanía argentina.
¿Atarse a Trump es una buena estrategia electoral para Milei? Falta poco para saberlo, pero la campaña de Estados Unidos en el sur del mundo puede chocar con la voluntad de millones de argentinos que van a ir a votar.
Como ratificó The New York Times, el primer objetivo del financista Scott Bessent es salvar los intereses de los fondos de inversión que lo tienen como embajador en el Tesoro de Estados Unidos. Desde grandes pulpos como BlackRock hasta financistas criados en el feedlot de George Soros como el especulador Robert Citrone que hoy son promotores de la quimera libertaria. Si las promesas se cumplen, los efectos concretos sobre la vida cotidiana de las mayorías van a tardar en llegar. Los primeros beneficiados, dice un escéptico con base en Wall Street, van a ser los argentinos de clase media alta se vayan a Miami en los próximos meses.
La operación es inédita porque nunca en su historia el Tesoro había comprado moneda de otro país. Si los fondos de inversión tienen de por sí la capacidad de empujar al abismo a una economía vulnerable al extremo como la argentina, la artillería del gobierno estadounidense puede dinamitar el mercado de cambios y exponer la fragilidad a la enésima potencia. Lo que hoy se presenta como un salvataje mañana, cuando a Bessent no le guste el presidente, puede ser un bombardeo masivo si el Tesoro sale a rematar el peso que hoy considera subvaluado. Para Martin Guzmán, es la primera vez que Estados Unidos dispone de armas de destrucción masiva de carácter financiero.
El blindaje de Trump al peón de la extrema derecha en el cono sur es tan obsceno que genera rechazo en gran parte de las élites políticas y financieras de Estados Unidos. Por eso, las declaraciones de Bessent, sobre un Milei decidido a sacar a China de Argentina, apuntan a lograr un consenso mayor que hasta ahora no se percibe. El experto en geopolítica y política exterior Bernabé Malacalza detalla en un libro de reciente aparición que la postura anti-China es transversal y se promueve desde casi todos los centros de pensamiento de Estados Unidos. En el hemisferio que va de la derecha a la extrema derecha, lo propagan el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales y la Corporación RAND, de centroderecha, hasta la Heritage Foundation, ligada al movimiento MAGA y los libertarios del Instituto Cano. Pero hacen también think tanks progresistas como el Instituto Brookings, el Center for American Progress y el Carnegie Endowment for International Peace. Autor de “Las cruzadas del siglo XXI”, Malacalza aporta una definición crucial. “Existe en Estados Unidos una relación simbiótica de raíces profundas entre el Pentágono, Wall Street y las tecnológicas de Silicon Valley, que se benefician del auge de la competencia estratégica con China”, dice. Además destaca un dato que muestra la ruta de la intervención trumpista en América Latina.
Trump no solo anunció la anexión de Groenlandia apenas asumió sino que desató una presión fenomenal sobre Panamá para expulsar a las empresas chinas de dos puertos estratégicos que operan en los extremos del canal de Panamá y funcionan como puntos de acceso multidominio. El puerto Balboa sobre el océano Pacifico y el puerto Cristobal sobre el Atlántico eran operados por la hongkonesa CK Hutchison Holdings. En marzo de este año, después de la visita que Marco Rubio hizo a Panamá, Trump forzó la compra de esos dos puertos a través del gigante BlackRock.
Hace 10 días, Financial Times agregó un nuevo movimiento. El gigante de Larry Fink está a punto de adquirir AES Corp, una multinacional dedicada a la generación y distribución de energía eléctrica que en Panamá tiene una hidroeléctrica, una planta de gas natural y es socia del estado panameño. BlackRock opera en el mercado a través de su sello Global Infraestructure Partners (GIP).
Unos días antes de la visita de Rubio a Panamá, el jefe del Comando Sur Alvin Hosley había desembarcado en Ushuaia con interés de instalar una base que funcione como puerta de entrada a la Antártida. En el marco de la disputa con China en el Atlántico Sur, el Pentágono quiere invertir en la construcción de la Base Naval Integrada y el Polo Logístico Antártico que Argentina planea desde hace tiempo. La base tendrá participación militar norteamericana, según lo que dijo Milei en 2024 y ratificó Victoria Villaruel el último 2 de abril. En el gobierno dicen que Ushuaia es el principal cruce militar bioceánico del continente porque el Canal de Panamá es utilizado de manera prioritaria para comerciar mercaderías y sustancias. Además, por su ubicación estratégica en el Atlántico Sur, la ciudad que visitó el almirante Hosley es un lugar inmejorable para instalar un puerto que compita con el que tiene Chile en Punta Arenas y pretende desarrollar Gran Bretaña en Malvinas, ahora con 200 millones de dólares de la banca Rothschild.
Si se concreta, la reunión de Trump con Milei en la Casa Blanca servirá para escenificar algo bastante parecido a la anexión de Argentina por parte del movimiento MAGA. Con prisión domiciliaria desde hace casi cuatro meses por decisión de los tres jueces de la Corte Suprema, Cristina Fernandez de Kirchner está convencida de que Trump no va a dejar caer a Milei. Desde hace varios días, la ex presidenta repetía en San José 1111 que alguna forma de blindaje iba a llegar porque el ex panelista es un aliado clave, al menos hasta que se conozcan los resultados de las próximas elecciones en Chile, Colombia y Brasil.
En el segundo piso del departamento donde está detenida, Cristina se muestra entera y habla como siempre. En la intimidad, asegura a quienes la visitan que el modelo de Milei está terminado y recuerda que la tercera crisis de deuda, que ella vaticinó en febrero de 2024, está expuesta como nunca. “El ya sabe que fracasó. Por eso es tan agresivo”, dice. Desde su visión, Milei no es tonto ni tarado. Al contrario, es capaz de hacer cualquier cosa para conservar el poder. CFK sostiene que las fuerzas aliadas al presidente le van a tomar el gobierno después de las elecciones y la operación del trumpista Bennett entre los círculos políticos locales parece convalidar ese intento. “Le van a querer armar el gobierno y él es capaz de juntarse con cualquiera”, afirma.
El lunes pasado, Cristina vio el recital de Milei en el Movistar Arena. Ella cree que una parte de la sociedad todavía conecta con el tipo de sentimientos que transmite el ex panelista. Por eso recomienda la lectura de “Síndrome 1933”, un libro que, según repite, explica este momento incluso mejor que “Los ingenieros del caos”. Es un texto de Siegmund Ginzberg que relata la agonía de la República de Weimar y la crisis del sistema político que dio origen al nazismo. La complicidad civil es uno de sus ejes.
En la misma semana en la que Milei declaró en televisión que él fue el que la metió presa, Cristina reiteró en San José 1111 tres nombres que, no tiene dudas, tuvieron que ver con la decisión que el presidente se atribuye: Héctor Magnetto, Mauricio Macri y Julio Cesar Saguier. El objetivo, dice, fue el disciplinamiento de la clase política y se cumplió porque muy pocos, entre los que aspiran a gobernar, se pronuncian sobre su caso.
La ex presidenta dice que el caso Espert dejó al desnudo el rol de Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti, los tres supremos que la condenaron una semana después de que se lanzara como candidata pero tardaron tres años y cuatro meses para conceder la extradición del narcotraficante Fred Machado.
A dos semanas de las elecciones, Cristina deja trascender cierto optimismo pero no confía en lo que sugieren las encuestas. Dice que hay que esperar al 26 de octubre para saber si se refrenda la tendencia del 7 de septiembre o si aparece la fuerza de la reacción en rechazo al peronismo, como sucedió en las generales de 2019 y el balotaje de 2023. No descarta que el antiperonismo se haga sentir como otras veces. “Yo no quiero tener razón: quiero ganar elecciones”, repite. Su objetivo está centrado en el sistema institucional: lograr la mayor cantidad de diputados y senadores para impedir que Milei avance con las reformas que exigen el FMI y la facción más ruidosa del establishment.
Todo el salvataje trumpista a la extrema derecha local y todas las promesas de inversiones faraonicas quedarár subordinadas al resultado de las elecciones. El pronunciamiento social sobre un plan inviable, que deja afuera a la mayoría de los argentinos, puede liquidar cualquier proyecto diseñado entre Washington y Wall Street. También amargar a Kristalina Georgieva, el camaleón que hablaba de relaciones constructivas con el Frente de Todos y ahora posa como empleada de Bessent.
La ex presidenta advierte que son pocos los grupos de poder locales están conformes con Milei. Además, especula con escenarios de corto plazo y se pregunta cómo va a hacer el Grupo Clarín, que se endeudó por mil millones de dólares con bancos extranjeros para quedarse con Telefónica, para enfrentar la devaluación que todos esperan antes de fin de año.
Cristina le quita importancia a las conspiraciones de palacio que apuestan al cataclismo libertario y le pide a sus leales que eviten cualquier movimiento que pueda ser asociado a las denuncias de golpe de un gobierno que se victimiza. En el fondo, piensa que todas las fantasías destituyentes van a fracasar mientras en la calle no se manifieste el desborde social.
La situación de CFK es paradójica como nunca. Está detenida y fuera del juego democrático, con un bloque de poder heterogéneo que se une en la condena a su liderazgo y sin posibilidad de lograr una sentencia favorable en el corto plazo. Pero sigue informada y activa. Más todavía, advierte que va a ser muy difícil gobernar la Argentina después de Milei, con mayor endeudamiento, dependencia creciente, injerencia del poder judicial sobre la política y un sistema de medios que trafica a diario el interés de los dueños como preocupaciones sociales. “Un presidente no va a poder resolver la situación, ni siquiera un solo partido”, asegura. Tal vez por eso, se reivindica como la principal promotora de la unidad en el peronismo. Cristina piensa en las variables de un modelo posible: el tipo de cambio, el nivel de los salarios, la inversión en desarrollo y el tipo de Estado que hace falta. En sus movimientos, no hay indicios de que se sienta retirada de la política.
Fuente: www.eldestapeweb.com