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EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

6 de abril de 2025

Argentina, un paraíso de la fragmentación

Milei y la lucha por los negocios. Todas las fuerzas políticas y sociales tienden a dividirse mientras el Presidente cada vez vive más aislado en su realidad paralela. Las verdaderas exigencias del FMI y lo que significan para la población, son la única y terrorífica carta que puede terminar ordenando a la oposición.

Por Eduardo Aliverti

La fragmentación del escenario político argentino es inédita. A lo largo de la historia hay ejemplos sobrados de rompimientos partidarios, pero es diferente si se trata de divisiones en tribus. También las hubo siempre, pero no dominando el total del mapa. Y eso agrava el cuadro en la representatividad de lo que se denomina “el campo nacional y popular”.

Hay tribus para todos los gustos. Están quienes prefieren llamarlas “ligas” o “sectores”, porque resuena menos agresivo. Por ejemplo, se menta a la “liga de los gobernadores” que, tradicionalmente, (se decía que) agrupaba los intereses de las provincias contra el centralismo porteño. Pero ahora resulta que, además, debe diferenciarse entre los gobernadores con y sin peluca, sumado al cordobesismo que sí se mantiene en jugar solo, para un lado y otro, según las conveniencias de cada circunstancia.

Ni hablemos, claro, del show de tribus en el campo sindical. O de lo que sucede en las intendencias bonaerenses. En particular, del conurbano. Atención: el esquema se repite en prácticamente todos los territorios provinciales. Pero carece de rebote en los medios de alcance nacional y, entonces, parece que sólo es cuestión del gigantesco entramado de La Provincia. No es así, ni de lejos. Quien viva en capitales, ciudades y pueblos del interior conoce perfectamente que la política local incluso divide a las tribus en “carpas”.

En el caso de la provincia de Buenos Aires, el tema se potencia a raíz de la contienda, cada día más marcada, entre las huestes que responden al gobernador y quienes lo hacen en respaldo a la ex presidenta. En las próximas horas se sabrá si la ruptura es irreversible, o si serán capaces de frenar al borde de un abismo susceptible de conducirlos a la derrota.

¿Ocurrirá que el peronismo tenga vocación de suicidio, o que esté dispuesto a jugar con ese riesgo? ¿Sus figuras más significativas han hecho todo lo posible para evitarlo? Por lo pronto, las rencillas ya llegaron demasiado lejos como para que las eventuales negociaciones no redunden en que alguno de los bandos sienta que retrocedió.

Una mayoría de alcaldes peronistas (44) se pronunció a favor de desdoblar las elecciones provinciales y nacionales. Una minoría (23) las pretende simultáneas. Y queda el resto que, a su vez, está fragmentado entre adherentes a Sergio Massa e “independientes” que todavía no tomaron posición declarada.

En la Ciudad, la lista que encabeza Leandro Santoro sí pudo armonizar a las tribus diversas del rompecabezas de peronismo y progresismo, para volver a usar esas definiciones convencionales que desde el punto de vista ideológico no tienen sustento alguno. Y si acaso lo tuvieran, a efectos prácticos carecen de toda importancia. Desbancar a los Macri o empezar a hacerlo, nada menos que en la marquesina porteña, convierte en irrelevante cualquier polémica que se proclame “doctrinaria”.

Sin embargo, lo obtenido por la figura de Santoro es una excepción. El promedio de lo restante consiste en un espectáculo divisionista que, para reiterar, tiene absorto o indiferente al conjunto de los urgidos, o necesitados, o expectantes, por hallar una opción contra los libertaristas.

Hacia la derecha, si es por representación en las urnas, se reproduce esta suerte de competencia cariocinética.

Los hermanísimos y Mauricio Macri se trenzan en una disputa también inédita, profundizada al haberse lanzado la campaña. La pareja presidencial cree estar en condiciones de llevarse absolutamente todo por delante. Y El Calabrés les marca la cancha con un apunte que excede por mucho a inventivas capusottianas o de Revista Barcelona: habla de su “apego a la institucionalidad”. Bingo. Semeja que es todo lo que le faltaba a la política argenta, para ratificarse como un terreno lisérgico.

En aras de este sketch, Macri aportó lo suyo, despechado y decidido, a fines de que el Senado volteara la aprobación de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla como miembros de la Corte Suprema. Los Hermanos se comieron una paliza de aquéllas, que no pudo ser disimulada ni por sus lechosas tropas mediáticas.

Es casi inconcebible que los Milei hayan insistido hasta último momento en introducir por la ventana a dos jueces que, según se sabía de sobra por los números parlamentarios, no tenían posibilidad alguna de atravesar al Senado.

¿O no es tan incomprensible?

Sin necesidad de dar crédito a la profusa cantidad de rumores en torno a la (in)estabilidad psíquica del Presidente, que involucran relatos alarmantes, se comprueba en el cotidiano que Milei parece vivir en una realidad paralela en cuanto al diagnóstico y accionar de dos cosas.

Una es su prescindencia total respecto de cómo construir base de apoyo político, para la aventura terrorífica que encabeza formalmente.

Con la salvedad de sus loros comunicacionales, que sin solución de continuidad están dispuestos a inmolarse en el altar del ridículo, no hay jornada en la que no destruya toda posibilidad de puentes con sus aliados.

Milei cree y opera sobre la seguridad de que le alcanzará y sobrará, in eternum, con la imagen positiva en alrededor de ¿una mitad social? ¿Poco más? ¿Algo o bastante menos?

La otra cosa es cómo ignora aspectos elementales del funcionamiento geopolítico, de cuáles son las efectividades conducentes de Donald Trump y del verdadero cepo que el Fondo Monetario le impone a este culo del mundo respecto de sus chances de desarrollo productivo.

Las acciones de las empresas argentinas en Wall Street, por cierto que acompañando al global de los mercados, se derrumban. El riesgo país volvió a dispararse, impidiendo toda alternativa de conseguir financiación a tasas razonables. La Bolsa se hundió. La cotización del dólar sugiere nada más que su trepada.

Mauricio Claver Carone, referente en jefe del Departamento de Estado para América Latina, puso la guinda del helado. Advirtió que, si los argentinos aspiran a una apoyatura incondicional, deberán correr a China de su asistencia financiera. Y de “penetración” en materia de obras de gran porte, claro. Los swaps chinos son un 60 por ciento de las reservas efectivas.

Carone no dejó lugar a dudas y, en rigor, es el primero que blanquea (los) condicionamientos del Fondo. Caputo Toto reniega de darlos a conocer. Literalmente, este funcionario estrella de Washington dijo que si Argentina quiere la plata hay que empezar por ahí. Por abrirse de los chinos.

Empero, Jamoncito no para en su onanismo trumpista. Si algo debe reconocérsele es la vocación inclaudicable de entreguismo, para decirlo en un lenguaje panfletario cuyo lugar común es indesmentible.

Se hace complicado no interpretar que tenemos a un Presidente-niño, ni siquiera adolescente, convencido o actuante acerca de que está practicando un juego de liderazgo universal. Premiaciones truchísimas. Halagos que ni tan solo le permiten conseguir fotos sustantivas en la sede de un Imperio decadente. Y así de corrido.

En el aniversario de Malvinas cruzó otro límite, al aseverar que deben contemplarse los deseos de los kelpers y esperar que deseen ser de los nuestros. Más cipayo no se consigue.

Pero el problema es que ese tipo de actitud repugnante no es ni apenas constitutivo de alguna política exterior superadora de la mera agachada. Lo criticaron con dureza desde lugares que no son, precisamente, un paradigma de patriotismo. Salió a “explicarlo” la Comandante Pato, quien todos los miércoles sigue gastándose su sed represiva contra jubilados y manifestantes.

Es a partir de aspectos como ésos que Milei acaba produciendo el quiebre representativo-electoral del bloque dominante, donde, para sorpresa del mundillo politizado en un país que nunca agota el asombro, la derecha también se astilla en tribus.

Y es en instancias como éstas cuando pueden caber las confusiones de coyuntura, pero no las estructurales.

Que ese bloque tenga contradicciones secundarias acentuadas no significa, ni por asomo, la alteración de que lo nodal es una lucha despiadada por tajadas de negocios. Punto.

Macri, tan falsamente gracioso en su apego a la institucionalidad, porta el resentimiento por haberse quedado afuera de componendas ligadas a las transas con el Estado. Él y sus amigos, en las licitaciones públicas, ahora reemplazados -en parte- por los hermanos del alma que aprovechan a triángulos de hierro y desregulaciones sturzeneggerianas.

Asimismo dicho con retórica tribunera, esos conflictos son para consumo de la gilada.

El nudo auténticamente dramático es el de las fuerzas de aquél “campo nacional y popular” que no logra ponerse de acuerdo ni en táctica, ni en estrategia, ni en nombres, ni en liderazgos.

Quizás, finalmente, la prepotencia de los hechos será capaz de articularlas.   Fuente: www.pagina12.com.ar  

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