Institucionalizado en una declaración universal, que no determina fecha, el Día del Niño se celebra en la Argentina el tercer domingo de agosto por un mandato comercial. Así, con una tradición que se remonta a varias décadas, la agenda doméstica marca que a mitad del mes, supuestamente lo más frío del invierno, es tiempo de agasajar a los pequeños con lo que cada grupo familiar pueda disponer. Dado el cuadro social y económico que envuelve al país, no debería resultar una sorpresa que hoy el agasajo sea un suculento plato de comida, ya que por lo menos seis de cada diez chicos viven bajo la línea de pobreza. 

Por muy doloroso que suene, el día del niño en la Argentina es el día de la pobreza. Los menores de hasta 17 años, el segundo segmento etario más numeroso del país, está dominado por condiciones de pauperización. Necesidades básicas insatisfechas, que van más allá de la alimentación diaria, y que han crecido de manera exponencial en los últimos años. La provincia de la región NEA, que incluye a Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones, figuran a la cabeza del ranking, por encima del promedio nacional que de por sí ya es alarmante. 

En el preámbulo de la celebración del Día del Niño, que desde hace un tiempo se ha pretendido reemplazar por el Mes de la Infancia, dos informes privados advierten sobre el dramático crecimiento de los niveles de pobreza e indigencia, en particular entre los chicos.

Dentro de un mes el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos -Indec- dará a conocer la medición de pobreza e indigencia correspondiente al primer semestre de 2024, reflejará la incidencia del plan económico del gobierno de Javier Milei; los analistas descuentan que las cifras serán negativas. La referencia para una comparación son los datos del segundo semestre de 2023 -último período de los Fernández-, que arrojó un promedio nacional del 41,7% de pobreza, un punto y medio arriba de lo que se midió en el primer semestre de ese mismo año. En Corrientes y el NEA ya se vislumbraba un fuerte deterioro social (ver aparte). 

El vaticinio es que la próxima lectura del Indec dará cifras muy altas en pobreza a indigencia, estadística que se vuelve más cruda en determinados segmentos etarios. Por lo pronto, hay datos preliminares de distintos organismos que anuncian el cuadro. Por ejemplo, Unicef Argentina lanzó una cruda campaña mediática para alertar que un millón de niños se van a dormir sin comer. El informe indica puntualmente que un millón y medio de chicos saltea alguna de las comidas diarias.

Los datos corresponden al primer trimestre del año y estiman que más de 7 millones de chicos son pobres por ingresos (57,5% del total), y que 2,4 millones (19,4%) viven en hogares con ingresos menores a una canasta básica alimentaria.

La organización reconoce que gracias a políticas de transferencias de ingresos, como la Asignación Universal por Hijo (AUH) o la tarjeta Alimentar la indigencia se mantuvo a raya. "De eliminarse las transferencias de ingresos se sumarían más de un millón de niños a la pobreza extrema", advierte el estudio.

Esta semana también se conoció un informe de la Universidad Católica Argentina (UCA), que señala que el 62,9% de los niños y adolescentes vive en situación de pobreza, y el 16,2% en situación de indigencia. Los datos no contemplan la información de los últimos meses, por lo que podría inferirse que la situación se agudizó aún más. Los especialistas remarcaron especialmente la caída del consumo de alimentos como carne, frutas, verduras y lácteos.
El informe de la UCA indica que "esta es la cifra más alta desde 2010", cuando se empezó a realizar el relevamiento.

Fuente: www.nortecorrientes.com