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EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

24 de marzo de 2024

Volver a empezar

Consenso democrático que ya no es, default de la política y deudas de la sociedad consigo misma. Horizonte con nubarrones.

Por Marcelo Falak

El triunfo electoral de Javier Milei y su práctica de gobierno hacen pensar que el consenso sobre la democracia y los derechos humanos que se creía asegurado desde 1983 ya no existe. Este domingo, Día de la Memoria, cientos de miles de personas, si no millones, saldrán a las calles de todo el país, pero esa reacción responderá al sentimiento de que lo que se creía asegurado para siempre tambalea como nunca.

El clima de intolerancia y hasta de odio que emana de la Casa Rosada; la insistencia del Gobierno en desafiar la jurisprudencia establecida y pergeñar una narrativa negacionista sobre el terrorismo de Estado; su ninguneo del ataque brutal a una militante de la agrupación H.I.J.O.S. –continuidad, acaso, del atentado fallido contra Cristina Fernández de Kirchner –; la aparente intercepción ilegal del teléfono de Estela de Carlotto; la instauración de una "doctrina Chocobar" para tirar a matar por la espalda y sin voz de alto que no se ve ni siquiera en los policiales de Hollywood y la intención oficial de reintroducir a las Fuerzas Armadas en el control de la seguridad interior son, entre otros elementos, motivos de alarma.

Vivir en la Argentina de Javier Milei

Más hechos se suman a la preocupación. En la Argentina regida por la ultraderecha le es permitido a un diputado promotor del meter bala –José Luis Espert – llamar a una rebelión fiscal en una provincia, no solo violando el Código Penal sino lindando con la sedición. Para peor, la iniciativa es avalada y justificada por el propio Presidente y ningún sector, salvo el peronismo directamente perjudicado, pone los puntos sobre las íes respecto del peligro institucional que esto encarna.

Mientras, el anarcocapitalista que se ha entregado a la ingrata tarea de conducir el Estado argentino emite decretos de necesidad y urgencia (DNU) a sabiendas de su inconstitucionalidad manifiesta, reacciona con violencia a las resistencias que surgieron a un proyecto de ley ómnibus que pretendió dar vuelta al país como una media sin debate, manifiesta que la Cámara de Diputados es un "nido de ratas" y se lanza al asalto de la Corte Suprema con dos nombramientos, uno de los cuales –el de Ariel Lijo– debería naufragar en el Senado si es que todavía queda en pie algo que pueda denominarse república.

Cómo estarán las cosas que escuchar a Victoria Villarruel puede generar el espejismo de que su reivindicación de la última dictadura es una versión moderada de la facción gobernante.

¿La democracia está en los planes?

Lo anterior remite a una pregunta crucial: ¿quiere el mandatario hacer pasar sus planes por el Poder Legislativo o, en realidad, no encuentra problema en fracasar una y otra vez en tanto eso le permita tensar al extremo la relación entre los poderes, sirviendo a su forma de construcción de derecha populista? Los antecedentes de sus admirados Donald Trump y Jair Bolsonaro no son alentadores al respecto, toda vez que ambos salieron del poder en medio de violentos intentos golpistas.

En su libro Cómo mueren las democraciasSteven Levitsky y Daniel Ziblatt analizan el caso de los Estados Unidos de Trump, pero sus argumentos calzan justo en la Argentina de Milei. No por demasiado citado, ese texto resulta menos pertinente.

"Así es como solemos creer que mueren las democracias: a manos de hombres armados (…). Sin embargo, existe otra manera de hacer quebrar una democracia, un modo menos dramático, pero igual de destructivo. Las democracias pueden fracasar a manos no ya de generales, sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder", advierten los autores.

El modelo peruano

La condición de outsider de Alberto Fujimori, su descripción de la realidad peruana en su discurso inaugural de julio de 1990 como "la crisis más profunda de la historia", el rechazo del Congreso y el Poder Judicial a sus proyectos de ley antiterrorista por violar garantías constitucionales y el fracaso, en noviembre de 1991 en el Legislativo, de "un mamotrético paquete de 126 decretos" son, para los autores, los antecedentes del autogolpe de 1992.

El 29 de febrero, el periodista Marcelo Bonelli dijo en Clarín que el asesor presidencial Federico Sturzenegger mencionó, en un encuentro con un grupo de intelectuales, justamente el ejemplo de Fujimori cuando se le preguntó cómo haría Milei para gobernar sin el Congreso.

Aquí nomás

Sin embargo, no hay que ir tan lejos para detectar un deterioro severo del consenso democrático y de las propias normas de convivencia, hechos sobre los que Letra P alertó a través de un editorial durante la última campaña y que motivaron un ciclo audiovisual de reflexiones con motivo del cuadragésimo aniversario de la recuperación de las libertades.

Ya es sabido lo que no puede esperarse del gobierno de ultraderecha respecto del cuidado de la democracia, aunque aún no se conozca qué se debe esperar en cuanto a su erosión. La reflexión, entonces, se vuelca sobre los actores político-partidarios que presumen de defensores de la institucionalidad e incluso sobre la misma parte de la sociedad que se muestra sensible a ella.

Tocado por el atentado a la militante de H.I.J.O.S., el peronismo aludió al clima de odio que baja de la Presidencia, hecho de meses de alusiones a "zurdos de mierda" y "periodistas ensobrados", memes ofensivos y likes que oscilan entre lo humillante y lo directamente difamatorio.

Si el propio Milei se montó –esperablemente– sobre el recurso conocido de culpar a la víctima de la golpiza y violación, más decepcionante resultó la reacción de cordobesistas, radicales y otros que se limitaron a cumplir reclamando una investigación judicial, pero sin animarse siquiera a rozar al jefe de Estado inflamable.

Exactamente lo mismo cabe decir sobre el llamamiento a la rebelión fiscal en la provincia de Buenos Aires, como si no hubiera en ella intendentes no peronistas –radicales, macristas– que sufrirían por una caída de la recaudación adicional a la que provoca el Caputazo. De la institucionalidad, parece, mejor ni hablar.

Liderazgo se busca

La gente marcha este domingo por la memoria y por la democracia, pero, por masiva que sea esa manifestación, no será más que una expresión parcial de la oposición al proyecto oficial. En política sólo cambia la realidad la agregación de demandas variadas y la sinécdoque –la representación del todo por una parte– no pasa de figura poética.

Las condiciones parecen por ahora inmaduras para que el mileísmo sea contestado en otros términos, a través de construcciones políticas que, además de defender los derechos humanos y la institucionalidad, asuman que la salida también debe contener respuestas económicas y sociales.

El PRO, otra vez conducido por Mauricio Macri, trata de adivinar si el abrazo de La Libertad Avanza (LLA) lo llevará, en caso de éxito en la gestión, a su desaparición electoral o, en caso de fracaso, al hundimiento y el descrédito. Por lo pronto, parece haber renunciado definitivamente a la idea de constituirse en una derecha moderna.

La UCR, que sufrió aquel mismo dilema al asociarse con el partido amarillo, debe definir si conserva todavía alguna razón de ser, como pretenden Martín Lousteau y Facundo Manes, entre otras referencias, o si, ya que está, pasa de las manos de Macri a las de Milei a cambio de alguna canonjía.

El peronismo, en tanto, lidia con la crisis de identidad en la que lo sumió la fallida sociedad de Alberto FernándezCFK, sin lograr todavía darse un programa capaz de aclarar, de una vez por todas, qué cree posible y deseable hacer con la economía.

Por casa

¿Y la gente? ¿Qué será de quienes olvidaron que la libertad no es un eslogan que se vocifera ni un bien conquistado para siempre? ¿Qué, de aquellas personas que, aunque asumen que lo que espera en materia de economía y calidad de vida irá de mal en peor, no quieren despertarse un día de estos en un país en el que los discursos del odio estén validados desde lo más alto del poder, los militares detengan gente por la calle y los atentados a militantes pro derechos humanos sean moneda corriente?

A este último sector de la sociedad y, claro, del periodismo, le cabe la autocrítica. Autocrítica por haber dado por supuesto un consenso democrático que, se ve, no era tal. Autocrítica por haber confundido hegemonía cultural con el simple copamiento de un sector de la opinión publicada por parte de un grupo político. Autocrítica por haberse anquilosado, aferrado a tabúes y llenado de consignas que, guste o no, están en discusión. Autocrítica, por último, por no haber mirado con atención lo que siempre hicieron Madres Abuelas y, así, haber abandonado la docencia y haber reemplazado el diálogo con la juventud por un monólogo cada vez más carente de sentido.

Que las calles y las plazas se llenen de nuevo será un buen punto de partida, palotes imprescindibles para seguir escribiendo memoria y democracia. Lo que siga será inevitablemente ciclópeo. Se trata de volver a empezar.

Fuente: www.letrap.com.ar

 

 

 

 

 



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