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EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

29 de octubre de 2023

El rescate

Massa representa un nuevo liderazgo que propone el fin de la grieta como modelo de construcción política. Frente al clima de odio y violencia, la patria y la familia como símbolos de unidad.

Por Conrado Yasenza

En memoria de Mario Wainfeld.

El domingo 22 de octubre el 36,68% del pueblo argentino decidió no suicidarse. El candidato a Presidente de Unión por la Patria recibió un voto de confianza pero no un cheque en blanco, en un contexto de crisis económica muy grave. Los datos del INDEC así lo corroboran: un 40,1% de la población bajo la línea de pobreza, y dentro de ese número, que es un dato que desligado de la experiencia de vida diaria tiene la frialdad de una cifra, existe otro que duele: durante el primer semestre de 2023 la pobreza entre niños de 0 a 14 años alcanzó un porcentual de 56,2%, es decir un incremento de 5,3 puntos respecto del primer semestre de 2022.

Si al caminar por las calles de nuestras ciudades miramos, observamos, esas cifras cobran carnadura. Es un drama cotidiano. Pero claro, hay que tener disposición para mirar.

Otro elemento de la realidad social y económica que condiciona esa confianza otorgada a Massa, que es el actual ministro de Economía, es la inflación que en septiembre registró una variación de 12,7% con relación al mes anterior. El ministro y candidato a Presidente auscultó estos números y dispuso una serie de medidas económicas tendientes a morigerar la caída del poder adquisitivo del trabajador asalariado formal pero también del informal y de quienes se hallan fuera del sistema y cuya única red de contención es el Estado. Massa no fue insensible a esos números, que no son una mera planilla de Excel sino que están anudados a la vida de personas que viven y sufren pero que también sueñan con la posibilidad de que la tormenta afloje y salga el sol, el poncho de los humildes.

Massa o el surgimiento de un nuevo líder

Fondo con la bandera argentina y leyenda “Argentina-Sí”.

Massa sube sólo al escenario. Se emociona. Es una escena potente y de reflexión. Allí, la representación del surgimiento de un nuevo líder que propone el fin de la grieta como modelo de construcción política, que describe una programática de capital+trabajo+federalismo+integración al mundo vía producción agroindustrial y científica; un programa que también promete más Estado pero eficiente –esto es vital y se debe trabajar mucho para hacerlo real– y que no deja de lado la idea de seguridad y orden, que ya está latente en la población, en la comunidad y en el pueblo.

Un país vivible y ordenado. El candidato dice: se murió la grieta.

El candidato, solo en su atril, también se manifiesta a favor de los valores institucionales democráticos, que incluyen el respeto por el otro diferente, no su aniquilamiento o destrucción. Una manera de definirse frente a las reivindicaciones del horror.

La grieta

Massa ha interpretado que el modelo de gobierno sostenido a partir de una minoría intensa dejó de ser transformador para convertirse en un obstáculo. Hay un clamor en la sociedad, en las familias, en las reuniones de amigos: basta de grieta.

Está claro que las tensiones entre fracciones dentro y fuera de los espacios políticos no morirá, pero Massa visualiza una nueva Argentina donde la grieta como la conocemos, aquella que surgió con el conflicto por la resolución 125 en marzo de 2008 y que marcó un modo de hacer política que fue escalando en intensidad, no es un dispositivo político factible para su concepción de un peronismo ampliado.

Algunos plantearán que siempre en política debe existir un antagonista, un punto de partición. Massa lo ha identificado y sobre ese antagonista se expresa: Milei, el “sálvese quien pueda” y la destrucción del sistema democrático, pero también la grieta que estanca: frente al clima de odio, enfrentamiento y violencia, la patria y la familia como símbolos de unidad.

Allí entra en juego el cierre de escena del nuevo líder: la familia como el lugar de protección, la patria como familia colectiva, como comunidad; Massa invita al escenario a su familia y al candidato a Vicepresidente junto a la suya. Esa presencia ilumina lo que es ausencia en la propuesta nihilista de La Libertad Avanza.

Podemos pensar que ha iniciado su recorrido una nueva figura (algunos intelectuales reclamarán la falta de rigor para usar este término) que puede transformarse en líder o conductor de una nueva etapa del peronismo, que no deja fuera las tradiciones fundantes del movimiento. Entre ellas, una importante para esta etapa: la persuasión.

Massa, el resistido y cuestionado, incorpora aquellos espacios internos críticos bajo un estilo propio en cuanto a los modos de hacer política y ejercer la conducción. El lema que lo expresa: la muerte de la grieta y la pasión por la Argentina.

Último round

Hay clima de felicidad, alivio y festejo en el espacio de Unión por la Patria. Es válido pero amerita no descuidarse. La ultraderecha de Milei ha elegido el discurso del antikirchnerismo, vencida Bullrich, y convoca a este sector a derrotar a Massa trazando esa estrategia: antikirchnerismo y unión de la derecha para ganarle al peronismo. Teniendo en cuenta la performance de Juntos por el Cambio, no parece ser la idea más aconsejable, en parte por la categórica derrota de Patricia Bullrich y en parte porque el propio Massa ha realizado un trabajo estratégico y fino para despegarse de esa identificación; la idea de “se murió la grieta” y un gobierno de unidad (no de partidos sino de personas) así lo refleja.

Tabula rasa

Tabula rasa es una frase latina que puede ser traducida como “pizarra limpia” o “pizarra en blanco”. Milei propuso hacer tabula rasa y abrazar a todos aquellos que deseen derrotar definitivamente al kirchnerismo. ¿Mente vacía y abrazos?, ¿una combinación del buen salvaje y el de deus ex machina?, ¿la influencia de alguna rápida lectura de Santo Tomás de Aquino? O, simplemente, alguien que escribió ese discurso para que el gatito mimado del poder, según la definición de Myriam Bregman, convoque a la unidad del Frente de la Derecha en su cruzada contra ya no la casta sino los representantes del maligno en la Argentina. Parece, realmente, una mala idea como estrategia y no sólo por el distanciamiento no verbalizado de Massa con lo que fue aquella minoría intensa sino también porque el kirchnerismo es una fuerza incorporada a Unión por la Patria pero no ya hegemónica, lo cual no implica su muerte –como algunos sostienen: basta con observar la revalidación y recuperación de intendencias municipales.

Coda

El pueblo no siempre se suicida y posee estrategias de autoprotección ante la amenaza del salto al vacío, del abismo como futuro. Ha decidido, por lo menos una parte, creer. Una suerte de combinación entre la ilusión del porvenir y la actitud expectante. También el pueblo ha dado su respuesta a las fantasías de dolarización: por ahora se verifica que no ganó el dólar; es cierto, falta el último tramo de esta elección en tres partes, pero parecería que la bluemanía y las corridas en torno al dólar de cara grande no influyeron en el voto popular.

También podemos decir que las teorías de cierta izquierda intelectual –y que no se lea en esto una declaración anti-intelectualista– tampoco han sido tenidas muy en cuenta por ese pueblo que no quiere suicidarse. Digamos que esas teorías suponen que no hay salto al vacío, y menos al abismo, porque el abismo y su correlato de vacío ya es una realidad palpable que sólo garantiza que gane el partido del ajuste, por lo cual Milei no representa una amenaza de abismo porque ya lo habitamos. Raro, o al menos discutible, y casi cercano al cuanto peor…

En definitiva, parte del pueblo se ha expresado rescatando de entre todas las plagas y maldiciones esparcidas sobre nuestra tierra, una vez abierta la caja de Pandora, al último de los elementos contenidos en ella: la esperanza.

Ojalá el inframundo no se imponga.

Ojalá esa esperanza no sea defraudada.

* Artículo publicado en el portal La Tecl@ Eñe. El autor es periodista y docente en UNDAV.

 



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