Jueves 2 de Mayo de 2024

Hoy es Jueves 2 de Mayo de 2024 y son las 12:37 -

18.6°

EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

1 de septiembre de 2023

La democracia, bajo ataque

A un año del atentado. La trama política del intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner sigue en la oscuridad: 12 meses de laissez-faire judicial. El huevo de la serpiente y el león.

Por Marcelo Falak 

Este viernes se cumple un año del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, un año de laissez-faire judicial y un año de oscuridad sobre las posibles terminales de aquella trama. Un año de peligro para la convivencia plural, que no casualmente se asocia con este momento histórico.

Letra P le da al tema el despliegue que merece, atención que no le presta un Poder Judicial que, al parecer, está en asuntos más relevantes. "A un año del intento de magnicidio, la causa judicial contra las personas detenidas espera el juicio oral, mientras la trama política para determinar si hubo autores intelectuales detrás del hecho no avanza", sentencia Martín Soler.

Lo que ha ocurrido con este caso es un modo de fingir justicia veloz. La causa principal, que instruyó la jueza federal María Eugenia Capuchetti por el hecho material, fue elevada a juicio oral el 12 de junio pasado. En ese proceso deberán responder el femicida fallido, Fernando André Sabag Montiel, y su exnovia Brenda Uliarte, además de Nicolás Carrizo, presunto jefe de una banda de vendedores de copos de azúcar que habrían actuado como responsables de la inteligencia previa al atentado.

Lo que permanece abierto, como un proceso separado, es el capítulo de las posibles responsabilidades políticas, en el que los flecos sueltos sobran.

Uno, el eventual financiamiento –a través de unos inverosímiles encargos de muebles– de la familia Caputo a Jonathan Morel, líder del grupúsculo de extrema derecha Revolución Federal,responsable de una llamativa ola de acosos en la previa del ataque. Otro, las denuncias contra el diputado Gerardo Milman, –¿ex?– mano derecha de Bullrich, quien fue denunciado por supuestamente haber estado al tanto de lo que ocurriría y quien, de hecho, había escrito días antes, el 18 de agosto, un proyecto que advertía: "No vaya a ser que algún vanguardista iluminado pretenda favorecer el clima de violencia que se está armando, con un falso ataque a la figura de Cristina, para victimizarla, sacarla de entre las cuerdas judiciales en las que se halla y no puede salir, y recrear un nuevo 17 de octubre que la reivindique ante sus seguidores".

La capacidad anticipatoria del experto en seguridad no ha merecido mayores explicaciones y la entrega de sus teléfonos a la Justicia fue destrabada recién el último miércoles… casi un año tarde. Si es que hubo alguna vez en ellos algo incriminatorio, Milman debería ser idiota para tenerlo todavía allí.

Sería injusto afirmar que el ex secretario de Seguridad tuvo un rol en un hecho tan grave, pero llama la atención su disposición más para pelear como gato panza arriba contra la entrega de sus teléfonos que para hacerlo y sacar su nombre limpio de toda sospecha. Lo más favorable que se puede decir de él es que, con esa actitud, trató de poner a salvo otros secretos, no vinculados al caso. Eso ya no se sabrá.

Quienes definitivamente no han sido idiotas fueron sus secretarias, que, al ser requeridas judicialmente, alegaron haber borrado "por miedo" –no se sabe a qué– sus celulares y hasta cambiado de aparatos.

"Nunca en la historia de la humanidad, desde el Imperio Romano a la actualidad, hubo un magnicidio sin un entramado político detrás. Esta es la primera vez, pero la jueza no quiere investigar. Además, un dato no menor es que la candidata presidencial Patricia Bullrich aún no repudió el atentado contra la vida de la vicepresidenta", denunció uno de los abogados de CFKJosé Manuel Ubeira, en diálogo con Letra P.

Una investigación sobre un asunto tan delicado debería estar blindada de toda sospecha y contar con una instrucción celosa de las necesidades de la parte damnificada. Lo obrado por Capuchetti no cumple ese mandato.

Cuando la vida sigue

Gabriela Pepe cuenta cómo es el día a día de CFK, cuya vulnerabilidad dejó de ser una hipótesis para devenir un hecho que demanda un dispositivo de seguridad limitante de su libertad.

Si el 1 de septiembre del año pasado, día que recuerda un video de La Cámpora, podía afirmarse que la democracia argentina entraba en zona de riesgo era por todo lo que había constituido el sustrato del atentado: la prédica extensa, interminable, ponzoñosa y deshumanizante de una figura pública –especialmente de parte de la prensa, que debería cuidar esos detalles–, así como su demonización, totalmente desmedida incluso en la hipótesis de que Cristina Kirchner sea culpable de las cosas que sus enemigos le adjudican.

El clima de odio –el huevo de la serpiente– se incubó largamente y hubo demasiada gente que le dio calor, el que pasó de las pantallas televisivas a las calles, donde, aun antes del ataque, la Policía de la Ciudad observaba impasible cómo algunas personas recorrían el centro sin otra ocupación aparente que insultar, acosar y hasta golpear a dirigentes peronistas.

En medio de la instalación de horcas y hasta guillotinas en plazas públicas por parte de Revolución Federal, un hombre, incluso, amenazaba a la vice de muerte, megáfono en mano, sin recibir otra cosa de la fuerza pública presente que un saludo afectuoso y la sorpresa expresada en la fórmula: "¿Otra vez por acá, loco?".

"Te vamos a sacar a patadas en el culo. Te vamos a ahorcar acá, delante del Instituido Patria o, si no, delante del Senado", le lanzaba Claudio Herz, sin que la custodia del lugar hiciera nada. ¿Loco? Será: cuando ya no daba para mirar hacia otro lado, la Justicia declaró a Herz inimputable… recién en marzo último.

Ya el 11 de julio, casi dos meses antes del atentado, desPertar, el newsletter de Letra Padvertía sobre esas presencias inquietantes, liberadas de todo escrutinio en la ciudad hipervigilada por sistemas de cámaras y donde la fuerza pública, cuando quiere, sabe actuar como una barra brava.

Ya en caliente, opinó sobre el intento de magnicidio que el país acababa de experimentar"el fin de la inocencia" y, justamente, que la democracia estaba en peligro.

Luego, en tanto newsletter, actuó como una crónica comentada de lo que siguió. Vale repasar brevemente la descripción del camino a la decepción que agiganta esta efemérides.

-Apenas cuatro días después del ataque, el 5 de septiembre, desPertar resaltó la pérdida de datos del teléfono de Sabag Montiel debido a la impericia de los "peritos" de la Policía Federal.

- El 6, se preguntó por los confines de la trama.

- El 8, volvió a interrogarse: "¿Aquí no ha pasado nada?".

- El 9, seguía atravesando la edad de los por qué al cuestionarse "¿para qué sirven nuestras policías?".

- El 14, se centró en Brenda Uliarte, la "chica de los anillos" concéntricos, punta del ovillo de algo que parecía exceder a un grupo de lúmpenes.

- El 16, siempre del mismo mes, se hizo eco del derecho de preguntar qué le cabía a la damnificada, la propia CFK: "¿Se puede construir un país y reconstruir la economía en un país donde solo se insulta y se agravia?". No. Acaso hoy, con los peligros propios del momento, el país esté a punto de comprobar eso en carne propia.

- Ya el 23 de noviembre el desencanto se traducía en una consigna amarga: "No hay derecho".

Has recorrido un largo camino

¿Cuánto de ese clima de odio, de ese veneno corrosivo lentamente inoculado en las venas de la argentinidad, se expresa en el actual momento nacional? ¿Cuánto sentimiento antipolítico? ¿Cuánto desencanto? ¿Cuánto resentimiento? ¿Cuánta desesperanza? ¿Cuánto deseo de probar "algo nuevo", así sea un salto a un abismo profundo?

¿Qué le queda por perder a quien siente que no le queda nada, tanto por haber sido empobrecido como por haber sido convencido de que ya no hay futuro posible?

Intratables pantallas de TV y radios indignadas han hecho su siembra durante demasiado tiempo. Muchas mentes lúcidas se entretienen aún en el reparto de diagnósticos y culpas en lugar de sumar lo que queda de conciencia democrática. Demasiada política se hace cómplice de un candidato ampliamente expectable que compara a la parte de la población que profesa el progresismo con la "basura" y el "excremento humano".

Un año ya de casi nada y contando. Parece no haber reacción.

Fuente: www.letrap.com.ar

 

 

 

 



COMPARTIR:

Comentarios