OPINIÓN
12 de octubre de 2022
Macri, Morales y el golpe a la inocencia de Manes
Al neurocirujano lo convocaron por outsider y ahora el jujeño lo manda a disciplinar porque habló del espionaje macrista. Que se rompa, pero que no se doble más.
Por Roberto Caballero
El radicalismo fue a buscar a Facundo Manes hace un año porque no tenía candidato, pero ahora le aplica correctivos en público porque desde la pantalla de La Nación + el neurólogo cometió la apostasía de tomar –alguna- distancia del espionaje y la manipulación judicial del macrismo.
Es que en una eventual PASO, Manes aspira a competir por la presidencia. Es lógico que quiera diferenciarse. Sus chances crecen cuánto más se aleja de la estética delictiva de la gobernanza macrista, sobre todo si va por los votos de “Corea del Centro” y lo que pretende es reflotar la existencia –nunca verificada- de una “ancha avenida del medio” pavimentada por el deseo colectivo mayoritario de acabar con la polarización.
Sucede a menudo que los creadores de “la grieta” terminan por confundir la realidad con su invención. Narcisismo político que atrapa a diversos dirigentes que entre elección y elección se convencen de que alguna divinidad advirtió sus talentos y los convocó secretamente a acabar con los extremos ideológicos.
Como en general son bien tratados por los medios de comunicación, donde recalan por un tiempo como panelistas cada vez que las urnas les demuestran su equivocación con ralas cosechas electivas, no se los describe como mesiánicos: son los sensatos dirigentes de un país insensato que anda a la deriva.
Manes es uno de ellos. Un especie de “Favaloro” convocado de urgencia para practicarle un by pass al radicalismo que veía el arpa más cerca que la guitarra. Hay que decirlo: Manes fue mesurado con Macri. Hasta elegante. No dijo que fuera culpable de nada. No lo agravió. Mencionó lo obvio, lo ya sabido: el jefe del PRO tiene causas judiciales abiertas, en curso, por estos temas, que son bastante graves. Lesivos del Estado de Derecho.
Dosis suficiente de autonomía que el jujeño Gerardo Morales, mientras tramaba alguna nueva maldad contra Milagro Sala, respondió haciendo circular un comunicado donde el Comité Nacional de la UCR dejó por escrito que Manes, diciendo lo que dijo, “lesiona la esperanza que venimos construyendo” con Macri, el jefe de “Pepín” Rodríguez Simón, el prófugo de Pocitos.
Al felpudismo de la prosa, degradante a límites inconcebibles para un partido centenario como el de Alem y Alfonsín, faltó agregarle algún párrafo que aclarara que la reputación del expresidente estaba a salvo por toda la eternidad. Le hubiera dado una pátina de gracia al bochorno, al menos.
Morales es el mismo que en su momento denunció la corrupción macrista en el caso del Correo. Eso no lesionó “la esperanza” de Juntos por el Cambio, que según parece se construye desde la amnesia. Se confirma así que a Morales le agrada la libertad de expresión, cuando es la suya; y le gusta menos o casi nada cuando se trata de la ajena.
Podría suponerse que su reacción intenta lastimar a Manes porque ambos competirían por lo mismo: la candidatura radical a la presidencia. Otra hipótesis es que el comportamiento corléonico de Macri, al tanto de secretos que enemigos y aliados no quieren ver divulgados, produce estos raros efectos en su entorno. ¿O, quizá, Morales ya pactó para ser vice de Macri en un escenario sin PASO y ahora Manes pasó de outsider a lastre político?
Mientras esto ocurre, en los cines del país la película más vista de la última semana fue “Argentina, 1985”, dirigida por Santiago Mitre, que recupera el Juicio a las Juntas, y más precisamente el papel de los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo. Momento de mucha ilusión, con Alfonsín liderando la transición entre el Terrorismo de Estado y una democracia sin construir todavía.
Hasta a Jesús Rodríguez, por citar a un radical curtido y con papel protagónico en aquellos ’80, se le iluminaron los ojos cuando habló durante una entrevista en TV del proceso llevado adelante contra los comandantes genocidas.
Es que quizá las nuevas generaciones no puedan acreditarlo, parece un contrasentido, pero alguna vez el radicalismo fue capaz de pensar en grande: una centuria de democracia basada en el juzgamiento de los dictadores por un tribunal civil con las leyes de la Constitución.
Entre aquella valiente y fundacional decisión, y el comunicado que respalda a Macri por el espionaje hay un arco temporal de casi 40 años.
Pero más que nada un océano moral en cuyas profundidades descansa la mejor versión de un partido histórico reducido a los servicios de mayordomía del somnoliento heredero de un imperio corrupto, sin prácticas morales, como alguna vez denunció el propio Morales.
Fuente:www.eldestapeweb.com