23 de marzo de 2013
Los años oscuros de la Patria
Hubo una época en la que los argentinos no podíamos elegir. No había candidatos, ni partidos políticos, ni opiniones diferentes. Hubo una época muy distinta a ésta, que vale la pena recordar.
En democracia, cuando se convoca a la gente a votar, se dice que se “llama a elecciones”. Es decir que se llama a elegir. A un candidato, pero también se elige una idea, un proyecto para el país. Sin embargo, en la Argentina no siempre se pudo elegir. El 24 de marzo de 1976 fue una de esas veces en que no y, desde ese día, no se pudo elegir más por casi ocho años.
Por ese entonces, gobernaba María Estela Martínez de Perón —conocida como Isabelita—, quien había asumido la presidencia en 1974 tras la muerte de su marido, Juan Domingo Perón, ya que ella era la vicepresidente.
El justicialismo o peronismo —que es el partido político fundado por Perón— había estado prohibido por casi veinte años y su líder exiliado en Europa luego de haber sido derrocado el gobierno democrático que presidía en 1955 por un golpe cívico-militar. Previo a este golpe militar, el 16 de junio de 1955, hubo un intento de derrocamiento que no logra su objetivo pero bombardeó la plaza de Mayo y el centro de la ciudad de Buenos Aires, produciendo alrededor de 400 muertes.
Desde el golpe de la autodenominada Revolución Libertadora hasta 1972, se habían sucedido en el gobierno del país dictaduras militares y breves gobiernos surgidos del voto “popular” —claro que teniendo en cuenta que el partido mayoritario, el justicialismo, estaba prohibido. Durante esos años de dictaduras y democracias inconclusas, persecución de opositores, incluso fusilamientos, van surgiendo, hacia fines de los años 60, movimientos armados revolucionarios. Muchos de ellos adhieren al peronismo y reclaman la vuelta de Perón al país.
Cuando por fin Perón pudo volver, ganó las elecciones y asumió como presidente, las cosas no se calmaron. Las luchas internas siguieron y se hicieron más fuertes cuando él murió. Entonces, quienes estaban contra el peronismo y no querían a Isabel, aprovecharon para sacarla. Por las malas. Y dieron un “golpe de Estado”.
Eso quiere decir que derrocaron a un gobierno democrático (elegido) por la fuerza y con el uso de las armas. Gran parte de las Fuerzas Armadas nacionales estaban de acuerdo con esto, encabezaron el Golpe y asumieron el Gobierno. Parte del pueblo, también estaba de acuerdo o no se opuso abiertamente.
Así empezó lo que llamaron el “Proceso de Reorganización Nacional” según el cual planeaban “pacificar el país”. El problema fue el cómo trataron de hacerlo.
La dictadura (gobierno no elegido, impuesto por la fuerza) duró casi ocho años, y en ese tiempo sucedieron muchas cosas dolorosas que dejaron su marca.
¿Total normalidad?
Para “pacificar el país”, las juntas militares que asumieron dictaron muchos decretos. Con ellos, prohibieron a la gente andar por la calle a cierta hora; a los partidos políticos, funcionar; a los diarios, publicar ciertas ideas; a las radios, pasar cierta música; a la televisión, difundir ciertas imágenes; a las editoriales, imprimir ciertos libros. Inauguraron cárceles clandestinas en todo el territorio, y allí metieron presos a todos los que no cumplían con esos decretos, o estaban sospechados de no cumplir, o eran amigos o familiares de quienes no cumplían...
Hubo muchísimos presos en esas cárceles, que eran secuestrados y trasladados allí sin proceso judicial ni derechos, donde eran torturados y, muchos, luego asesinados. Se calcula que unos 30.000 nunca volvieron a casa. Como entonces se ocultó su destino, se los llamó “desaparecidos”.
Desde entonces, muy poca gente cree que los golpes de Estado sean una solución para los malos gobiernos. Desde entonces, tenemos democracia y podemos elegir. Y andar por la calle, publicar nuestras ideas, escuchar la música que nos gusta, ver los programas que queremos, leer los libros que tenemos ganas de leer.
Por eso se recuerda el 24 de marzo de 1976: para recordar lo que pasó, valorar lo que tenemos y evitar que vuelva a pasar. Porque eligiendo nos podemos equivocar, pero preferimos correr el riesgo, ¿no te parece.
Fuente: www.chicos.net.ar