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EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

18 de enero de 2014

"La Nación" contra la Nación

Por Hugo Presman:

"El 4 de enero la “Tribuna de Doctrina” cumplió 144 años de absoluta coherencia: siempre del lado del poder económico; siempre en contra de los intereses populares. Al decir de Homero Manzi, su fundador, Bartolomé Mitre, fue “el único de los héroes de la historia oficial que dejó un guardaespaldas para custodiar su memoria y su obra”. En la guerra de la Triple Alianza, cuyos ejércitos comandó, exterminó a dos tercios de la población paraguaya. “Antes del inicio de la guerra su población era de 1.300.000 personas. Al final del conflicto, sólo sobrevivían unas 200.000 personas. De éstas, únicamente 28.000 eran hombres, la mayoría de las cuales eran niños, ancianos y extranjeros. Del poderoso ejército paraguayo de 100.000 soldados, en los últimos días sólo quedaban cuatrocientos.”

El Paraguay era el estado más desarrollado del siglo XIX en América del Sur, basado en un férreo proteccionismo. Infalible para errar en los pronósticos, esperaba llegar a Asunción en tres meses. La guerra duró más de cuatro años.

 

Representante de la burguesía comercial del puerto de Buenos Aires, se alió a la del puerto de Montevideo y a la corte portuguesa del Brasil, para demoler al “mal ejemplo”, siendo funcional a los intereses británicos. Pésimo militar, hasta llegó a perder un desfile. Cuando Lucio Mansilla se enteró que Mitre estaba traduciendo “La Divina Comedia”, haciendo uso de su ácida ironía exclamó: ¡Está bien. Hay que joderlos a los gringos!”

 

Su política hacia las provincias fue de exterminio. Sus coroneles Arredondo, Paunero, Riva, Sandes,  Irrazabal, por su brutalidad vesánica, fueron los antecesores de Astiz, Acosta, Azic,  Donda, Pernías, Rádice, Ricardo Cavallo y compañía. El objetivo era destruir las artesanías del norte argentino para facilitar la introducción de la producción industrial británica que distribuían sus socios y mandantes, los comerciantes importadores.

 

Fue el escriba de la historia oficial. Inteligente, concibió la falsificación de la historia como una política de la historia. De esa forma allanaba el camino para las políticas futuras surgidas de la matriz “civilización y barbarie”.

 

De esa perspectiva se nutre la historia del diario La Nación. Opuesto a todos los gobiernos populares, alentó y defendió casi todos los golpes de estado. Fue gestora,  cómplice y beneficiaria del terrorismo de estado, lo que no le impide enarbolar un discurso republicano y pretendidamente  democrático. En democracia, alienta la reconciliación con los asesinos seriales. En múltiples editoriales, defiende las atrocidades perpetradas. Así  el 28 de marzo de 1982 identificaba al terrorismo de Estado con los momentos fundacionales de la patria: “De ninguna manera está en juego la revisión de la guerra contra la subversión (...) por la misma causa que tampoco lo está el de nuestras guerras de la Independencia, ya que sus victorias –ayer como hoy– son la causa de que la Nación viva”.

 

 

Defiende a capa y espada a los instigadores del golpe que perpetró el terrorismo de estado. El periodista Adrián Ventura, empleado y operador de La Nación y Clarín, habiendo sido como abogado asalariado del grupo Yabrán, fue el encargado de defender al magnate azucarero con notas en la que puede leerse: “En la causa nunca se encontró prueba de que Blaquier y Lemos hayan consentido esa maniobra ni tampoco que hubieran facilitado algunas de las más de 100 camionetas que estaban a disposición de su personal. Incluso la Gendarmería informó oficialmente que no tenía registro de haber usado aquellas camionetas. Pero el Gobierno y la Secretaría de Derechos Humanos vieron la posibilidad de hilvanar otra puntada más en la teoría oficial de que el golpe del 76 tuvo apoyo civil. Ayer, Jorge Valerga Aráoz, ex integrante de la Cámara Federal porteña que condenó en 1985 a la junta militar y defensor de Blaquier, afirmó que "el fiscal Pablo Pelazzo no es independiente y debe ser separado".

 

Cuando murió José Alfredo Martínez de Hoz, el diario y el poder económico le rindieron tributo, incluidos sus columnistas Carlos Pagni y Mariano Grondona, que hicieron presentes sus pésames. Igual que Blaquier envió sus condolencias: 

 

 

Con su hipocresía proverbial, su prédica reconciliatoria tropieza siempre con su odio ancestral. En su editorial autocelebratorio de su cumpleaños número 144, califica a los gobiernos populares como facciones políticas oportunistas -de las que son prototipo las amebas del populismo. Como se aprecia, se trata del lenguaje conciliador que llevó a Bartolomé Mitre a fusilar prisioneros. El párrafo completo consigna: “Por él se continúa la voluntad del fundador de que LA NACION fuera una antorcha preparada para iluminar las cuestiones relevantes para la sociedad a cuya disposición ha trasmitido, diariamente, informaciones, comentarios y la opinión editorial en que se manifiesta su identidad como medio de prensa. Esa identidad no se recorta día tras día, contrariamente a lo que se observa con las facciones políticas oportunistas -de las que son prototipo las amebas del populismo-, que llegado un punto del camino van dejando, para estupor de los seguidores, jirones de la carne misma de lo que hasta ayer pregonaban. Un gran diario es fiel, en cambio, a su misión y destino.”

 

Es el diario que en el 2013 comparó a la situación del país, bajo el título 1933 con la Alemania nazi y en otro, con la Italia fascista de 1923. El primero del 27 de mayo del 2013 sostiene: “Los trágicos hechos que acompañaron la caída de la República de Weimar y el comienzo del Tercer Reich deben mover a reflexión a los argentinos. Hace 80 años el mundo fue testigo, silencioso y tolerante, de la gradual desaparición de una república y, en pocos meses, de la instalación de una dictadura con el apoyo entusiasta de la población y sus fuerzas vivas. La República de Weimar fue reemplazada por un régimen totalitario que concentró en una persona los tres poderes del Estado, eliminó los derechos individuales, controló la justicia, suprimió la prensa independiente y, finalmente, ejecutó el terrible Holocausto. Salvando enormes distancias, hay ciertos paralelismos entre aquella realidad y la actualidad argentina que nos obligan a mantenernos alerta…..”.

 

En el titulado “1923”, del 30 de junio, ante la propuesta del gobierno de lo que denominó democratización de la justicia, La Nación supone estar en la Italia de 1923: “Noventa años atrás, el auge del fascismo demolía las libertades individuales y las instituciones del Estado de Derecho, empezando por la Justicia. Así como el año 1933 marcó la ascensión de Hitler al poder, el año 1922 abrió la puerta del Reino de Italia a la dictadura fascista de Benito Mussolini. El 29 de octubre, luego de la Marcha sobre Roma de los "camisas negras" el rey Víctor Manuel III nombró a Mussolini primer ministro. Formalmente, la dictadura fascista no se implantó de inmediato: "Il Duce" fue demoliendo desde adentro las instituciones del Estado de Derecho para controlar la vida civil de los ciudadanos bajo una máscara democrática.”

 

Es llamativa la forma superficial que los editoriales de La Nación acuden desaprensivamente a la calificación fascista, siempre dirigida hacia gobiernos que tildan de populistas y demagógicos, adjetivo al que nunca recurrió para calificar a los gobiernos surgidos de los golpes de 1955,1966 y 1976. En su editorial del 13 de enero hasta el deporte más popular, su televisación y la publicidad oficial caen  bajo el título “Fútbol para Todos, pan y circo fascista” 

 

En el terreno económico, el diario predica un libre mercado amplísimo, con un Estado mínimo, lo que no le impidió asociarse con el Estado Terrorista en Papel Prensa junto a Clarín  y disfrutar del monopolio del papel para diario. Además es socio con el diario fundado por Roberto Noble en la propiedad de diarios de provincia y en la exposición anual vinculada a los agronegocios denominada Expoagro. La “coincidencia” de muchos títulos de tapa en ambos medios revela un trabajo sincronizado entre competidores aparentes   

 

Mención aparte merecen los lectores cuyas cartas selecciona minuciosamente y publica el diario. Son una reivindicación tardía de aquél presunto error de Susana Gimenez porque demuestran que hay muchísimos dinosaurios vivos.

 

 

COLUMNISTAS Y COLABORADORES PERMANENTES

 

 

El columnista permanente más inteligente y de mejor formación, un cuadro de la derecha, es Carlos Pagni, alguien formado en Ámbito Financiero de Julio Ramos, cobijado e impulsado por los Saguier, le da cierto vuelo al pensamiento tradicional del diario. Convive con la poca digna vejez de Mariano Grondona,  desplazada su columna a los jueves, donde comparte espacio con el periodista empresario Luis Majul, y con las muletillas reiterativas hasta el cansancio de Joaquín Morales Solá. Hace unos meses ha sido catapultado a las columnas dominicales Jorge Fernández Díaz, un buen escritor, mano derecha de Jorge Lanata en Radio Mitre del grupo Clarín, que destila con mejor prosa, la prédica ofídica del medio.

 

La necesidad de oponerse sistemáticamente, le lleva a falsear la realidad para adaptarla a sus conveniencias. Así, como ejemplo, en su columna del 12 de enero, referido a la posibilidad, luego abortada, de modificar el valor a considerar en los inmuebles para la liquidación del impuesto a los bienes personales escribió: “La Presidenta dio luz verde a la idea de hacer cambios en la valuación de inmuebles para el cálculo de Bienes Personales. Sólo quienes piensan equivocadamente que la salud y el aislamiento la transformaron en una suerte de Isabel Perón pueden creer que el titular de la AFIP y el jefe de Gabinete iban a jugarse a solas el pellejo meneando públicamente un tema tan sensible. Cristina fue quien los autorizó. También fue ella quien luego se dio cuenta de que debía frenar un segundo antes del abismo. Y eso sucedió al comprender que posiblemente se aproximaba a otra 125, con una medida regresiva y reaccionaria que pondría en pie de guerra a la inmensa clase media, a cuantiosos miembros del proletariado nacional y a miles de jubilados”.

 

Éste impuesto que es directo y progresivo, no tiene incidencia en la Argentina en la actual conformación, a pesar que arbitrariamente no se actualiza el mínimo desde el 2007 de $305.000. Menos de 500.000 argentinos pagan el mismo. El editorialista no se pregunta cómo es posible que en la Argentina, en donde como bien dice “la inmensa clase media”, no es contribuyente de un impuesto que alcanza a los que  tienen patrimonios de más de 45.000 dólares. Es progresivo aumentar considerablemente el mínimo a por ejemplo de dos millones de pesos y que paguen todos aquellos que tengan activos superiores a esa cifra valuados los mismo por su valor real. Para darse cuenta de la irracionalidad que defiende el autor de “Mamá”, se recauda más por los impuestos que gravan al cigarrillo que por el impuesto conocido incorrectamente a la riqueza.

 

Como la persistencia y la multiplicación de voces que dicen los mismos es una marca registrada, ese mismo día el editorialista sustituto Fernando Laborda escribe: “La iniciativa le hubiera provocado al Gobierno más problemas que beneficios. Más allá de las dificultades técnicas para definir una valuación real en un mercado inmobiliario virtualmente paralizado desde el cepo cambiario, este tributo, que comenzó siendo concebido como un impuesto a la riqueza cuando fue creado por el gobierno menemista, iba a convertirse en un mero impuesto a la vivienda, que hubiese alcanzado a jubilados y sectores de clase media bajatransformados de la noche a la mañana en "nuevos ricos" por tener un departamentito de uno o dos ambientes. Conllevaba asimismo el riesgo de una rebelión fiscal para un Gobierno que ya no está en condiciones de tirar de la cuerda, y hasta el peligro de que el Congreso, aun con mayoría kirchnerista, no lo hubiese aprobado y reprodujera lo ocurrido con la recordada resolución 125 contra el campo, en 2008.”   

 

Otro integrante jerarquizado es Pablo Sirvén, cuyo antiperonismo rabioso le permite ejercer su oficio, sin problemas de conciencia, en el sitio adecuado. Entre los directivos, jubilado pero aún activo, está Claudio Escribano, quien ejercitando el“periodismo independiente” que según sostiene Morales Solá practica “La Nación”, o más pudoroso Sirvén  lo cataloga como crítico, le presentó a Néstor Kirchner un pliego de condiciones a cumplir bajo apercibimiento de no durar más de un año. El santacruceño no cumplió ninguno de los puntos exigidos y la amenaza del columnista mitrista durante la dictadura no pudo cumplirse. Otro de los periodistas jerárquicos es Héctor D`Amico, Secretario General de Redacción: fue redactor de la revista “Mercado”, jefe de redacción de “Gente”, Jefe de redacción de “Somos”, Corresponsal de “Editorial Abril” en los Estados Unidos, subdirector de la revista “Siete días” y de “La Semana”, director de la Revista “Noticias” y, desde el año 2001, secretario general de redacción en el diario “La Nación”. Es miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo. Nadie que se bañe en el Río Reconquista, puede evitar impregnarse del olor fétido de sus aguas. 

 

Entre los periodistas del órgano mitrista que se han destacado en los últimos años por ser más antipopulistas que el  propio diario, está Mariano Obarrio, cuyos pensamientos pueden ser recogidos de su cuenta de twiter para una competencia de insustancialidad con los de los lectores que escriben cartas. En el humor está Nik, denostado por sus colegas por su excesiva admiración hacia trabajos ajenos al punto de modificarlo levemente para hacerlos propios conforme a la ideología de su empleador, y Carlos María Reymundo Roberts, el que perpetra su columna satírica de los días sábados, adoptando una posición kirchnerista como estratagema para bombardear desde allí con todos los estereotipos que su empleador ha derramado con entusiasmo durante 144 años, ante cualquier experiencia política con tufillo nacional y popular. Ferviente católico del Opus Dei, cajetilla de San Isidro, el hombre lleva el mitrismo en sus venas. 

 

 

Los colaboradores columnistas son numerosos. Marcos Aguinis hace mucho que abandonó todo pensamiento complejo; Santiago Kovadloff que brilló cuando escribió a la salida de la dictadura con una nota recordable  (“La cultura de las catacumbas”), posiblemente en democracia olvidó su buena formación en aquellas catacumbas. Beatriz Sarlo pasó de ser una crítica literaria de izquierda, directora de una revista valorable como “Punto de Vista” en los años de plomo, a poner su pluma al servicio de los poderosos, aunque intenta en algunos raptos evitar una rendición incondicional total.

 

Álvaro Abós, un intelectual que pasó por el peronismo, escritor prolífico, hoy sufre una amnesia tan profunda con relación a su pasado que posiblemente el que escribe sea un homónimo.

 

Entre los trogloditas que son orgullo de la Tribuna de Doctrina porque lo representan en su ideología en forma impúdicamente profunda está Alberto Benegas Lynch (h) quién el 6 de enero de 2014 escribió bajo el título “La recurrente manía del igualitarismo”: “Más allá de las buenas intenciones, en las sociedades abiertas redistribuir ingresos es contraproducente, incluso para los más necesitados”. Tampoco se priva del teclado del ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, cuya verborragia de republicanismo no le impidió proteger a los terroristas de estado uruguayos e hiciera lo imposible para obstaculizar que Juan Gelman pudiera encontrar a su nieta Macarena.  

 

 

Como distribuidora de prestigio, La Nación recibe muchas colaboraciones y colaboradores ocasionales que lo hacen con cierta frecuencia, que más allá de sus opiniones, indudablemente son funcionales a los intereses del diario. Tomaré sólo dos casos como ejemplos muy ilustrativos: Julio Bárbaro, un político histórico del peronismo, transformado en invitado permanente de los medios dominantes, explica al movimiento histórico y su  enemistad con el kirchnerismo, cuyas filas integró durante cuatro años, desde esas páginas furiosamente antiperonistas. Es como proponer la reforma agraria desde las páginas de la Sociedad Rural.

 

Gabriel Levinas, fundador de la meritoria revista “El Porteño” en los ochenta, desde un posicionamiento de  izquierda, terminó conchabado en Clarín, trabaja con Jorge Lanata, y cada tanto escribe en el órgano mitrista. Desde ambas “tribunas populares”, levanta su “prédica revolucionaria”. Pasó de Marx a Magnetto, tal vez, porque ambos en el diccionario están en la letra M.

 

LA NACIÓN” CONTRA LA NACIÓN        

 

No es fácil ser coherentemente antinacional durante 144 años. Sin embargo, su lectura es imprescindible para saber qué piensa buena de parte aquellos que escrituraron y otros que pretenden escriturar el país a su nombre. Es un diario que no chorrea tinta. Si se estrujan sus páginas, quedan las manos manchadas de sangre.

 

Fuente:www.diarioregistrado.com



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