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EL TIEMPO EN LA CRUZ

7 de diciembre de 2013

El gobierno del pueblo

Se cumplieron tres décadas desde la asunción de Raúl Alfonsín. Atrás queda un largo camino. Qué se hizo y qué falta por hacer. Esta nota reseña los hitos más importantes de estos 30 años. Opinan políticos, economistas, artistas e intelectuales.

Aquel 10 de diciembre de 1983, muchas cosas comenzaban a quedar atrás. Aunque los primeros cambios se habían comenzado a notar en la sobremesa familiar, casi al final de la Guerra de Malvinas, fue tan sólo entonces que los más jóvenes sentimos que algo nuevo y desconocido estaba alumbrando. Los mayores ya no hablaban en voz baja o en el patio mientras fumaban un pucho. De chicos no entendíamos tanto sigilo. En esa época se podía fumar en cualquier lado. Lo que estaba prohibido, en cambio, era pensar, hablar de política, participar. Para todos, la dictadura fue un largo silencio. Por eso, aquellos días vuelven hoy como un bullicio, con Charly sonando en un grabador portátil y los olores del verano despuntando como nunca mientras rebobinábamos con una Bic para ahorrar pilas. Vuelven con los tíos cantando de nuevo la marcha peronista a viva voz y demorando la discusión más allá del postre y del café. De nuevo, con las ventanas abiertas y sin evitar los nombres propios, hablaban del Viejo y le decían Perón. “Lo importante es tener un presidente elegido por nosotros después de tanta desgracia”, decían una y otra vez, y ellos, que eran laburantes y peronistas, le ponían ahora el voto de confianza a Raúl Alfonsín. La familia entera festejó el retorno a la democracia y, aunque no lo sabíamos, era en serio el amanecer. Comenzaba a despuntar un país distinto. Aunque suene cursi, fue así. Muchas veces, sólo hay una manera de decir lo importante.
 
El 30 de octubre de 1983, el radical Raúl Alfonsín ganó las elecciones presidenciales con el 51,75 por ciento de los votos. Después de una campaña repleta de sobresaltos y desaciertos, el justicialista Italo Luder quedó segundo, con el 40,16. Eran tiempos de cambio y el peronismo volvía acompañado de una estela de sinsabores. La ciudadanía votó distinto y, con esa determinación, cerró no sólo la cruenta dictadura cívico-militar que había comenzado en 1976, sino también el sinuoso ciclo de golpes de Estado que había comenzado con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, en 1930. Por eso, que este año la democracia cumpla 30 años es un hecho inédito en la historia argentina, que hay que celebrar. Desde la Ley Sáenz Peña hasta aquel 10 de diciembre de 1983, ningún período democrático había superado la década y monedas. “Con la democracia se cura, se come y se educa”, decía Alfonsín al consagrarse presidente, y abría la puerta a la esperanza, en lo simbólico, a la recomposición del sistema político y a una nueva manera de vivir y de pensar, de respirar y de andar, de proyectar y de participar, desde entonces, no negociable.
“Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer”, cantaba Charly García. Clics modernos, con “Los dinosaurios” y el pegadizo “Nos siguen pegando abajo”, era el disco que sonaba de fondo y que se sumaba al ADN nacional. Mientras tanto, Alfonsín, blindado por el apoyo popular, el 15 de diciembre de 1983, cinco días después de asumir la presidencia, firmaba dos decretos clave. Uno ordenaba enjuiciar a los dirigentes del ERP y Montoneros (157) y el otro (158), procesar a las tres juntas militares responsables de la dictadura. El mismo día creó la Conadep, Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, integrada por personalidades de distintos ámbitos para relevar y documentar casos y pruebas de los delitos cometidos por los militares durante la represión. Tan sólo dos años más tarde, Alfonsín y los actores de la democracia consiguieron sentar en el banquillo a los miembros de las Juntas por las graves violaciones a los derechos humanos cometidas entre 1976 y 1983. Un momento bisagra para el país y un ejemplo para la región. Los genocidas fueron condenados con penas severas, pero en un claro retroceso, en 1990 fueron indultados por el presidente Carlos Menem. Hubo que esperar hasta 2006, cuando la Justicia declaró inconstitucionales los indultos, para comenzar a barajar y dar de nuevo en materia de derechos humanos.

Aquellos primeros años de democracia no fueron sencillos. Alfonsín sufrió las presiones de los grandes grupos económicos y afrontó los levantamientos de los militares carapintadas que cristalizaron en dos leyes que fueron otro obstáculo para la búsqueda de memoria, verdad y justicia: la Obediencia Debida y el Punto Final, también conocidas como las leyes de la impunidad. Ambas fueron anuladas por el Congreso Nacional en 2003 con la posterior convalidación, en 2005, de los jueces de la Corte Suprema. Los sucesivos paros generales de la CGT, el copamiento del regimiento de La Tablada con el argumento de que se estaba planeando un golpe de Estado, la hiperinflación y los saqueos marcaron el final de la presidencia de Alfonsín, que se vio obligado a traspasarle antes de tiempo el mando a su sucesor, Carlos Menem.

Mientras comenzaban a sonar bandas nuevas y los veinteañeros cantábamos “de aquel amor de música ligera nada nos libra, nada más queda”, los ’90 viraban de la promesa del “salariazo” a la “pizza con champán”. Menem prometió una cosa e hizo otra. Prometió justicia social y nunca cumplió. El desconcierto fue tal que desprestigió la palabra y la credibilidad de los políticos. Una vez instalado en la Casa Rosada, el riojano gobernó para las corporaciones que habían erosionado a su antecesor y no le tembló el pulso cuando decidió reciclar el modelo neoliberal que había instaurado la dictadura. Junto a Domingo Cavallo, su superministro de Economía, trasladó al Estado la deuda contraída por los privados, privatizó las principales empresas de servicios públicos –luz, gas y teléfono–, creó las AFJP para derivar también los aportes jubilatorios al sector financiero, vació los ferrocarriles, cerrando ramales y dejando aislados a los habitantes de muchas zonas del país, achicó el gasto empujando a un millón de estatales al retiro voluntario. Y, con el 1 a 1, el famoso 1 peso igual a 1 dólar, llevó a la bancarrota a la industria nacional. El fin de la inflación, interpretado como un alivio por la mayoría, que por primera vez podía sacar un pasaje para viajar al exterior o equipar su casa con electrodomésticos comprados en cuotas, terminó convirtiéndose en otra pesadilla, que recién en 2003, con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia, se comenzó a desandar. Pero el menemismo no sólo dejó su impronta negativa en lo económico, también marcó un retroceso en materia de derechos humanos con la muletilla de que era imprescindible “cerrar las heridas del pasado” para apaciguar los ánimos y pacificar al país. Sin embargo, fue en la década menemista, después de la sublevación que lideró Mohamed Alí Seineldín, que las Fuerzas Armadas dejaron de asolar a la democracia. En esa década la Argentina fue, además, blanco de dos brutales ataques: en 1992 el atentado contra la embajada de Israel y en 1994 la voladura de la AMIA. Ambos impunes.

Agotado el modelo menemista, soplaron aires de cambio y la Alianza, aquel matrimonio por conveniencia entre el Frepaso y la UCR, ganó las elecciones. El país estaba resentido. Mientras los Redondos eran furor y River les quedaba chico, el índice de desocupación trepaba al 25 por ciento y los indicadores de pobreza, alarmantes. Pero la promesa progresista que había entusiasmado a la mayoría duró muy poco. Apenas dos años más tarde, el presidente Fernando de la Rúa tuvo que salir de la Casa Rosada en helicóptero, después de haber ordenado una represión en la que murieron 38 personas en todo el país y cientos resultaron heridas. Otra vez la historia se repetía. Un presidente que había ganado las elecciones con un discurso, había decidido cambiar de libreto apenas se sentó en el Sillón de Rivadavia. La Alianza fue un experimento frustrado. Prometió un cambio y no se atrevió a llevarlo a cabo. Al punto de haber convocado a Cavallo para prolongar la convertibilidad hasta el límite de lo imposible con rebajas del 13 por ciento en los salarios de los empleados públicos y de los jubilados y con la imposición del corralito. Con la excusa de evitar la fuga de capitales, los bancos se quedaron con la plata de la gente. Era cantado el no va más. En diciembre de 2001, la democracia pasó otra prueba de fuego. La ciudadanía salió a la calle a reclamar “que se vayan todos”. Comenzó una etapa inédita, signada por la sucesión de presidentes interinos que duraban un puñado de días al frente del barco, hasta que la Asamblea Legislativa eligió a Eduardo Duhalde, el 1 de enero de 2002.

Atrás quedaba la estafa de los bancos y los resabios de un gobierno envuelto en denuncias de corrupción en el Senado durante la aprobación de la flexibilización laboral. Comenzaba otra etapa. Tras devaluar la moneda, Duhalde ordenó pesificar las deudas en dólares y se comenzó a devolver los ahorros atrapados en el corralito de Cavallo. Sin embargo, la falta de trabajo era el problema principal. Todos los días había marchas, se organizaban piquetes y asambleas populares. El trueque estaba instalado como herramienta para comerciar y los indicadores de pobreza e indigencia eran un pedido de socorro. El brutal asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán por parte de la policía marcó el final del gobierno interino de Duhalde, que llamó a elecciones anticipadas.

Comienza entonces el kirchnerismo, que puede alardear de continuar siendo la primera fuerza a nivel nacional tras una década de gestión, en un país signado por los vaivenes políticos. Néstor Kirchner llegó a la presidencia el 25 de mayo de 2003. De un modo inusual, con apenas el 22 por ciento de los votos obtenidos en primera vuelta, ya que Menem había desistido de competir en el ballottage. Convencido de ir hacia una rotunda derrota, el riojano se replegó y le dejó el camino libre al patagónico, tal vez convencido de que tarde o temprano lo irían a buscar para sacar las papas del fuego. No fue así. Desde que asumió, afirmando que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, Kirchner comenzó a desandar el camino destructivo de décadas de recetas neoliberales, se retomaron los juicios contra los represores, se disolvieron las AFJP y se fortaleció el Estado. Desde 2003 y luego durante la primera presidencia y la segunda, en curso, de Cristina Fernández el modelo de inclusión se profundizó. Se creó la Asignación Universal por Hijo, se nacionalizó YPF y Aerolíneas Argentinas, se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario, la de Identidad de Género, la de Fertilización Asistida. Se reflotaron las negociaciones paritarias y se sancionó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En la década K, fue un punto de inflexión la crisis que enfrentó a CFK con las patronales agropecuarias por las retenciones a los granos. Ese enfrentamiento junto con la estatización de las AFJP y la puja con el Grupo Clarín por la aplicación plena de la Ley de Medios fueron, sin duda, los principales ejes de fricción del gobierno con los sectores de mayor poder económico del país.

Hoy, a 30 años de aquel ’83, se abren muchos interrogantes, sobre la economía, la sucesión presidencial y los cambios internos en las distintas fuerzas con representación parlamentaria. Los nombres que competirán por la presidencia en el 2015 son aún una incógnita, a pesar de los pronósticos, pero nadie duda de que para entonces estaremos festejando los primeros 32. ¿Será con Tan Biónica? 

Producción: Pablo Galand

Opinión

El desafío es seguir unidos y organizados
Por Victoria Montenegro Hija de desaparecidos
  La historia tiene coincidencias que más que casualidades parecerían causalidades. Este 10 de diciembre, además de ser el Día Internacional de los Derechos Humanos, se cumplen 30 años del retorno de la democracia. Y cuánto hay para decir sobre estos dos conceptos que en la Argentina hace ya una década son una realidad ganada que debemos consolidar. A partir del fin de las leyes de la impunidad pudimos empezar a construir un presente distinto, en el cual podemos hablar de Memoria, de Verdad y de Justicia sin que los genocidas caminen en libertad.
 
Hoy podemos mirar a los ojos a tantas chicas y chicos que en nuestras escuelas aprenden sobre lo que nos pasó, y para los que afortunadamente es “natural” hablar, opinar, preguntar, organizarse, ser protagonistas. Los que aprenden que fue difícil recuperar la democracia y entender que los golpes de Estado no son una opción. Los que se comprometen en las soluciones a los problemas del otro, que pueden votar desde los 16 años y que se organizan en los centros de estudiantes, los grupos, los partidos políticos. Hoy podemos consolidar una democracia inclusiva de la mano de la ampliación de derechos. El desafío es doble: consolidar la democracia con memoria, verdad y justicia con reparación histórica y más inclusión, pero también seguir unidos y organizados para estar a la altura de este tiempo, porque debemos poner fin a la violencia de género, a la violencia institucional, a toda forma de explotación, que sólo lo lograremos con una sociedad más participativa y con más igualdad en el acceso a los derechos, para todos y todas.

Opinión
Mi primera marcha
Por Tali Goldman Periodista
  Nací en el ’87, cuatro años después de la asunción de Raúl Alfonsín. Los conceptos de Democracia y de Golpe de Estado los aprendí casi al mismo tiempo. Eran, para mí, nociones tan naturales como ajenas, en la misma proporción. No concebía un país sin elecciones, sin un Congreso, sin libertad de expresión. Me resultaba extraño (o peor), no terminaba de comprender cuál había sido el verdadero impacto de los oscuros años de la dictadura. Pero, al mismo tiempo, tampoco valoraba o ponderaba el sistema democrático. Era así y punto.
 
De adolescente comencé a ir a las marchas del 24 de marzo casi como un ritual, me emocionaba cada vez que veía a Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, sufría viendo películas como La Historia Oficial, Garage Olimpo o La Noche de los Lápices. Me estremecía al escuchar los testimonios de quienes habían sido torturados y se habían salvado o a quienes les había desaparecido algún familiar. Así y todo faltaba algo más, algo que permitiera conectarme desde otro lugar y entender el verdadero valor de la democracia. En 2009, para el aniversario del 24 de marzo, me pidieron en la revista Siete Días que hiciera una nota alusiva. Propuse entrevistar a nietos restituidos, personas con las cuales yo nunca había tenido vínculo, ni había escuchado sus historias, pero que en edad me llevaban nada más que diez años de diferencia. Pensaba que desde esa cercanía podía sentirme interpelada. Y así fue. Me junté en la sede de Abuelas con Victoria Montenegro, Horacio Pietragalla y Pedro Nadal García. Ese día volví llorando a mi casa. Ahí comencé a entender.
Sin embargo, fue este año cuando realmente entendí qué era la democracia. Fue el 24 de marzo, cuando el nieto restituido 106, Pablo Javier Gaona Miranda, me permitió registrar en mi libreta, y luego hacerlo crónica, su primera marcha con su verdadera identidad. Llegué con él a la plaza cuando el sol nos pegaba fuerte en la cara, cuando su excitación por encontrarse con sus compañeros y “hermanos” se exacerbaba, y me fui con él cuando las estrellas coparon el cielo, cuando gritó por primera vez “presente” al escuchar el nombre de sus padres. Él no lo sabe, pero no fue únicamente su primera marcha. Estoy segura de que también fue la mía.

Opinión

Por más inclusión
Por Milagro Sala Legisladora provincial jujeña
  El 10 de diciembre comenzamos nuestro mandato en la Legislatura de Jujuy cuatro diputados del Frente Unidos y Organizados por la Soberanía Popular y 10 concejales y consejeros municipales en los distintos municipios. El día que juramos, dijimos que no llegaban sólo cuatro diputados sino que entraban a la Legislatura las organizaciones sociales, los pueblos originarios y los trabajadores de Jujuy, porque por ellos llegamos y a ellos vamos a representar. ¿Quién hubiera imaginado que esto sería posible 30 años atrás, cuando muchos de los que pensaban como nosotros habían sido torturados y desaparecidos sólo por el hecho de querer un país y un mundo mejor? Se cumplen 30 años de democracia. Qué alegría poder festejarlo con muchos de los cómplices de la dictadura cívico militar condenados y que hoy cumplen la pena en cárceles comunes. Falta mucho también en este ámbito, pero seguimos avanzando y reafirmamos nuestro compromiso con la política de derechos humanos que impulsaron Néstor y Cristina y que hoy ya son parte de la conciencia colectiva de millones de argentinos que no vamos a permitir que Nunca Más se viva una época tan nefasta. Qué felicidad festejar 30 años de democracia. Y mucho más cuando hace pocas semanas se confirmó la constitucionalidad de la Ley de Medios, que apunta a democratizar  la palabra, para que todos aquellos que históricamente fuimos silenciados tengamos un lugar en el que podamos expresarnos. Porque creemos en la democracia, vamos a seguir apostando a un futuro con más inclusión, más educación y más trabajo.
Opinión
La democracia no es votar, sino saber elegir a quién se vota
Por Hebe de Bonafini
Asociación Madres de Plaza de Mayo
  30 años de democracia. Yo diría 30 años de que votamos por primera vez después de la dictadura, porque la democracia no vino enseguida. En la época de Alfonsín pasaron muchísimas cosas, sobre todo el perdón a los asesinos. Y después nos tocó Menem, que remató el país. Entonces no podemos hablar de democracia, sino de que podíamos votar, que es muy importante pero parece que elegimos mal. Haber elegido mal nos costó muy caro. Después vino De la Rúa. La democracia llegó con Néstor y ahí la empezamos a sentir. Con Néstor y Cristina, que pusieron en nuestras manos la ley para que se juzgue a los asesinos, anular el indulto y las leyes de perdón. Para nosotros fue tan maravilloso que no lo podíamos imaginar de ninguna manera. La democracia llegó con ellos, de la mano de ellos, abrazando a nuestros hijos, abrazando a las Madres, dándonos el sentido de la lucha que siempre tuvimos y sobre todas las cosas reivindicando la lucha de ellos porque cuando Néstor dijo que nuestros hijos eran sus compañeros y nosotras sus Madres, fue la reivindicación más grande. Creo que ahí está la verdadera democracia. Y también Néstor y Cristina nos demostraron que la democracia existía de muchas maneras: invitándonos a todos los actos, haciendo participar al pueblo, reivindicando a nuestros héroes. Eso es lo más hermoso, esa es la verdadera democracia y hoy estamos orgullosos de que haya cambios y que sean tan buenos y por este camino que tenemos que defender porque no sólo es votar sino aprender a votar.No nos equivoquemos porque la democracia no es votar, es saber elegir.

Opinión
 
El balance es positivo Por Leopoldo Moreau Dirigente de la UCR   Hace 30 años, los radicales ganábamos las elecciones y los argentinos ganaban la democracia. Nuestra generación abría un camino. Machado decía en sus versos que “se hace camino al andar”. Y eso es la democracia: un camino que se puede transitar sin que la muerte violenta, la persecución o la discriminación interrumpan el andar de los pueblos. Más allá de los altibajos u obstáculos que a veces nos detienen, la marcha es siempre hacia adelante. ¿Habría sido posible que se juzgue a los niveles inferiores de los responsables y ejecutores de la represión si antes no se hubiese constituido la Conadep y sin haber concretado el juicio y castigo a las Juntas militares? ¿Habría Unasur si previamente no se creaba el Mercosur, el Grupo Contadora y si no se hacía la paz con Chile? ¿Habría llegado al Parlamento la ley de matrimonio igualitario sin transitar antes por la sanción de la ley de divorcio y la patria potestad compartida? ¿Las Abuelas de Plaza de Mayo habrían llegado a la recuperación de tantos nietos sin el Banco Nacional de Datos Genéticos que se creó en el gobierno de Raúl Alfonsín? El envión inicial del nuevo intento democrático iniciado en 1983 se apoyó sólidamente en los conceptos de memoria, verdad y justicia que fueron abrazados por casi la totalidad del pueblo argentino. El balance final de los 30 años es positivo y va en favor de los intereses de nuestro pueblo. Por ello, hay mucho por recordar, hay mucho por celebrar y, obvio, hay mucho por hacer. Si ese “hacer”, los que pensamos parecido lo hacemos juntos, seguramente la tarea será más sencilla.
Opinión 
Convocar al debate
Por Ricardo Alfonsín Diputado nacional UCR
  Elijo evocar el 30º aniversario del inicio del gobierno de la transición democrática no desde la nostalgia sino desde la reflexión y con la mirada puesta en el país que tenemos y en el que queremos para nuestros hijos. La fecha nos convoca a preguntarnos: ¿es este el país que en 1983 imaginábamos que tendríamos 30 años después? Mi respuesta, y creo que la de muchos, es no. Si bien se han producido, y son innegables, múltiples avances en los derechos civiles (desde la Ley de Divorcio o la de Patria Potestad compartida hasta el matrimonio igualitario), no hemos podido utilizar los mecanismos que brinda la democracia para procurar el desarrollo del país. Es más: la última década hemos desaprovechado una gran oportunidad para hacerlo. Pensando en el futuro, celebremos la democracia convocando a un gran debate nacional para resolver los grandes temas pendientes: el hambre, el atraso y la desigualdad en el acceso a derechos como la vivienda y la salud, la mala calidad educativa, los impuestos regresivos, la falta de confianza en las instituciones y sus gobernantes, el avance del delito organizado. La democracia nos ofrece el método para saldar estas deudas. Como primer paso debemos reparar nuestras instituciones republicanas y mejorar nuestra cultura política, atravesadas cada vez más por la falta de diálogo, por la incapacidad de reconocer en el otro a alguien que también quiere lo mejor para el país. Si somos capaces de hacerlo, nuestros hijos podrán repetir aquel mandato orientador según el cual “con la democracia se come, se cura y se educa”.
Opinión 
La democracia generó un espíritu solidario
Por Juan Carr Titular de Red Solidaria
  El restablecimiento de la democracia coincidió con mi llegada a la universidad y al mundo adulto. Los años de mi infancia y adolescencia fueron casi todos bajo dictaduras y por lo tanto tenía naturalizado ese tipo de sistema. Con la llegada de la democracia, descubrí que había vivido hasta ese entonces en un mundo de color gris y que de repente aparecían todos los colores. Por eso me resulta difícil comunicarles hoy a los jóvenes la diferencia extrema que existe entre la democracia y la dictadura. No se trata de dos formas distintas de gobierno sino que son lo opuesto, la oscuridad y la luz. Hay que tener en cuenta que en cada acto eleccionario va más gente a votar que en el anterior. Antes eso era noticia de tapa de los diarios y ahora es sólo una estadística. La democracia generó un espíritu solidario progresivo. En la década del ’70, aquel que se dedicaba a mejorar la vida de los demás era considerado un tipo peligroso. En los ’80 era mejor mirado, en los ’90 pasaba a ser una persona exótica, y en la actualidad la cultura solidaria y participar políticamente tiene prestigio. Por eso estoy convencido de que la solidaridad, como forma de participación, es indudablemente hija de la democracia.
Opinión
Hoy los pibes militan con alegría
Por Emilio Pérsico Subsecretario de Agricultura Familiar
  Lo más valioso que nos trajeron estos 30 años es que frente al deseo de luchar por una sociedad más justa, lo único que hay entre ese objetivo y la realidad es nuestra propia capacidad de poder hacerlo. En cambio, cuando yo comencé a militar en los ’70, entre nuestros sueños y la realidad estaba el Partido Militar oligárquico que detentaba el verdadero poder y arrasaba con la vida de miles de compañeros. Incluso, ya en democracia y antes de la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, uno militaba y militaba y nada cambiaba. En cambio, desde hace diez años es posible militar y que las cosas cambien. Por eso veo una gran diferencia entre los pibes que hoy militan en comparación a cuando yo tenía su edad: ellos lo hacen con la alegría de saber que se pueden cambiar las cosas. Nosotros lo hacíamos con bronca porque había enfrente un enemigo muy poderoso que resultaba muy difícil de vencer.  Además, el partido oligárquico sabe que ahora la única forma de imponer su modelo de país es dentro de la democracia y eso también es un avance. Cada vez que se cumple un aniversario, me viene el recuerdo de aquellos compañeros que ya no están. Pero los veo en la cara de los chicos que hoy militan y se movilizan en cada marcha y eso ayuda a mitigar un poco el dolor. 
Opinión
La democracia es siempre imperfecta
Por Eugenio Zaffaroni Miembro de la Corte Suprema
  Se habla de 30 años de democracia, lo que, si bien es correcto, también puede llevarnos a un equívoco. Es verdad en el sentido de que hace 30 años se instaló el marco elemental de la democracia, que es un gobierno constitucional, electo por la mayoría del pueblo; es verdad también que desde entonces este marco se mantiene, con gobiernos que, electos de la misma manera, vienen sucediéndose. Pero no sería verdad si se entendiese que la democracia es algo que se logra y completa de una vez y para siempre, que nace perfecto, como si fuese una obra concluida. En este último sentido la democracia es siempre imperfecta, siempre debe seguir realizándose, avanzando, fortaleciéndose, como un faro que orienta un proceso que debe ser impulsado continuamente. No confundamos los dos sentidos que puede asumir la expresión: festejemos el primero, pero para ello sigamos profundizando el espacio que es el marco elemental.
Opinión
Avanzar en la justicia y la libertad
Por Abraham Gak Economista. Director del Plan Fénix
  Hemos llegado a los 30 años de vida democrática ininterrumpida con momentos de avances y otros de retrocesos, pero sin duda en los cuales comenzamos a recorrer el camino de la recuperación de derechos y garantías para el pueblo. Por ejemplo, Raúl Alfonsín tuvo el coraje de enjuiciar a la cúpula militar responsable de las muertes, torturas y desapariciones de más de 30.000 compatriotas. Tanta osadía fue castigada y tras un proceso desestabilizador caracterizado por una hiperinflación, se vio obligado a adelantar el proceso electoral y entregar anticipadamente el poder a su sucesor. Se inició así un período de sumisión irrestricta a los mandatos depredadores de los organismos internacionales, en el que se consolidó el programa político y económico instaurado por la dictadura. Mucho es lo que hemos avanzado en estos últimos 30 años como sociedad, y aún falta camino por recorrer. La democracia debe ser la herramienta fundamental para alcanzar las metas ineludibles de eliminación de la desigualdad, la promoción de la inclusión social y el incremento de la participación ciudadana en los años venideros. Asumamos el compromiso de avanzar en un camino de justicia y libertad.
Opinión
Viva la democracia
Por Litto Nebbia Músico
  30 años en democracia significan por un lado una inmensa alegría. Tres décadas de vivir bajo el único sistema que puede vivir una población. Poder compartir la diferencia de ideas. Cumplir 30 años de democracia en un país como el nuestro, tan discutidor, tan intenso… Con una sociedad tan proclive a dividirse, casi siempre por intereses materiales, es de preocuparse realmente. ¿Por qué? Porque la Democracia igual que el Amor, la Pareja, la Música, la Confianza, la Guitarra, la Amistad o la Política y docenas de cosas más, necesitan que siempre haya un foco de atención sobre ellas. ¿Por qué digo esto? Justamente porque estamos cumpliendo 30 años de vivir en democracia en un país que ha sido muy castigado los últimos tiempos, y todavía se escuchan ecos de inconformismo. Esto no es un paraíso y para nada uno está soñando una sociedad que sea idílicamente irreprochable. Siempre, bajo cualquier gobierno, habrás miles de cosas perfectibles. Realmente habiendo vivido todo el medio siglo pasado en la Argentina, tener que oír a gente que dice “ya no se puede más”, sin fundamentar nada coherente, me agota. OK. Viva la Democracia, con toda la energía que debemos poner sobre ella para que siga intacta.
Opinión
No hay nada más hermoso que la libertad
Por Patricia Sosa Cantante
  Haber vivido parte de mi juventud bajo dictadura y cotejarlo con estos 30 años de democracia me permite disfrutar de la vida y tomar conciencia de que no hay nada más hermoso que la libertad. Cuando pienso en estos últimos 30, lo primero que se me viene a la mente es aquel recital multitudinario en la 9 de Julio. Había una hermosa comunión entre los artistas y el público. Hay una vivencia muy personal que grafica lo que significa para mí haber recuperado la democracia. Estábamos aún en dictadura y recién comenzaba a salir con Oscar (Mediavilla). El comisario de la 30 de Barracas estaba caliente conmigo y cada vez que Oscar venía a visitarme a mi casa, se paraba un patrullero en el frente y cuando él salía se lo llevaba detenido. Unos años después, ya en democracia, me lo crucé en el colectivo. Parecía un pobre tipo, con el rostro de un hombre acabado y una joroba que lo disminuía aun más. Yo guardaba tanta indignación que estuve a punto de decirle algo. Pero el tipo no pudo sostenerme la mirada. Me acuerdo que Oscar me agarró del brazo y me dijo: “Dejalo, el tipo perdió”.
Opinión
El desafío: que se aplique la Ley de Medios
Por Miguel Cantilo Músico
  En lo personal, el regreso de la democracia fue muy importante en mi vida, me decidió a volver a la Argentina. Con mi familia veníamos de vivir cuatro años en España y tenía a mis hijos en plena edad de formación. Vislumbré en ese momento que esta vez el período democrático podía prolongarse a través del tiempo y decidimos quedarnos definitivamente. Desde lo artístico, es indudable que vivir en democracia permite expresarse con mayor libertad pero no garantiza que esa libertad sea plena. Por ejemplo, las crisis económicas vividas durante el período de Alfonsín y de Menem hicieron que nos cueste más publicar discos y tener espacios donde difundir nuestra música. Frenar la penetración cultural de las grandes potencias creo que es una de las cuentas pendientes. El 90 por ciento de la música que difunden los medios está determinado por las grandes multinacionales que imponen pautas culturales de países que atraviesan un momento decadente. El gran desafío de acá en adelante es exigir que efectivamente se aplique la Ley de Medios para que de esa manera se garantice la difusión de los artistas argentinos.
Opinión
Falta producción cultural
Por Luis Brandoni Actor. Dirigente de la UCR
  Para aquellos artistas que sufrimos la censura y el exilio, el regreso de la democracia significó una enorme alegría. Oficialmente, el fin de la censura se produjo dos meses después de la asunción presidencial, cuando Raúl Alfonsín nombró como interventor del Ente de Calificación Cinematográfica al crítico de cine Jorge Miguel Couselo, con la misión de liquidar ese organismo que jugó un rol central en todas las dictaduras. Es importante destacar que a diferencia de lo que sucedió en España, en nuestro país no se vivió una etapa de destape sino que se ejerció la libertad con una gran madurez. Mirando toda esta etapa en perspectiva, es innegable la libertad con la que los artistas podemos expresarnos y desplegar nuestra creatividad. Pero está faltando en la producción cultural obras de teatro o de cine que reflejen lo que pasa en la sociedad. Así como en los primeros años de la democracia hubo una obra como Made in Lanús que expresó esa etapa que marcaba el regreso de la democracia, en la actualidad no surgen piezas que cuenten, por ejemplo, los estragos que produjeron en la sociedad argentina los años de la Convertibilidad.   Fuente:veintitres.infonews.com

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