24 de noviembre de 2013
Kicillof, por él mismo
Por Alfredo Zaiat:
Las últimas definiciones del flamante ministro de Economía antes del cambio de gabinete. Su mirada sobre la economía argentina y mundial, la inversión privada, el papel de la inclusión social en el crecimiento, los problemas del modelo, las recetas heterodoxas, el negocio de la deuda, la relación entre campo e industria
El manual económico de Axel
La crisis internacional, los motores del crecimiento argentino, la industrialización, el desarrollo del campo, la inversión privada, la deuda, la defensa de los trabajadores, el peligro de la burbuja con los commodities, la receta de la ortodoxia y los desafíos del Gobierno.
Por Alfredo Zaiat
El perfil preferido de ministro de Economía del mundo empresario y su eco en medios de comunicación es un egresado de la Facultad de Economía, preferentemente con un posgrado en una universidad de Estados Unidos, y con vínculos como asesor o empleado en multinacionales, grupos económicos o bancos. Esa persona es la que sabe y tiene noción sobre qué hacer con la economía porque es un técnico no contaminado por “ideologías”. El resto, dicen con soberbia, no entiende cómo funcionan las leyes sagradas de la economía. Esta construcción del “buen economista” colisiona cuando aparece uno como Axel Kicillof, mejor promedio de su camada, medalla de oro y con un doctorado calificado con un diez por el Tribunal de Tesis. Se les complica aún más porque tuvo militancia política universitaria en una organización juvenil no partidaria y como funcionario además puede mostrar éxitos de gestión. Trabajó en equipo en la elaboración del plan de expansión y financiero de Aerolíneas Argentinas estatizada bajo la conducción de Mariano Recalde, recuperando la línea de bandera vaciada durante años por el grupo español Marsans. Integró el comando de la intervención de YPF bajo control estatal, compañía dirigida por Miguel Galuccio. que en menos de dos años mejoró todos los indicadores productivos, financieros y contables. Como director estatal en representación del 25,97 por ciento de las acciones de Siderar, orientó a la trasnacional Techint a invertir en la ampliación de su planta en Argentina, grupo que está ganando mucho dinero en el país debido a que está trabajando a pleno la división dedicada al mercado interno conducida por Daniel Novegil a partir de la fortaleza de la demanda doméstica. El balance presentado en la Bolsa de Comercio es más preciso que sentencias negativas de especialistas de empresas sobre la labor de Kicillof en Siderar: en nueve meses de este año contabilizó ganancias por 1315 millones de pesos, cuando en el mismo período del año anterior había registrado 690 millones de pesos. También fue el impulsor del Pro.Cre.Ar junto a Diego Bossio de la Anses, el más ambicioso plan de financiamiento a la vivienda con gestión y resultado exitoso. Con esos antecedentes, la principal definición sobre la figura del nuevo ministro de Economía fue la de marxista, en otra demostración de la vigencia de la Ley de Ook (también conocida como Ley del Míniimo Esfuerzo) en gran parte de los analistas. Kicillof es uno de los más importantes investigadores argentinos de la obra de John Maynard Keynes, economista inglés al que se lo reconoce por sus aportes a la ciencia económica para salvar al capitalismo de la Gran Depresión del siglo pasado. Kicillof escribió en el libro Fundamentos de la Teoría general. Las consecuencias teóricas de Lord Keynes que estudiarlo fue “un descubrimiento liberador”. Sólo los promotores de la ignorancia pueden asociar Keynes con Marx. Y un keynesiano con un marxista. Puede haber keynesianos de derecha/ortodoxos o de izquierda/heterodoxos. Kicillof es la segunda versión.
Las presentaciones de Kicillof son largas, desvío atribuible a su vocación docente como profesor de la Facultad de Ciencias Económicas-UBA, lo que requiere de un esfuerzo de atención o de posterior lectura de la exposición mayor que lo habitual en el trabajo periodístico. Es más sencilla la tarea con una caracterización ideológica, aunque sea deformada. Su última disertación pública fue el jueves 15 de agosto en el seminario “La agenda para el desarrollo y la integración: las relaciones Sur-Sur” del Cefid-Ar. Reunidos en el salón de actos del Banco Nación, estaba previsto que hablara 30 minutos, pero terminó extendiéndose casi hora y media sin alcanzar a mostrar las 86 filminas preparadas. Bastante se ha especulado sobre el pensamiento de Kicillof, como el de ser promotor del desdoblamiento cambiario porque en septiembre de 2001 el Cenda (el centro de estudios que lideró junto a su actual equipo de colaboradores más cercanos) proponía tipos de cambios múltiples –algo diferente a la propuesta de un dólar turista–. Resulta más esclarecedor conocer las principales ideas del nuevo ministro de Economía sobre cuestiones relevantes de la economía a partir de sus propias palabras en su última disertación pública.
- La economía argentina.
Las políticas que se han implementado en este tiempo están en los antípodas de aquellas que propuso la ortodoxia económica nacional e internacional, e incluso de las que propuso cierta heterodoxia regional cuando el país estaba en una época crítica. Nuestro país ha mostrado una capacidad y una fortaleza muy grandes para soportar una situación que ha afectado a muchas regiones del planeta. Voy a hablar de algunos indicadores que nos permiten traer optimismo a nuestro país, a pesar de este clima de pesimismo mundial (Kicillof mostró filminas comparando promedios de la década del ‘90 con los años 2003-2013 en indicadores de PBI, Inversión, Empleo, Pobreza, Industria, con saldos muy favorables en el segundo período).
- Crecimiento.
Estos son los diez años en que la economía argentina tuvo el mayor crecimiento promedio sostenido de toda la historia, tomando todas las estadísticas que ustedes quieran tomar, incluso si ustedes consultan el último libro de Orlando Ferreres, un libro valioso por las estadísticas de cien años. La fase actual de crecimiento con inclusión social no es otra cosa que un modelo de reindustrialización de la Argentina.
- Inversión privada.
Sin un crecimiento de la inversión no sería posible que el PBI creciera a tasas tan altas. Obviamente, la discusión académica sobre los motores de la inversión divide a las escuelas de pensamiento. Algunos dicen que depende de algo muy voluble y difícil de examinar, como las expectativas de los empresarios; otro autor muy importante, Michael Kalecki, dice que la inversión depende de la rentabilidad de las empresas. Si las empresas encuentran rentabilidad, más allá de lo que esperan en el futuro y de lo que leen en la prensa, si les va bien en los negocios, cuando la economía crece en su conjunto y hay excedentes, la rentabilidad está apuntalada por esta actitud optimista. Digámoslo con todas las letras: nuestra economía es fundamentalmente privada. El crecimiento de la economía es determinado fundamentalmente por el sector privado y la inversión está determinada por la decisión de esas empresas, que han invertido porque han tenido buena rentabilidad, buenos negocios y competencia.
- Capitalistas.
Toda esa batería de políticas de crecimiento del salario y de mejora de las condiciones de vida de nuestro pueblo no es más que una forma de apuntalar la rentabilidad de los capitalistas, porque es la única plataforma sostenible de crecimiento para un país como el nuestro.
- Inclusión social.
Podemos decir que hay distintos modelos de crecimiento y diferentes escuelas acerca de cómo se orienta el crecimiento, sobre todo en esa vinculación que muchas veces se ha presentado como antagónica o secuencial entre el crecimiento y la distribución del ingreso, o lo que más genéricamente llamamos “inclusión social”. En la década de los ’90 era el pensamiento convencional en mi Facultad, y no de un profesor: primero había que apuntar al crecimiento para poder distribuir. Nosotros hemos demostrado que la verdad es precisamente lo contrario: la única estabilidad que se puede dar desde la perspectiva de la política económica al crecimiento, es fundamentalmente la inclusión social. La inclusión social tiene como subproducto el crecimiento. Si uno se dedica, como lo ha hecho esta administración, a generar incrementos en el salario mínimo, vital y móvil, en las jubilaciones, en los programas sociales de inclusión, eso va a tener de suyo como resultado el crecimiento.
- La demanda.
Ustedes saben que las fuentes de demanda para un país, siguiendo la ecuación básica, son el consumo y la inversión, pero también las exportaciones y el gasto público. Si no hay demanda, y en eso este gobierno es muy claro, no puede haber producción.
- Campo-Industria.
Hoy tenemos un sector agropecuario que ha crecido como pocas veces en su historia. Hemos matado también esa idea de que hay una antinomia entre el crecimiento y la distribución y entre la industria y el campo. Así como sabemos que para crecer necesitamos que a los trabajadores, al pueblo, al mercado doméstico le vaya bien, sabemos claramente también que para crecer en la industria necesitamos que crezcan las ramas exportadoras.
- Industrialización.
Observaba el otro día un estudio encargado por Techint a economistas muy prestigiosos de distintos países de Latinoamérica para mostrar que había un fuerte problema: la reprimarización de nuestra región. Lo que demostró ese trabajo, que comparaba a Argentina, Colombia, Brasil y México, es que todos esos países menos la Argentina se reprimarizaron, que la participación de la industria en el Producto es menor. Para la industria argentina es muy significativo el mercado interno. Todos los indicadores que quieran ver muestran la industrialización.
- Materias primas.
¿Qué pasa con los commodities? El precio depende del nivel de producción mundial, que genera más o menos demanda, y también de los movimientos especulativos, porque las commodities se han convertido en un refugio para las inversiones financieras tóxicas luego de la crisis de 2008. Esos capitales se fueron en masa a los mercados de materias primas y por eso hay “burbujas” en esos mercados; todos nos dedicamos a ver qué parte de ese precio tiene que ver con la demanda y qué parte tiene un componente especulativo. Si hay un componente especulativo, la oscilación en los precios de las commodities va a ser mucho más violenta por los cambios de signo en la especulación mundial que estarían reflejando cambios en la producción real. Este es también un tema formidable para aquellos países que comerciamos una gran parte de nuestra producción primaria.
- Problemas.
Lo que queda demostrado es que las políticas aplicadas por este modelo son las que dieron estos resultados, lo cual no quiere decir que no haya problemas y cuestiones para resolver. En eso la tiene mucho más difícil la heterodoxia que la ortodoxia. Los economistas nos entendemos. La ortodoxia tiene un libro de recetas que todos los que estamos en esta sala podemos deletrear: bajar salarios, ajustar el gasto, endeudarse con el extranjero, subir la tasa de interés, devaluar fuertemente la moneda para resolver los problemas de la balanza comercial y “dale que va”. Es un recetario muy sencillo, la panacea que resuelve todas las enfermedades, porque se aplica en toda circunstancia, sea en crisis o en prosperidad. Es la forma de paliar cualquier problema de cualquier economía del mundo. No hay que buscar un plan económico alternativo, porque de una u otra manera todos abrevan en lo mismo.
- Heterodoxia.
Las causas también son de manual: los salarios altos, el elevado gasto público, el Banco Central que no se rige por los dictados del sector financiero, los bancos que no tienen total autonomía, los capitales internacionales que no tienen una puerta giratoria para entrar y salir. Los problemas siempre se resuelven de la misma manera. En cambio, la heterodoxia la tiene más complicado porque no hay un recetario sino simplemente la realidad, los problemas concretos, y hay ideas claras sobre qué es lo que hay que defender. En este caso, está claro que no es ni más ni menos que la gente, el pueblo, los trabajadores, que son los que están indefensos, porque no pueden mudarse de donde viven, no pueden fugar sus capitales, no tienen negocios alternativos cuando viene mal la mano. Se quedan en la calle o les baja el salario, como ha sucedido hace muy poco tiempo en la economía argentina.
- Deuda.
Uno de los obstáculos fundamentales que tuvo la Argentina a lo largo del tiempo para sacar la cabeza y volver a crecer de manera sostenida es la deuda externa. La deuda externa, con su insoportable carga de interés, de capital y el roll over, un término técnico que ha traído tantas desgracias al país: cuando se vence la deuda, en lugar de pagarla hay que contraer nueva deuda para no pagarla. El resultado de eso es una bola de nieve que va creciendo sobre la base de refinanciaciones cada vez más desfavorables. El método de reendeudamiento o roll over, la calesita de los intereses y el capital, se llama usura, pero como es internacional se le pone otro nombre.
- Negocio financiero.
Si sostenemos al negocio financiero, los intereses de las finanzas nacionales e internacionales, estamos favoreciendo las enormes comisiones de los intermediarios. Por eso nos hemos peleado con buena parte del mundo financiero internacional, porque al dejar de endeudarnos perdieron clientes, y buenos clientes. Un país como la Argentina, que fue un megaendeudador serial durante cuarenta años, estaba dispuesto a entregar cualquier cosa que le pidieran para conseguir un dólar. Los que califican hoy a la Argentina son primos hermanos de los que le cobraban comisiones. Señores: se les acabó el negocio con la Argentina. No estamos para eso; estamos para otra cosa.
- Crisis internacional.
Según los especialistas más importantes del mundo, muchos de ellos norteamericanos, esta crisis es solamente comparable, en cuanto a su envergadura, con la de los años treinta. Aunque no hablemos de cuál fue más importante, sin duda es una de las mayores de la etapa capitalista. Por eso me parece anacrónico y desacertado decir que los desafíos de nuestro modelo económico hayan sido capitalizar un favorable “viento de cola”. Lo que estamos mostrando es que éste ha sido un modelo que se aprovechó para crecer con inclusión social de una época con una fuerte turbulencia internacional y de gran incertidumbre. Muchas veces esto ha sido camuflado por la prensa local que suele poner énfasis en las complicaciones de la política interna que tiene cualquier gobierno. Detrás de los problemas se esconden los logros y los méritos locales y detrás de eso se esconde la situación internacional. Me parece que invisibilizar la situación económica internacional es un hecho bastante relevante para la opinión pública local. Nosotros estamos convencidos de que nuestra política económica es muy acertada en tiempos en que el viento no es de cola sino de frente.
- Estados Unidos.
¿Cuál es la evolución de esta crisis? Permítanme hacer un comentario, porque hay escuelas enteras que lo están discutiendo, y esto tiene enorme importancia para nuestro país. Hay algunos que dicen que se acabó el imperio, que Estados Unidos perdió su hegemonía; no sé si lo escucharon. El resultado de la crisis que empezó en 2008-2009 significa, para algunos, que se movió el centro de gravedad del planeta, que China está desplazando a Estados Unidos. Nadie hablaba en aquel momento de Europa, porque la pretendían socia próspera de alguno de estos dos grandes bloques, pero algunas naciones europeas son hoy el chivo expiatorio de la crisis que empezó con Lehman Brothers. Esta idea de que China iba a ser la potencia que se iba a beneficiar de la crisis norteamericana, para quienes creemos que es una crisis del sistema, es una visión errada. Ahora vemos, con sorpresa, que Estados Unidos se está recuperando y está sellando un pacto de libre comercio con Europa. A mí, perdónenme, me hace acordar al Plan Marshall, salvando las distancias: un enorme plan de estímulo para la economía europea en problemas.
- Argentina frente a la crisis.
El haber fortalecido durante diez años la capacidad adquisitiva de los trabajadores y el consumo interno nos dio grados de libertad para no depender exclusivamente de lo que ocurría en el mercado mundial. Otra fortaleza central es justamente lo que nos han reprochado, que “nos caímos del mundo”. Decir eso es no tener un pensamiento profundo, es hablar como el muñeco del ventrílocuo, repitiendo lo que dicen las consultoras de los centros financieros internacionales, las calificadoras y los prestamistas mundiales. No nos hemos caído del mundo, sino que no hemos “ido al pie” para endeudarnos para sostener este modelo de crecimiento. No nos hemos endeudado para crecer; por el contrario, nos desendeudamos como nunca en nuestra historia. Hoy no somos esclavos de los movimientos internacionales de capitales.
- Expectativas y elecciones.
Yo creo que ése es el aspecto más llamativo del ciclo electoral: la cantidad de profetas de la derrota que nacen en los charcos de la podredumbre y proponen cambiar los parámetros fundamentales del modelo económico, pero cuando uno les pregunta un poco cómo lo harían, repiten esas cuatro recetas de la ortodoxia revestidas con ropaje heterodoxo: subir la tasa de interés, tranquilizar los aumentos de salarios y jubilaciones, moderar el gasto, pararla con la AUH y volver a endeudar al país. No se engañen. Discutamos las políticas, que es un grado superior del debate, más complicado, pero es lo que se puede ver: ese 7 por ciento de crecimiento anual acumulativo de estos diez años no es resultado del “viento de cola”, sino el resultado de una economía dirigida por una política que tiene objetivos y que está dispuesta a hacer lo que hay que hacer para que esos objetivos se cumplan.
Primero, saber qué piensa Kicillof, luego será tiempo de evaluar el resultado de su gestión al frente del Ministerio de Economía.