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EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

31 de mayo de 2024

Se pudrió

Luego de varios días de ensayar excusas para justificar lo injustificable, el gobierno admitió lo que El Destape había revelado ocho días atrás: que retiene millones de kilos de comida a punto de vencer.

La ministra de Capital Humano aceptó los hechos sacándose la responsabilidad de encima, como parece ser el sello de la gestión Milei. Sandra Pettovello cargó las culpas sobre un funcionario -el subsecretario Pablo de la Torre, ya despedido-, activó la distribución de alimentos -que según mintió su subsecretaria Leila Gianni eran incomibles- a través del Ejército, impostó decencia con una presentación en la Oficina Anticorrupción por manejos “poco transparentes” de sus propios funcionarios a cargo de la compra de alimentos, y fingió ignorancia sobre lo que ocurre en su ministerio: en el comunicado de la confesión la ministra aludió no haber sido debidamente informada del estado de las mercaderías, justo luego de que este medio difundiera información oficial donde constaba que en dos meses vencían unos 300 mil kilos de leche en polvo, entre otros productos.

La información tenía más de una semana a la vista, para quien quisiera ver.

Pettovello puede actuar a discreción porque cuenta con el respaldo sin fisuras del presidente Javier Milei. La relación entre ambos es tan estrecha que la ministra suele pernoctar en Olivos y el presidente tiene una foto de su ministra en un despacho de la Casa Rosada. Esa relación nutrió a Pettovello de un poder inusitado con la absorción de cuatro carteras claves: Trabajo, Salud, Educación y Desarrollo Social. 

Periodista y egresada en Ciencias de la Familia en la Universidad Austral -una carrera de dos años que aborda las cuestiones familiares con un punto de vista interdisciplinar y "desde una perspectiva holística y socioecológica"-, sin experiencia alguna en la gestión ni siquiera en el ámbito privado, Pettovello llegó donde está por interpretar sin desvíos el programa cruel que preside Milei. Durante su nueva gira promocional por los Estados Unidos, en la Universidad de Stanford, el presidente fijó las reglas de la versión de los Juegos del Hambre que se propone ejecutar en la Argentina: "Va a llegar un momento donde la gente se va a morir de hambre. De alguna manera va a decidir algo para no morirse. No necesito intervenir. Alguien lo va a resolver", dijo, saboreando cada palabra. En política, las cosas no se dicen porque sí. ¿Qué pretendía Milei con su nueva provocación? ¿Qué los millones de argentinos hambreados irrumpiesen en los galpones para distribuir la comida a punto de vencer que el gobierno mantenía retenida? 
Si lo hiciera, la multitud estaría cumpliendo al pie de la letra lo que propone el presidente: 
“La gente va a decidir algo para no morirse”. 
Eso sí: la irrupción en los galpones sería una solución por mano propia. Pero en acción colectiva. La peor pesadilla del autoproclamado líder mundial de los liberales libertarios, una secta que cultiva la supremacía del sálvese quien pueda.

Podría ocurrir también que los argentinos se pusieran de acuerdo para pedir que se termine ya el mandato de un presidente hambreador. El reclamo estaría dentro de las reglas vociferadas por el presidente en Stanford. ¿O acaso terminar ya mismo con la miseria planificada y ejecutada por el gobierno no sería “decidir algo para no morirse”?

Por supuesto, esta columna no alienta las reacciones violentas ni la interrupción del orden institucional. Solo pretende marcar el peligro de la provocación presidencial. Para sí mismo, que sería lo de menos, y para las mayorías populares que le pondrían el cuerpo a la obvia represión que entusiasma a Patricia Bullrich.

Nacido y criado en los set de televisión, el presidente no distingue la ficción de los shows mediáticos con los efectos que pueden tener sus actos en la vida real. Esa distancia con lo que le pasa a las personas es tan notoria como solapada por los dueños del dinero que se frotan las manos con las opciones de negocios que promete el elenco gubernamental. También es negada por muchas víctimas, todavía esperanzadas porque lo “nuevo” barra una década de gobiernos deficientes, abusos políticos y frustraciones. 
¿Cuánto dura la cobertura de la herencia como excusa a los dramas del presente? ¿Cuánto dura la paciencia social frente al derrumbe del ingreso, la pérdida de empleos y el hambre? ¿Cuánto dura un gobierno que se regocija en el sufrimiento que provoca su gestión?

El rechazo masivo que provocó la retención de alimentos, y la marcha atrás de un gobierno hipersensible a las encuestas de opinión, es indicio de un cambio en el humor social respecto a un gobierno que empeoró las condiciones de vida que prometió mejorar.

Fuente: www.eldestapeweb.com



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