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OPINIÓN

24 de septiembre de 2023

Macrismo y Mileísmo parentescos cercanos

Ricardo Aronskind plantea en esta nota que la democracia argentina enfrenta un difícil trance ante la irrupción del espacio político de Javier Milei. Aronskind analiza también la simetría ideológica y de prácticas que existe entre el espacio mileísta y Juntos por el Cambio, ambos de raigambre noventista neoliberal. Aronskind advierte que hay que mirar la dinámica de la historia política reciente para tratar de ubicar el impacto de Milei en el cuadro de situación.

Por Ricardo Aronskind*

(para La Tecl@ Eñe)

El domingo 13 de agosto nos mostró una sorprendente realidad. La irrupción contundente de una nueva fuerza política de características diferentes a las que marcaron la dinámica política desde 2008 –año del levantamiento del “campo” contra el gobierno de Cristina Kirchner- hasta la actualidad.

La dinámica de la confrontación llevada desde aquel momento contra el movimiento popular –¡hace ya 15 años!-, bautizada “grieta” por uno de los mejores comunicadores de la derecha local, configuró una situación de cuasi bipartidismo, entre un peronismo-kirchnerismo poco preciso, y una derecha que gustaba –por razones domésticas e internacionales- de posar de seria y republicana.

Sin embargo, y confirmando datos cualitativos que podían observarse pero cuya extensión no era comprobable, el espacio político de Javier Milei “La Libertad Avanza” se transformó en la estrella de la jornada, acumulando más votos que los otros dos espacios y creando un nuevo escenario político de cara a las elecciones generales que obligó a revisar la mayoría de los supuestos no sólo partidarios, sino comunicacionales, culturales y hasta generacionales sobre los que se asentaron los análisis políticos de los últimos años.

La novedad de la nueva situación promovió numerosos análisis y disparó fuertes interrogantes sobre el nivel de obsolescencia en el que se encontraría el esquema político vigente hasta este momento. Aún se están procesando y tratando de entender las raíces y complejidades del fenómeno, indagando además si refleja una coyuntura particular o si expresa tendencias profundas de la sociedad.

Vale la pena mirar la dinámica de la historia política reciente para tratar de ubicar el impacto de Milei en el cuadro de situación.

¿Quién es el peligro a la democracia?

Suelen achacársele al fenómeno Milei una serie de características que producen rechazo desde una perspectiva democrática. Estas características harían de Milei una “amenaza a la democracia” que merecería el rechazo mayoritario de la sociedad. Tomemos como ejemplo la carta de un grupo de intelectuales -la mayoría de los cuales se definiría como social-demócratas-, que apoyaron a Cambiemos en su momento, ya que consideraron que la fuerza liderada por Macri era una mayor garantía democrática que la que se reunía en torno a Cristina Fernández.

La carta sostiene que la irrupción de Milei es “una conmoción de los fundamentos del pacto democrático instituido en 1983 porque, (…) es la primera vez en 40 años de democracia que candidatos con discursos que promueven la violencia social y política, el desconocimiento de toda idea de equidad y, muy especialmente, la reivindicación de la dictadura militar, llegan con grandes posibilidades de triunfo a una elección presidencial”.

Es un anticipo de lo que se viene en el análisis que efectúan: ante la perspectiva de un gobierno del extremista Milei, el peronismo-kirchnerismo y el macrismo compartirían algunos relevantes puntos en común.

Refiriéndose al curso de los últimos 40 años señalan que “…los consensos ganados en el terreno de los derechos humanos y la conquista de nuevos derechos civiles parecían garantizar una plataforma sólida, uno de los contados aspectos de nuestra realidad que podíamos considerar definitivamente implantados en la sociedad y las instituciones”.  

Según este grupo, el intento de asesinato a la vice Presidenta de la Nación, precedido por una campaña comunicacional pública y abierta de incitación al asesinato –que no es nueva en las manifestaciones de la derecha local-, y financiada por importantes empresarios vinculados al macrismo, nunca existió. La amenaza es a futuro. Intentar matar a la líder política de un sector democrático de la sociedad no es un dato que les resulte relevante. Intentar encarcelarla fraguando pruebas (causa “cuadernos”) tampoco. Pero esa resulta ser precisamente la tónica de Juntos por el Cambio, una fuerza que sólo formalmente repudió el intento de magnicidio, pero que no se sintió convocada a ninguna acción democrática real contra lo ocurrido, ya que ella misma forma parte integral y sistemática de las campañas –sin límites- de incitación contra el kirchnerismo.

En la carta se intenta una explicación del surgimiento del mileísmo, definido sólo por sus características anti democráticas y denegatorias de los derechos humanos: “Pero la fatal combinación del uso político por los gobiernos kirchneristas (con la erosión resultante de la credibilidad del movimiento de derechos humanos) y la falta de interés y el menoscabo del tema por su oposición macrista no pasaron en vano, abriendo las puertas para este nuevo paso, impensable hace apenas unos meses: que la negación abierta de todo lo logrado en ese campo fuera ratificada por un amplio respaldo electoral.”

Otra vez los firmantes de la carta muestran un sesgo marcado: no es que ocurrió algo real durante el kirchnerismo –por ejemplo, reversión de la impunidad que otorgó el menemismo-, lo que generó una fuerte afinidad con parte del movimiento de derechos humanos, sino que simplemente ocurrió un “uso político” por parte de políticos astutos sedientos de poder, de pobres gentes ilusas. ¿Alfonsín también habría impulsado los Juicios a las Juntas por un cálculo miserable?

Y confirman el sesgo olvidándose casualmente de qué fue el macrismo: empezando por las expresiones denegatorias de su jefe sobre “el curro de los derechos humanos” hasta el lance que se tiró la Corte Suprema de Justicia, precisamente en el contexto del “menoscabo” que hacía el macrismo para lanzar el intento de “2×1”, de reducción de las condenas a los genocidas.

Pero también pasan por alto los firmantes de la carta, como si fueran “cuestiones naturales de la democracia”, las denunciadas maniobras de espionaje a todo tipo de adversarios y partidarios, de intervención y manipulación grosera en el Poder Judicial –con probados vínculos personales entre Macri, Angelici, Rodríguez Simón y diversos jueces y fiscales- para amañar causas y obtener fallos para perseguir y debilitar a la única oposición real que existía.

Las prácticas del gobierno de Gerardo Morales en Jujuy, desde el primer día de la gestión con la construcción de una Corte Provincial partidista hasta las violaciones a los derechos humanos para implantar una nueva Constitución entre gallos y medianoche, ¿cómo se llamarían?, ¿democracia enérgica?, ¿pacto democrático versión 2023?, ¿pulcritud institucional con características jujeñas?

La necesidad de igualar lo que no es posible igualar, desemboca en este razonamiento: “Tenemos serias dudas de que los dos bloques corresponsables de haber producido esta crisis tengan la capacidad de sacarnos de ella –al punto de que algunos de nosotros, si la opción electoral se redujera a esas alternativas, votaríamos en blanco. Pero al mismo tiempo sabemos que los dos tienen en su interior sectores democráticos, recursos sociales y memoria de los derechos que les impedirían –sea cual fuere la política que llevasen adelante– caer en la barbarie con la que nos amenaza la fuerza que ha surgido.

Es todo un recorrido intelectual, desde el socialismo al liberalismo: si se omiten las diferencias de clase, los intereses económicos y sociales, y los alineamientos internacionales con las grandes potencias, sólo se discurre sobre las prácticas institucionales. Si además, por prejuicios políticos, no se puede evaluar con equilibrio las prácticas de cada espacio, y los impactos de esas prácticas en la sociedad en materia de democratización real, se puede llegar a decretar un empate “democrático” entre kirchnerismo y macrismo. Y de paso, también jubilar a Macri y a Cristina (que es la gran pieza a cobrar por parte de toda la derecha argentina, de punta a punta).

La carta continúa analizando: “Se trata sin duda del agotamiento de la política de la grieta. En un doble sentido: el movimiento libertario crece, entre otras cosas, porque acoge en su interior a cantidad de sectores sociales que ya no se ven representados en ella, pero al mismo tiempo, porque una parte todavía mayoritaria de la política y la sociedad ha quedado allí estancada, de modo que le resulta imposible hacer valer esa mayoría en un acuerdo democrático para frenar la amenaza que este crecimiento implica.”

No se puede hablar tan banalmente de la “grieta”. La grieta fue una construcción social y política, fomentada y estimulada durante los últimos 15 años por los grandes medios de comunicación y los grandes grupos económicos dedicados incansablemente a la demonización y socavamiento de uno de los dos espacios políticos mayoritarios. Construyeron un cordón sanitario ideológico en torno a ese espacio, que encarnaba un perfil de país que no pueden tolerar. Se trabajó sobre odios y prejuicios ya establecidos, pero no se puede ignorar el engranaje de desinformación masivo, meticuloso y permanente, muy bien condensado en la expresión “periodismo de guerra”. No fue la guerra contra la mentira, la desinformación y las fake news, sino todo lo contrario: es una guerra aún vigente, comunicacional y política, para destruir a la fracción más democratizante de la sociedad argentina. Ese partidismo mediático acudió a cualquier medio para crear un clima de encono e irracionalidad que pregnó en toda la sociedad, e incluso en las personas que más instrumentos intelectuales deberían tener para poder formular un juicio crítico sobre los hechos.

La dosis diaria de desinformación, injurias y focalización constante en los supuestos “chorros” –con los que se explicarían todos los males económicos y sociales- constituye una de las contribuciones más fuertes a la anti democracia que se hayan hecho en este período, y base fundamental para el reaccionario “que se vayan todos” y el mote ficcional de la “casta” política.

El documento propone algunas medidas para enfrentar el actual peligro antidemocrático expresado por Milei. Nos interesa el tercer punto de la propuesta: “Finalmente, la necesidad de un compromiso explícito de Unión por la Patria, Juntos por el Cambio, el Frente de Izquierda y Hacemos por Nuestro País, asegurando que en la segunda vuelta, en caso de ser Milei uno de los candidatos finalistas, llamarán a votar a quien lo enfrente, quienquiera que sea”. Para gente que ha hecho del anti kirchnerismo una verdadera obsesión, parece un avance la disposición a votar, entre otros, a Unión por la Patria, con tal de que no gane Milei. Persiste, sin embargo, la duda de qué pasaría con esta propuesta anti-autoritaria si la candidata de UxP fuera Cristina Kirchner.

La carta propone una lectura parcial de lo ocurrido en Brasil en los últimos tiempos: “La experiencia brasileña, tan cercana, demuestra que la división de los sectores democráticos de la sociedad (su propia grieta) fue lo que hizo posible la aparición y el triunfo del bolsonarismo, que durante cuatro años le infligió un retroceso costosísimo, y que sólo pudo ser derrotado con la unión de aquellos que parecían enfrentados de forma irreversible

Al desconocer los intereses de clase y el extravío ideológico de que son capaces los sectores dominantes en América Latina, pasan por alto que el triunfo del bolsonarismo fue responsabilidad  de la elite brasileña, de sus grandes empresarios y medios, que hicieron una apuesta completamente antidemocrática y retrógrada, no sólo impulsando la destitución de la Presidenta democrática Dilma Rouseff y el encarcelamiento del líder popular y democrático Lula, sino que prefirieron entronizar a un energúmeno como Bolsonaro antes de promover el triunfo de una persona democrática y progresista, –y defensora de los intereses de Brasil- como Fernando Haddad, exclusivamente por razones de ideologización extremista. También allí hubo demonización del PT, de Lula, y de las políticas moderadamente distribucionistas, más allá de todas las imperfecciones y errores que hayan tenido sus administraciones.

En síntesis, la carta crea una supuesta simetría entre los espacios políticos protagonistas del último período, poniendo a la antidemocracia como riesgo futuro.

No hay duda que el mileísmo es un peligro para la democracia y que debemos hacer todos los esfuerzos necesarios para cerrarle el camino al manejo del Estado Nacional.

Pero no vivíamos en Noruega y apareció Hitler. Venimos de instituciones democráticas socavadas por las prácticas mafiosas del macrismo -¿o no se recuerda la forma que tuvieron para expulsar a funcionarios honestos de puestos estables como Alejandro Vanoli del Banco Central y Alejandra Gils Carbó de la Procuraduría de la Nación? ¿y de la colocación de personal “amigo” en lugares clave del poder judicial? – y de un Estado incapaz de mediar en el conflicto social y de cumplir con sus responsabilidades protectivas por estar totalmente sometido y colonizado por los poderes económicos.

Se cumplen 40 años de una democracia capturada, donde no es una realidad la frase de Alfonsín, “con la democracia se come, se cura y se educa”, y además el pacto básico de no matar es relativizado por sectores teóricamente serios y responsables.  

Se está introyectando una concepción muy limitada de la democracia, ya que hace rato se debieron haber prendido las alarmas sobre la presión sistemáticamente anti democrática de los poderes fácticos y la captura de los partidos políticos mayoritarios. El llamado de la candidata Bullrich a “terminar” con un espacio opositor, a erradicarlo, resulta totalmente incompatible con el espíritu democrático pero no sufre ningún repudio… ¿Qué calificación les merece?

Demos vuelta por un segundo la expresión bullrichista y digamos: “Nosotros vamos a liquidar a la derecha que endeudó al país y lo condenó a la miseria. Desde el primer día terminaremos con esos cipayos”. ¿Cómo les suena? ¿Tienen algo para decir? ¿O se trata de fingir que el único antidemocrático es Milei?

Macrismo y mileísmo, hijos del menemismo.

No cabe duda que a Milei lo crearon, es un producto de laboratorio, más allá de que masas poblacionales hayan creído ver en él algo que les gustaría que ocurra. Milei no tendría la difusión que tiene, que le permitió cosechar votos en lugares donde no tiene ninguna estructura propia, sin el despliegue de recursos y medios puestos a difundir e instalar su figura durante los últimos años. No cabe duda que en algún momento los empresarios y financistas irresponsables que apoyaron al engendro, tendrán que explicar ante la democracia porqué estuvieron dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de derechizar a la sociedad y alejarla de las demandas de justicia e igualdad.

Cambiemos, y Juntos por el Cambio, tampoco nacieron de un repollo. Fueron el producto de recursos económicos y asesoramientos expertos para poner en marcha una fuerza que representara al capital más concentrado, y que canalizara el anti peronismo existente en la sociedad argentina. El coucheo, el diseño de imagen, de vocabulario, de vestimenta, del núcleo familiar del candidato a presidente, fueron la esencia fundamental de la campaña de Cambiemos  que no debe ser olvidado. Grandes sumas de dinero transformadas en poder electoral.

Se dice de Milei que su discurso es irracional, inconsistente, separado de la realidad. Desde ya que sí. Lo más racional que tiene, las alusiones a la “escuela austríaca”, son tonterías que no resisten la confrontación con discursos económicos más complejos. Pero ¿qué decir del discurso económico del macrismo, hecho de frases hechas, de charlatanerías sobre los “mercados”, la “confianza” y la “lluvia de inversiones”? El discurso de Macri y los macristas ha sido un corte y pegue de las prédicas económicas del diario La Nación, expresión de una clase dominante que no entiende de otra cosa que de negocios particulares.

Se dice que los votantes de Milei no tienen formación política alguna o que están completamente desinformados. Puede ser, en parte. Pero qué decir de los votantes de Juntos por el Cambio, que votaron por el mismo Presidente que hizo un desastre económico y social en sólo dos años, que creyeron en cuanta fantasía se escribió en contra de Cristina, y que no creían –por ejemplo- que los billetes de 100 pesos con la imagen de Evita tuvieran curso legal. O que están dispuestos constantemente a creer todo bolazo económico que les tiran sus líderes intelectuales. Los votantes cambiemitas han suspendido hace rato su juicio crítico y se han entregado a la pasión del odio anticristinista, droga que les suministran sus propios canales de desinformación en forma constante.

Si dice de Milei que tiene una veta de terraplanistas y anti ciencia importante en sus filas. Es así. Pero qué decir de Bullrich, que quiso boicotear la campaña de cuidado de la población durante el COVID19 en nombre de la “libertad” y se convirtió en una lobista de la multinacional Pfizer, sembrando dudas, en una actitud típica de la guerra fría, de la efectividad de otras vacunas que nos protegieron y que salvaron vidas.

Se dice de Milei que el proyecto de dolarización es un cuento chino impracticable pero muy efectivo para atrapar incautos. Que sólo podría conseguir los fondos necesarios para tan compleja operación con un endeudamiento adicional que desembocaría fatalmente en la sesión de recursos naturales a los financistas internacionales. Es verdad. Pero Bullrich dijo que desde el primer día sacará el “cepo”, o sea la administración cambiaria que está evitando el caos en período de aguda escasez de divisas. Su público parece ignorar que la medida mágica que propone es, en realidad, una amenaza de hiperinflación. Pero el maestro de ambos, Macri, dijo en su propia campaña que él sacaría el Impuesto a las Ganancias cuarta categoría, que controlaría fácilmente la inflación, y que si había alguna devaluación no afectaría a los precios. Además, Bullrich y Milei son tributarios de los felices ´90, el período de la “convertibilidad”, en el cual la ex ministra colaboró recortando sin miramientos el gasto público social.

Con la incitación despolitizante contra “la casta”, Milei  desvía la atención de la población de los verdaderos causantes de sus dificultades económicas, los formadores de precios, monopolios y bancos que la esquilman cotidianamente con los aumentos de precios. Milei presenta la situación agitando contra “los políticos” que serían, en el mundo mileísta, una especie de clase explotadora. Recordemos que en el tramo final, agonizante, de la convertibilidad, se difundió no casualmente ese mismo pensamiento: ¡que se vayan todos!, como se cantó en el bunker de La libertad Avanza la noche de las PASO. La incitación antipolítca no es muy distinta en el discurso macrista, que pone en el “kirchnerismo” todos los males económicos del mundo, toda la vileza y la intención de daño, a pesar de todas las evidencias empíricas en contrario y del desastre económico provocado por el propio Macri.

En su discurso triunfal, Milei rechazó tajantemente el concepto de justicia social, a la que considera una “aberración”, porque le saca al que tiene (que seguro se lo merece) para darle al que no tiene (que también se lo merece). Pero toda la filosofía económica cambiemita es similar, ya que apuesta a la destrucción de lo que queda del estado de bienestar, a transformar actividades fundamentales, como la salud y la educación, en negocios privados. ¿O qué otra cosa ha sido la política larretista de dejar todos los años sin vacantes a decenas de miles de niños, o permitir que los edificios escolares se encuentren en muy mal estado, tanto como los hospitales públicos, en la ciudad más rica del país? No es casual, se busca que esas actividades pasen “espontáneamente” al mercado –o sea, que sean negocios lucrativos para el capital privado-.

Milei no quiere tener relaciones con países comunistas, como China o ¡Brasil! (SIC) Una antigualla de la guerra fría, de la cual cualquier político norteamericano se reiría. Por supuesto que es absurdo y sería desastroso económicamente para nuestro país avanzar en esa dirección. Pero Bullrich no es menos satelital en materia de relaciones exteriores y lo confirmó su rechazo –al unísono con Milei- del ingreso a los BRICS, oponiéndose a profundizar relaciones con el área económica más dinámica del planeta. El Departamento de Estado de Estados Unidos debe estar confundido sobre cuál de los dos candidatos serviría mejor a sus intereses.

La canciller aspirante de Milei ha expresado una opinión sobre Malvinas calcada del Foreing Office de Londres. Ha mostrado un nivel de cipayismo que no es frecuente ni en la periferia latinoamericana, y que otros también pro-británicos han intentado ocultar. Pero Bullrich, muy suelta de cuerpo, pidió durante la pandemia entregar las islas a cambio de la vacuna de su adorada Pfizer. Y Macri, vale recordarlo, cuando juró como Presidente de la Nación no lo hizo por la patria, y le pidió disculpas al rey de España en el momento de conmemorar la independencia nacional. Todo en Juntos por el Cambio es ideología colonial de admiración por los países centrales, es reverencia por lo que hagan, es alineamiento automático al norte, y desprecio por la región latinoamericana.

Milei se refiere a Menem y a Cavallo como los más grandes dirigentes argentinos, por quienes no oculta su admiración. Y ya está rodeado de personajes neoliberales extremistas que ejercieron cargos muy importantes en los ´90. Pero Macri también intentó continuar en esa senda, e incorporó a gente de esos equipos noventistas como Sturzenegger, y otros pollos del neoliberalismo noventista. En materia de economía pertenecen a la misma familia, aunque el salvajismo de Milei, su radicalidad, asuste hasta a sus propios espónsores.

De las afirmaciones contundentes, pero sin ningún sustento, disfrutan tanto Milei como los macristas. Pueden decir cualquier incongruencia, que jamás encontrarán periodistas verdaderos en las inmediaciones para que les repregunten algo. El cobijo que les brinda toda la prensa de la derecha es enorme, aunque en vistas de la próxima contienda electoral están teniendo que optar y tomar posiciones. Las fake news, dirigidas sistemáticamente contra el gobierno popular de los Kirchner y luego contra el espacio nacional y popular en general, han sido el elemento en el que se han podido nutrir y crecer ambos espacios. Son hijos de la desinformación mediática y de la pedagogía derechista, en un sentido amplio, desplegada por los medios luego de la crisis del 2001.

La antipolítica está presente en ambos. Cambiemos, en su momento, se presentó como algo que venía de afuera de la política, con Macri a la cabeza como “empresario exitoso que no necesita robar”. Y construyó un gobierno corporativo, invitando a CEOs a sumarse a su gestión. Lo mismo ocurre con Milei, en cuya trayectoria concreta aparece el asesoramiento parlamentario al autoritario diputado Bussi, o al empresario Eurnekian, pero que aparece ante el público como un personaje salido de los comics y de los libros de Friedrich Hayek.

Claro, el recorte generacional es diferente, y la forma de comunicación también. Son dos mundos muy distintos. Atraen a distintos sectores, pero convergen en las políticas económicas.

Ambas fuerzas aprovechan de la extendida ignorancia política y desinformación rampante de su público. En el caso de Milei es ostensible, llegando incluso al orgullo de “no saber nada”, e ignorarlo todo en relación a su candidato y su propuesta. Votarlo “para que se pudra todo” parece ser una nueva rebeldía de un enunciante que se supone inmune al abismo.

Pero en el caso de Bullrich es más notable, porque va a ser votada por gente que se autopercibe “educada”, quizás con nivel universitario, “informada” –en Clarín y La Nación-, culta, moderada, formando parte de la parte civilizada de la sociedad. Pero que resultan altamente ignorantes, desinformados y manipulados en realidad, porque viven en un corral ideológico que ha sido naturalizado. ¿Cuántos suscribieron la teoría de que “los K se robaron varios PBI”? ¿Cuántos creen que Cristina mató a Nisman? ¿Cuántos siguieron con pasión la “ruta del dinero K” que derivó en las excavaciones infructuosas en la Patagonia? ¿Y cuántos eligieron ignorar todo lo que se sabe sobre Macri y sus múltiples causas judiciales sin resolución, sobre la inclusión por decreto de su familia en la moratoria y el blanqueo impositivo, sobre el comportamiento partidista de la AFI durante su gestión, para poder seguir sosteniendo la pose de republicanismo y decencia ciudadana?

Si, en Milei muchas cosas son extravagantes, delirantes o perversas. Y otras están revestidas de un aventurerismo que convoca mucho más al peligro de confrontaciones sociales violentas. Es probable que vaya convergiendo con el programa tradicional de la derecha local: creación de negocios sin riesgo para las corporaciones, a costa del estado y del resto de la sociedad.

Por ahora su irrupción ha servido para que la propuesta de Juntos por el Cambio parezca prudente y moderada, a pesar de ser la tradicional receta fracasada de la piñata de negocios para unas cuantas grandes empresas. Hoy Melconián pasa por un meticuloso economista que ha invertido tiempo en un minucioso plan “capitalista” para sacar al país adelante sin sobresaltos.

Pero violentos, intolerantes y regresivos para el país son ambos candidatos, con “targets” distintos.

La democracia capturada argentina enfrenta un difícil trance.

Por lo pronto, deberemos proteger con mucha energía los espacios democráticos existentes, pero sólo como un primer paso para ampliar y extender la democracia más allá de la formalidad legalista, de la cual el gobierno del Frente de Todos ha sido un triste ejemplo.

 

Buenos Aires, 19 de septiembre de 2023.

*Economista y magister en Relaciones Internacionales, investigador docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Fuente: lateclaenerevista.com

 
 

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