Es la utilización de un verbo triunfalista lo que no me convence. Sin dudas que la Argentina no es la misma que en 2003, y no sólo eso: es un país bastante mejor en los datos estadísticos que refieren a la inclusión social y la salida de la brutal crisis que padecimos al inicio de este siglo. Los datos de reducción de la pobreza, la inclusión de millones de compatriotas, la recuperación de soberanía en las decisiones económicas y algunas medidas extraordinarias en materia de Derechos Humanos y muchas otras cuya sola enunciación excedería esta breve columna, testimonian esa mejoría.
Pero a mí, en tanto compañero crítico de este gobierno, me parece que hay todavía en muchas áreas inacciones que no me convencen, o no me cierran, digamos, como para conformarme con la celebración de un supuesto triunfo que, siendo real en muchos aspectos, está lleno de deudas todavía. Y pienso, por citar cuatro casos, en los todavía importantes niveles de pobreza e indigencia; la irritante permisividad hacia las transnacionales mineras que infectan hoy nuestro territorio, y en general la penosa política ambiental oficial; el pésimo estado del sistema de transporte en todo el país, que dificulta nuestro desarrollo; y la carencia de políticas anticorrupción serias, profundas y consistentes, que dicho sea de paso serían la mejor respuesta al terrorismo periodístico del Grupo Clarín, Lanata y similares.
Entiéndase bien el espíritu de este texto, que no lo firma un incondicional del kirchnerismo: lo que estoy diciendo es que obviamente en comparación con las últimas cuatro décadas, por lo menos, esta significa por lejos una superación. Mérito de la democracia, en primer lugar, y de los muchos aciertos que hemos visto y aplaudido en estos diez años. Pero yo soy de los que cree que cuando uno supera un trance que pareció terminal es mejor, y más adulto, prepararse para lo que viene completando lo bueno, antes que celebrar lo que no se ha terminado.
Por todo esto yo hubiese preferido un festejo más sobrio, menos autoafirmativo, y que, en todo caso, hubiese convocado a la tarea monumental que aún falta, y que yo aún confío que el gobierno de CFK puede llevar adelante. Y espero que lo haga, para, entonces sí, hablar de un tiempo ganado.