OPINIÓN
14 de diciembre de 2022
El vulgo tuvo muchos motivos para festejar
La selección sigue subiendo la cuesta y las muchedumbres lo celebran en las calles. Los festejos del vulgo. Messi contra la ley de la gravedad. Jornada consagratoria de Julián Álvarez. Europa versus el tercer mundo. La idiosincrasia populista y las vallas de Larreta.
Por Mario Wainfeld
La arrogancia nacional llega a extremos peligrosos. Hay quien asegura que la goleada de ayer se celebró más en nuestro país que en Bangladesh. Desmesuras nacionalistas, seguramente, aunque es cierto que en centenares de ciudades se cantó y bailó con euforia. Muchedumbres dichosas en un semi feriado espontáneo que habrá alertado a los mercados. Acá buscan cualquier pretexto para no trabajar --menean la cabeza los gurúes de la City-- urge una reforma laboral que suprima las indemnizaciones por despido y otros derechos que conspiran contra el desarrollo económico.
El vulgo tuvo motivos para festejar. La derrota contra Croacia en Rusia 2018 fue un bajón, el 0-3 un cachetazo premonitorio. En Qatar la Selección retribuyó el resultado, Una actuación colectiva memorable, aprovechando cada momento, sabiendo noquear al adversario tras el segundo gol. Los equipos a menudo se comportan como si fueran una persona. Se abaten ante la adversidad como con Arabia Saudita. Se rehabilitan luego. Se desconcentran o relajan diez minutos contra Hol... perdón se dice "Países Bajos". Aprenden de ese desliz, crecen.
La jugada de Messi previa al tercer tanto -- corriendo casi contra la raya, en paralelo a la línea de gol sin perder la pelota ni la vertical ni la visión periférica-- contraría la ley de gravedad. Otro ejemplo del escaso apego a las normas que cunde en este suelo.
Jornada consagratoria para Julián Álvarez que participó en las tres pepas y que corre para marcar hasta al director técnico contrario.
Un repaso en Twitter recoge sagaces comparaciones entre el segundo de Julián y un golazo de Mario Alberto Kempes en el Mundial de 1978.
El relato de Víctor Hugo del tercer gol, los zigazagueos de Messi reversionó a su manera insuperable, el célebre del gol de Maradona a los ingleses en 1986. "Aladino eterno del fútbol, zurda infinita y extraordinaria". Olé, maestro.
Je, je, je: el equipo ganó, goleó y gustó. Los croatas mostraron templanza en una competencia desdichada. No pegaron, hicieron cuanto estuvo a su alcance para descontar. Luka Modric, un crack, mantuvo su romance con la pelota en las buenas y en las malas. Respeto para ese tipo, chapeau. La escena en que se arroja vanamente a los pies de Julián para impedir el segundo gol es simbólica y en una de esas injusta. Pero la vida continúa y los viejos luchadores dejan paso a las jóvenes generaciones. Álvarez y Enzo Fernández si no sucede alguna desdicha podrán participar en tres o cuatro mundiales más, brillan con atrevimiento en el estreno. Hay futuro.
El politólogo sueco que prolonga eternamente la tesis sobre Argentina chatea con el decano de Sociales de Estocolmo. “Esto es una fiesta, profesor. Me cuentan que Mbappé analiza ir a menos con Marruecos para ahorrarse un papelón. ¿se viene una final tercermundista?”. Tal vez la duodécima botella de birra se le subió a la cabeza. O lo embriagan las multitudes argentinas. El profesor le replica, chinchudo y un cacho celoso. “No se haga el guapo, licenciado. Los mejores de Europa somos los mejores del mundo. Hablemos en serio. Respóndame por qué insisten con su idiosincrasia, con los cantitos, con armar una fiesta en medio de la malaria. ¿Por qué conservan tantos hábitos populistas? ¿No comprenden que el populismo es puro presente, que siega el futuro, que reparte lo que no hay?”.
El politólogo está al borde de responderle “andá pá ashá, bobo”. La pelirroja que fue progre y se hizo cristinista una década atrás lo disuade y le sopla la respuesta. “El populismo no reparte lo que no hay, un imposible. El populismo amplía los márgenes, crea y reparte lo que no había: poder, riqueza, felicidad. Cuando funciona bien, claro”. El Decano queda perplejo, enmudecido. El politólogo no recordará esta frase en los próximos días, afectado por amnesia alcohólica severa. Cuando la rescate del WhatsApp podrá enriquecerla, buscar citas eruditas, borronear un ensayo inteligente.
Argentina jugó cuatro finales en la era profesional, la de 1930 quedó en una galaxia lejana. Las contemporáneas a partir de 1978, cuarenta y cuatro años competitivos. En esa faceta, menos mal que no somos ni Australia ni Canadá.
Se ganaron dos, se perdieron dos. Hay que desempatar contra Marruecos, la revelación o contra Francia que viene como favorito.
Francia y Argentina ganaron dos mundiales cada cual. Uno de local, el segundo de visitante. Si los galos llegan habrá que desempatar.
La gente común festejó. El jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta valló las inmediaciones del Obelisco. Es hincha de Racing, le gusta el futbol, pero no puede con su genio o su ideología. Su policía reprimió a personas inermes, bajo las órdenes de Marcelo D’Alessandro, el ministro viajero y chateador.
Hubo un allanamiento en Lago Escondido, los terrenos mal habidos por el magnate Joe Lewis. Se propagan temores. ¿Y si este inversor ofendido se va de la Argentina? ¿Fiesta completa antes de fin de año? no hay que ilusionarse.
El domingo, el horario especial, abren perspectivas para juntarse en la previa. Picadas o pizza o empanadas o un asadito, hasta para pastas hay margen. Es tentador, aunque quienes piensan todo se atajan un poco. Los cambios de locación ¿no perjudican las cábalas acumuladas? Quien les habla es agnóstico en materia religiosa y promueve el laicismo republicano como ciudadano democrático. Como futbolero admite que un cacho de superstición, como un amparo judicial, no se le niega a nadie. Burla burlando acumuló tres, bastante light, no negociables. Cruzar los dedos no es una, tocar madera tampoco. Vamos subiendo la cuesta, eso sí.
Fuente: www.pagina12.com.ar