Diego, el odio a las Madres y el destrozo de los símbolos
La hondura desesperada del invierno ya está aquí. Vivimos malos tiempos. El futuro nos asusta. El presente nos maltrata. Percibimos algo que no termina de encajar, una envidiable capacidad de autoengaño: cada uno percibe la realidad a su manera. Tengo un amigo al que le preguntaron que tal había dormido la noche en que Milei ganó las elecciones. Respondió que durmió como un bebé, porque cada cinco minutos se despertaba y lloraba. La desesperanza es contagiosa.