Por Alicia Barrios
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Lo dijo el general Juan Domingo Perón: “Vendepatria es un político o personaje influyente prefabricado que desde el gobierno entrega el país”. Cincuenta y nueve años después, Francisco habló para los argentinos en el Bicentenario.

Se refirió a que cada uno sabe en el corazón que a la madre no se la vende, no se la puede vender y tampoco a la Madre Patria. ¿Qué quiso decir? Ni más ni menos que lo que dijo. El vendepatria es el que entrega los recursos naturales al poder de las potencias extranjeras o del poder económico o grandes centros financieros internacionales. También es una forma natural de no valorar lo nuestro y privilegiar lo de afuera.

Francisco dice la verdad de modo eficaz, directo. Habla con la razón, no se deja dominar por la pasión. Es un hombre que escribe, medita y trabaja solo cada una de sus reflexiones. No vender la Patria quiere decir no dejarse sobornar por la entrega. A veces, se entrega el país, valga la redundancia, en nombre de la buena diplomacia, aunque sea a costa de la miseria del pueblo. Darlo todo, a cambio de deudas que embargarán el futuro de los trabajadores argentinos.

Una frase del imaginario popular ilustra esta situación: “Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro”. La primera libertad que Francisco celebra en este Bicentenario es la de decir la verdad. Él conoce de sobra que con una mentira no se destruye otra mentira.

La historia argentina abunda en ejemplos de esa clase de traiciones. Basta leer a Lisandro de la Torre, Arturo Jauretche, Juan Perón o revisar las privatizaciones de los 90. Francisco es un alma que pide que recemos por esa Patria grande de San Martín y Bolívar. Nos invita a pedir que el Señor la cuide, la haga fuerte, más hermana y la defienda de todo tipo de colonizaciones. Te lo pedimos, Señor.