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Por María Helena Ripetta
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"Es un asesino itinerante”", le dice a “Crónica” la perfiladora criminal Laura Quiñones Urquiza, sobre el asesino de la masacre de Necochea, Roberto Daniel Vecino (56), que en diez minutos mató a su ex mujer, a tres de sus hijos y a un vecino que trató de intervenir, luego de herir a dos policías, mientras intentaba escapar se ahorcó.

"“Mata en un escenario, se desplaza para seguir matando a quien se le ponga enfrente. Va cambiando de escenario. Hay una violencia relámpago, de gran brutalidad y exceso, una ira acumulada"”, explica la especialista.

Según la autopsia, la ex pareja de Vecino, María Esther Curuchet (52), tenía la cabeza “prácticamente desprendida”, por un fuerte golpe de machete, de unos 30 centímetros de hoja, una de las tres armas blancas secuestradas en la escena de los crímenes. Además, utilizó un cuchillo de unos 22 centímetros y una “faca”, es decir un arma blanca de fabricación casera, que él mismo confeccionó.

Fabricó un arma
"“Alguien que tiene un arma es porque se plantea utilizarla, más aún cuando la hace él mismo, poniéndole su propia impronta y de acuerdo a sus necesidades. Como aquel que se prepara para salir a cazar y busca el arma de acuerdo a las necesidades"”, sostiene Quiñonez Urquiza, aunque aclara que no podría afirmar que planificó el crimen. "“Lo que sí está claro es que alguien que hace una faca, y arma casera, tiene una necesidad de hacerla y analiza utilizarla"”, aclara y agrega: “"A diferencia de comprar un arma de fuego, una arma casera habla de la autoconfianza a la hora de enfrentar a alguien, ganas de luchar cuerpo a cuerpo, de confrontar. Un arma de fuego amenaza, da el control de la situación. Un arma casera habla de la autoconfianza, y más aún si hubo preparación previa de misma"”.

Según las autopsias, tanto Curuchet como sus tres hijos, Rosa (21), Etelvina (19) y Roberto (24); y el vecino Horacio Córdoba (70), tenían al menos diez heridas punzantes cada uno -a excepción de una de las hijas-, profundos cortes en el cuello y todos presentaban lesiones defensivas, producidas en el intento de detener los ataques.

En ebullición
"“Habiendo antecedentes de altísimo riesgo y sostenidos en el tiempo, se naturaliza esa violencia previa. En un momento, no satisface al agresor y ebulliciona, es como si a una taza de leche se le agrega limón y bicarbonato de sodio, ebulliciona. Así pasa con el asesino, su violencia entra en ebullición y aniquila aquel que se le cruce, sin importar quién sea. Está en su casa, sale y sigue matando”", señala la perfiladora, que estos hombres tienen un “lado B”, el más conocido por la sociedad, que le permite integrarse. En relación a la decisión que tomó de quitarse la vida la especialista consideró: “"Ya no tenía escapatoria, y tampoco tenía nada que perder".