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EL TIEMPO EN LA CRUZ

13 de febrero de 2016

Los renacimientos de Yapeyú y la Casa Natal de San Martín

La tradición se impone sobre el pensamiento científico, ya que por Ley se eligió el sitio que en el pueblo afirmaba era la casa del Padre de la Patria.

Desde el comienzo mismo de su Historia, febrero es un mes que tiene mucho para decir cuando hablamos de la convulsionada, apasionante, intensísima Historia de Nuestra Señora de los Reyes Magos de Yapeyú.

La fundan como reducción el 4 de febrero de 1627 los jesuitas. La iniciativa parte nada menos que del Santo del Paraguay, San Roque González de Santa Cruz. Será luego la sede del superior de los ignacianos, y luego de su expulsión, según la real cédula del 27 de febrero de 1767, tras el proceso secularizador borbónico, encabezará un departamento que lleva su nombre, que también integran La Cruz, Santo Tomé y San Borja.

Nudo fluvial en el sistema de comunicaciones jesuítico, antemural contra las salvajes agresiones de los mamelucos, epicentro de la resistencia frente a las penetraciones portuguesas, durante la guerra guaranítica, entre 1754 y 1756 es el baluarte en el que se respaldan los guaraníes de las Misiones Orientales: San Luis Gonzaga, San Nicolás, San Francisco de Borja, San Miguel, San Lorenzo, San Juan Bautista y Santo Ángel.

En aquella trágica, innecesaria lucha contra los españoles, circunstanciales aliados de sus comunes enemigos, los lusitanos, el nombre del cacique yapeyuano Paracatú alcanza ribetes de leyenda.

En 1774, su Teniente de Gobernador es nada menos que Juan de San Martín. Durante su mandato, el 25 de febrero de 1778, fruto de su matrimonio con Gregoria Matorras, nace allí el más ilustre de sus hijos: José Francisco.

En su agitado devenir, los comienzos del siglo XIX gravan con nuevos acontecimientos luctuosos a la localidad de los Reyes Magos, porque luego del asalto final bandeirante con la complicidad portuguesa a las Misiones Orientales, en 1801, pierde sus estancias al Este de río Uruguay, y es blanco permanente de los ataques, primero portugueses, luego brasileños. Entre 1816 y 1821, cuando Yapeyú lucha bajo las banderas de Artigas, el Brigadier Francisco das Chagas Santos, el “Atila” sudamericano, perpetra en 1817 la peor de las agresiones, saqueándola, arrasándola sometiendo a su población al cautiverio bajo el yugo portugués.

Presunto plano de la casa.

Presunto plano de la casa.

Hacia 1830, como parte del proceso de expansión territorial correntino, Yapeyú queda incorporado a nuestra provincia. Mucho después, el 22 de agosto de 1859, en un mensaje a la Legislatura, el entonces gobernador de Corrientes, Juan Gregorio Pujol, propone repoblar aquellas ruinas, con un nuevo nombre: San Martín. El ilustrado Pujol, destaca “la importancia histórica y nacional de restablecer el antiguo y extinto pueblo de Yapeyú, lugar del nacimiento de uno de los más famosos caudillos de la libertad americana, el general San Martín”, y afirma que “ningún homenaje más digno pudiéramos ofrecer a la memoria de tan ilustre compatriota como el de levantar de nuevo el techo de su hogar doméstico e impedir que el casco de las bestias continúe profanando el hogar de su cuna”.

El sucesor de Pujol, el Canónigo José María Rolón, es en definitiva quien al año siguiente, el 13 de febrero de 1860, comienza la repoblación con el relicto de los colonos franco suizos de la Colonia San Juan, agostada en proximidades de la Capital como fallido intento del contrato Pujol – Brougnes.

Paulatina, discreta, pobremente, Yapeyú vuelve a renacer, con el tiempo recobra su nombre, y por haber sido cuna del Padre de la Patria, al filo del Siglo XX, encuentra su corazón, identifica su mismo centro espiritual y emocional en lo que el sentimiento y la emoción de los argentinos reconocerán como “La casa natal de San Martín”.

Hablamos de un prolongado proceso gestado el 25 de septiembre de 1899, cuando un ingeniero vasco, Florencio de Basaldúa, durante una expedición por Corrientes y Misiones, levanta un atestado entre los pobladores de Yapeyú, buscando autenticar las ruinas que la tradición asegura son las del solar natal de San Martín. También logra la donación de parte del terreno y comunica lo actuado al gobierno nacional. Entre los firmantes de aquel histórico documento, hay yapeyuanos cuyos apellidos perduran, y nos remiten a la inmigración franco suiza del origen.

Así luce hoy el Templete que protege las ruinas de la que fuera la casa del Padre de la Patria.

Así luce hoy el Templete que protege las ruinas de la que fuera la casa del Padre de la Patria.

Recién el 12 de julio de 1915, Ramón A. Beltrán, diputado correntino, presenta en el Congreso Nacional un proyecto para proteger las ruinas con un templete. Se aprueba como Ley N°9.655 que consolida la donación hecha por Cecilio Ruidíaz, de lo que se define como el solar que aloja las ruinas de la casa natal de San Martín. Ese mismo año, en octubre, el Poder Ejecutivo designa una comisión responsable de reglamentar y dirigir el cumplimiento de la Ley.

En octubre de 1915, Carlos E. Zuberbühler edita un folleto – Las ruinas de Yapeyú -, donde objeta la autenticidad de las ruinas, dando comienzo a una polémica que se evidenciará tan ardorosa como prolongada.

Entre noviembre y diciembre de 1915, la Junta de Historia y Numismática Americana, hoy Academia Nacional de la Historia, designa para investigar a Martiniano Leguizamón, Adolfo Decoud y Carlos I. Salas. Como Leguizamón ya tiene un estudio adelantado sobre el tema, en definitiva será él quien prepare y presente un informe – aprobado por unanimidad – que es publicado como libro con el título de La Casa Natal de San Martín, donde también se niega que las ruinas existentes sean auténticas.

Por su parte el gobierno de Corrientes designa al científico puntano Juan Walter Gez – figura legendaria de la Escuela Regional -, para que elabore otro informe que, también negativo, Gez publica en las páginas de La Prensa y La Nación. En 1916, dadas las circunstancias, la comisión designada por el Ejecutivo, con reservas de Beltrán, da por finalizado su cometido.

Pasan unos años, y en el transcurso de un homenaje al Brasil realizado, paradójicamente, en Yapeyú, Hernán Félix Gómez, haciendo uso de la palabra en representación del Colegio Nacional, vuelve  a dar vida a la idea de reconocer las ruinas como lugar de nacimiento del Gran Capitán.

Se logra así instaurar una comisión encargada de erigir un templete protector. En Buenos Aires, a la comisión la patrocina el Ateneo Hispano Americano, el diario Crítica fogonea la campaña de prensa, entre bastidores, el “senador permanente” correntino Juan Ramón Vidal aporta sus poderosos contactos. En definitiva, con contribuciones de dinero de diversos puntos del país, se asientan las bases de la obra.

Aspecto de de las ruinas en 1892.

Aspecto de de las ruinas en 1892.

La disputa continúa en 1923 y 1924: Hernán Gómez publica San Martín y Yapeyú, los grandes historiadores del momento, en bloque, lo critican duramente renegando nuevamente de las ruinas. La polémica a través de comisiones y publicaciones compromete a los mismos actores principales: Leguizamón y Gez, a los que se suman Dellepiane, Martín Noel, Guastavino y Udaondo. Hernán Gómez recibe el refuerzo por Eduardo Maldonado en su brega por demostrar la validez del mito.

Finalmente, la propuesta académica cederá ante la creencia popular. En 1938 se inaugura el Templete, el conjunto que compone con las ruinas es declarado Monumento Nacional y se inicia el actual culto cívico.

Muy pragmáticamente, la tradición se impone sobre el pensamiento científico, según evidencian los considerandos de la Ley, que no determinan que aquellas ruinas legendarias sean la verdadera casa natal, sino que explican que, habiendo nacido San Martín en Yapeyú, en algún lugar del pueblo debía rendírsele homenaje, resultando elegido entonces el predio donde la tradición señala el hecho.

Fuente:diarioepoca.com

 




     


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