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EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

9 de noviembre de 2024

Esperable no deseable

En agosto pasado alertamos sobre la influencia que en el ascenso de la derecha tiene la orientación de los algoritmos de las redes sociales: “La internet horizontal, que nació con espíritu igualitario de comunicación uno a uno, murió hace tiempo. Hoy solo seis empresas generan más de la mitad del tráfico mundial de datos en la web y ya no es más un medio de comunicación donde todos iban a emitir y recibir sino otro donde seis emiten y varios miles millones de personas reciben, con mucha más concentración que ninguna otra época en la historia de la comunicación”.

Y no es casual que la más política de todas las redes sociales, Twitter, haya sido la adquirida por Elon Musk sabiendo que no se trataba de un negocio rentable y, al rebautizarla X, la hizo menos rentable aún, y que con indecorosa sinceridad Elon Musk confiese literalmente que si hubiera querido ganar dinero no hubiera comprado Twitter, que la compró para utilizarla como una herramienta de militancia política y comunicación de guerra.

Otro magnate de la nueva economía, el dueño de Amazon, Jef Bezos, varios años antes de Elon Musk había desembarcado en los medios de comunicación comprando el diario de la capital norteamericana, The Washington Post, que mantuvo con razonable autonomía pero, asustado por lo que viene esta vez al percibir el triunfo de Donald Trump y que la importancia de la prensa escrita no tiene el poder que tenía hace ocho años, no se animó a que el diario se expresara contra el ahora electo presidente impidiendo el clásico endorsement a favor de los demócratas. Espejos invertidos de la misma tendencia.

La directora del diario inglés progresista The Guardian, Katharine Viner, dijo; “Necesitamos periodismo valiente y con financiación independiente, no el periodismo que cede a las presiones de un propietario billonario, temeroso de las represalias de un matón en la Casa Blanca”.

Con pornográfico desparpajo, el día posterior al triunfo de Trump Elon Musk utilizo X para augurarle festivamente al periodismo su extinción diciéndole falazmente a toda la audiencia de X: “Ustedes son los medios ahora”.

Paralelamente, Milei malinterpretó una fake news que ironizaba con que ahora el dueño de X compraría la CNN, dándolo por cierto en su discurso el jueves en la Cámara de Comercio, lo que luego fue desmentido.

En ese mismo evento, Milei volvió a la carga contra los medios de Perfil tomándome a mí como significante de todos ellos: “Ni que hablar de Tinturelli, llevando economistas que decían que iba a estar a 7 mil (el dólar), o sea, el equivalente de 15 mil hoy. Pero, bueno, ese, digamos, ese delincuente, con tal de llevar gente a ensuciarme, digamos, con que dijera un disparate cada vez más grande, lo llevaba. Pero, bueno, así le van los negocios y está por quebrar”.

No solo no se hará realidad su deseo sino que agregamos a la demanda que ya iniciamos este nuevo intento de lenguaje performativo, decir que “está por quebrar” para que suceda. La fuentes de información sobre la salud económica de Perfil parecen tan mal informadas como las que le hicieron decir que Elon Musk comprará CNN. Este septiembre, por segundo año consecutivo, el balance anual de Editorial Perfil cierra con resultado positivo a pesar de pérdidas que el propio Poder Ejecutivo nos genera.

Otra información errada fue asignarle a Editorial Perfil la propiedad de los drones que sobrevolaron la quinta de Olivos con el objetivo de tomar imágenes del Presidente y sus familiares y amigos. Ninguno de ellos son de Perfil.

Segundo tiempo. Y lo esperable no deseable ya se produjo, Donald Trump es nuevamente presidente de los Estados Unidos con un objetivo claro: a lo Macri, hacer lo mismo más rápido (y más). Es verdaderamente el “segundo tiempo” de Trump porque, al igual que Macri a la Casa Rosada, él llegó a Washington sin conocer los resortes de la gestión política y tuvo que recurrir a funcionarios y asesores de larga experiencia en el servicio público, quienes cada vez que planteaba una idea riesgosa no se la instrumentaban, con múltiples excusas.

Por ejemplo, cuando Trump en 2017 quiso dar por terminado el Tratado de Libre Comercio con México, los militares terciaron exponiendo que era muy importante mantener la relación para la colaboración en la lucha contra los carteles de la droga y los lobbies comerciales porque muchas empresas norteamericanas exportaban sus productos a México y perderían ese mercado.

Ahora Trump regresa a Washington conociendo la botonera de la gestión política, con funcionarios y asesores propios ya probados y de su confianza, más la mayoría en las cámaras de Diputados y de Senadores, además de afinidades en la Corte Suprema de Justicia. Todo el poder junto.

La necesidad de rapidez no solamente será resultado de la comprensión de que aquello que no haga de entrada le costará más instrumentar sino porque Donald Trump tiene 79 años, concluirá su mandato con 83, sabiendo que no podrá ser reelecto y que no pocas veces los votantes en las elecciones de medio término, dentro de dos años, tienden a sorprender quitando el apoyo que le dieron al partido ganador de la elección presidencial, por lo que estos primeros dos años se juega su mandato y los últimos dos serán para construir su legado y para la historia.

Eso no es especialmente ni bueno ni malo para los Estados Unidos y para el mundo, dependerá de que Trump será quien logró un respaldo mayor que en su primera presidencia y el único en repetir el récord de Stephen Grover Cleveland, vigésimo segundo y vigésimo cuarto presidente de los Estados Unidos (1885-1889 y 1893-1897) en tener dos mandatos no consecutivos, logro que no tuvo precedentes en todo el siglo XX .

Compararse con Cleveland, quien fue el primer presidente demócrata tras la Guerra de Secesión y el único en medio siglo de preponderancia de presidentes republicanos en 1860 y 1912, quizá le permita soñar con otro medio siglo de hegemonía del Partido Republicano, conservadores en realidad, porque lo que primero terminó transformándose con Trump es el propio Partido Republicano, que ya es otra cosa. Un vamos por todo trumpista.

Fuente: www.perfil.com

 



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