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EL TIEMPO EN LA CRUZ

OPINIÓN

12 de septiembre de 2023

El poder de los idiotas

Carlos Rozanski analiza la llegada de personajes al panorama político actual que expresan un potencial de daño social alarmante, y plantea la pregunta por el surgimiento, en el corazón de nuestra comunidad, de sujetos como Javier Milei y Patricia Bullrich.

Por Carlos Rozanski

a realidad actual de nuestro país muestra la aparición de personajes amorales de escasa capacidad de razonamiento que alcanzan a ocupar importantes espacios. Lugares en teoría reservados a ciudadanos sensibles, con importantes conocimientos y real compromiso ético. En el corazón de la comunidad en la que se gestó ese surgimiento, están las razones profundas que lo posibilitan y toleran. Los límites para llegar a conocer esas razones los anticipó Niezstche cuando afirmó que “el ser humano sólo alcanza la verdad que es capaz de soportar”. Sucede que esa realidad actual contiene verdades difíciles de aceptar porque nos interpelan a cada uno de nosotros y nos enfrentan a nuestra propia incapacidad para dar respuesta adecuada al desafío.

Así, el discurso de la derecha actual encarnada en personajes como Javier Milei o Patricia Bullrich, afecta los principios básicos de la lógica Aristotélica: identidadno contradicción y tercero excluído. El primero de ellos referido a que algo no puede “ser” y “no ser” simultáneamente. El segundo, podemos ejemplificarlo en que una cosa no puede ser “blanco” y “no blanco” al mismo tiempo. Finalmente, el que afirma que dos proposiciones contradictorias no pueden ser verdaderas. Lo dicho se confirma en cualquier repaso que se haga de exposiciones de los nombrados, donde es posible advertir la violación de al menos uno de los recordados principios elementales de la lógica.

Esa afectación, a su vez, implosiona hasta los cimientos el edificio del pensamiento que permite a los seres humanos efectuar operaciones racionales que le den sentido a la realidad. Los discursos en cuestión y la reproducción anárquica de los mensajes liber-cambiemitas, amplificados por las redes sociales, alteran seriamente la posibilidad de muchos electores de efectuar juicios lógicos acordes a la responsabilidad social de emitir un voto.

En ese sentido, si bien la cepa milei-bullrich es novedosa en algunos aspectos, la esencia de ese tipo de comunicación (aunque con micrófonos más precarios) ya había sido expuesta con éxito por Joseph Goebbels en los albores del nazismo. Las consecuencias inconmensurables de las tragedias que sucedieron a esas prédicas, marcaron a fuego la historiografía del siglo XX. Fue así que para evitar la reiteración de semejantes desastres, las comunidades se esforzaron por diseñar mecanismos de control para enfrentar eventuales nuevas irrupciones como las que se producen en la región. Desde Convenciones Internacionales de Protección a los Derechos Humanos hasta normativa interna de los Estados, se intentó prevenir y sancionar todo atisbo de negacionismo en especial en Europa en aquellos países devastados por los genocidios. 

De ese modo, y planteado el escenario, teóricamente se deberían activar rápidamente esos mecanismos y la “normalidad” volvería a las comunidades. Según ese diseño, entonces, el sistema jurídico formal (justicia penal y demás fueros), los protocolos sobre juicios políticos a funcionarios e incluso la legislación sobre salud mental, se encargarían de desarticular cualquier intento descabellado y dañino para la democracia de parte de personajes como los de LLA o JxC.

Craso e ingenuo error. En el caso de nuestro país y la región, entre las muchas deficiencias del sistema actual se encuentra tal vez la que puede llevarnos a situaciones sin retorno en materia de pérdida de derechos esenciales. Sucede que, desde el sistema formal, se previeron respuestas que en su momento resultaban de avanzada y hoy aparecen como vetustas elaboraciones jurídicas que se estrellan contra la agiornada tecnología de comunicación neo-fascista que practican los cambiemitas libertarios. Es necesario advertir que toda la estructura jurídica y política pensada para combatir la criminalidad mafiosa que pueda poner en riesgo la democracia, presupone un funcionamiento judicial acorde. Pero, cuando desde la propia cabeza del poder judicial, la Corte Suprema de Justicia, se validan los atropellos de aquellos tribunales que integran propiamente la criminalidad, los remedios tradicionales resultan meros placebos.        

Fiscales y jueces corruptos ponen en práctica extorsiones brutales y persecuciones abyectas que incluso llegan a sentencias difíciles de imaginar en democracia. La anomia (tenue o nula adhesión a la norma) se apodera de la escena y se abre la caja de Pandora.    Emerge de ella una nueva modalidad de comunicación en la que es posible efectuar una convocatoria a la violencia y a la agresión sin sanción alguna, llegando a la audiencia con velocidad supersónica. Y entonces, una vez concretados los actos, se inicia el inmediato encubrimiento. Valga como ejemplo la incriminación, juzgamiento y condena así como el atentado a la vida de Cristina Fernández de Kirchner. Ese encubrimiento es un grave delito planificado y ejecutado desde el corazón del propio poder judicial encargado de la investigación.  

El daño más importante que genera ese fenómeno es el que se produce a partir de que personas de esa calaña, que además de idiotas son malas, llegan a instancias de poder real. Recuérdese a Patricia Bullrich en su cargo de Ministra de Seguridad de Mauricio Macri. Los homicidios de Santiago Maldonado (2017) y Rafael Nahuel (2017) así como la defensa del asesino Chocobar (2017), son trágicos resultado de esos verdaderos agujeros negros institucionales a los que aludimos. El 2 de noviembre de 2018 Bullrich difundió públicamente sobre seguridad su deseo de que “todo el que quiera andar armado ande armado” (SIC). En 2021, luego de validar los asesinatos por la espalda, Bullrich fue “condecorada” por el condenado Chocobar.

Aporta a este análisis el recuerdo de un hecho producido en 1995 en Estados Unidos en la ciudad de Pittsburgh. Un delincuente llamado McArthur Wheeler de 44 años, planeaba robar dos bancos de esa ciudad. Para lograr su impunidad se untó el rostro con abundante jugo de limón. Su convicción era que de ese modo sería “invisible” a las cámaras de seguridad de los bancos. Se basó en los experimentos escolares con ese líquido (jugo de limón) que llamaban “tinta invisible” con la que luego de escribir en un papel y al pasarle una vela encendida a cierta distancia, aparecía el texto redactado. Así, con ropa oscura y el rostro pintado, Wheeler, armado con una pistola y en tiempo récord, logró robar ambos bancos. También en tiempo récord, la policía de Pittsburgh lo fue a buscar a su casa y lo metió preso.   

El recuerdo nos trae a la actual coyuntura electoral de nuestro país donde bandidos idiotas que contradicen los principios éticos fundacionales de una comunidad y desafian toda lógica elemental, pretenden llegar al gobierno. Si bien eso no sucederá finalmente, no deja de ser una seria advertencia. La dirigencia política progresista (Unión por la Patria y el Frente de Izquierda), claramente opuesta a todo avance neofascista, debería lograr algún tipo de acercamiento entre ellos, y articular respuestas institucionales proporcionales a la agresión.

Como se señaló al comienzo, aceptar nuestra debilidad para responder con efectividad ante la violencia de las derechas actuales, nos causa dolor. Nos recuerda nuestras propias limitaciones originadas tanto en innatos rasgos narcisistas como en deformaciones dogmáticas de la politica clásica. Pero precisamente debemos tomar conciencia que la actual agresión fascista no es tradicional. Es cierto que defiende los intereses habituales de la derecha pero lo hace desde una estrategia de comunicación digital y nosotros estamos respondiendo desde dos latas de tomate unidas por un cable.

Milei y Bullrich difunden ignorancia en un sector de la población y es sabido que, como señaló Charles Darwin, “la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”. De allí proviene la extravagante decisión de un porcentaje de los votantes que, como se verá en poco tiempo, sólo es efímera.   

Finalmente, sabemos que el ser humano es capaz de cometer todo tipo de daño si se le garantiza impunidad. Entonces la pregunta obligada es de qué depende que se concrete ese daño. Intuimos que no nos va a gustar la respuesta. Sin embargo, en algún momento vamos a tener que interrogarnos ya que de las conclusiones que saquemos y las medidas que tomemos va a depender el futuro de las próximas generaciones.

La Plata, 11 de septiembre de 2023.

*Ex Juez de Cámara Federal y Ex Presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata.

 

 

 



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