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17 de abril de 2022

A 35 años del levantamiento militar que jaqueó la democracia

Fue en Semana Santa de 1987 cuando gobernaba Alfonsín. La sublevación se aplacó con condiciones que luego tendrían otros coletazos.

La democracia había vuel­to hacía menos de tres años y todavía estaba endeble, mientras que el poder mi­litar continuaba teniendo peso en la vida política ar­gentina. Hace 35 años, du­rante la Semana Santa de 1987, el gobierno de Raúl Alfonsín debió atravesar un delicado momento ins­titucional con la primera insurrección militar tras la dictadura, tensión que con­cluyó con la recordada frase "la casa está en orden".

Tras el juicio a las juntas militares, en 1985, la tensión entre la Casa Rosada y las Fuerzas Armadas no encon­tró calma, ni siquiera con la sanción de la Ley de Punto Final: los militares querían que se limitara el accionar judicial contra aquellos que habían cometido delitos de lesa humanidad.

En ese marco, el mayor de Inteligencia Ernesto Barrei­ro se negó a concurrir al Juz­gado que lo investigaba por cargos de tortura y asesinato perpetrados durante la dic­tadura militar y se amotinó en el Comando de Infantería Aerotransportada de Cór­doba: aquel 16 de abril lo acompañaron otros 130 mi­litares, para resistir la orden de detención que libraría la Justicia por su rebeldía.

Así nació el levantamien­to carapintada, denomina­do así por la decisión de los insurrectos de pintarse los rostros en actitud de guerra.

La rebeldía militar rápi­damente se contagió a otros lugares y tuvo su epicentro en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo: desde allí se alzó el entonces te­niente coronel Aldo Rico como una de las figuras más destacadas del movimiento insurreccional.

Algunos de los planteos de los carapintadas era la remoción de la cúpula del Ejército y el establecimien­to de lo que luego sería co­nocido como "obediencia debida".

El gobierno radical orde­nó al resto de las Fuerzas que obligaran a los rebeldes a que depusiera su actitud, pero nadie acató la directi­va emanada desde Balcarce 50. Ni siquiera el afamado general de brigada Ernesto Arturo Alais, que iba a llegar a Campo de Mayo con tan­ques de guerra y tropas "lea­les" del II Cuerpo de Ejército con sede en Rosario, pero nunca llegó.

Ante la conmoción por la actitud de los militares acuartelados, la Plaza de Mayo rápidamente se colmó de manifestantes que salie­ron a las calles a respaldar al gobierno democrático.

Sin posibilidad de repri­mir el levantamiento, Al­fonsín voló en helicóptero hasta la guarnición militar del Oeste del Conurbano bonaerense y se reunió con Aldo Rico y otros cabecillas: en las puertas de Campo de Mayo también se había con­gregado una gran cantidad de personas para respaldar al mandatario y exigir que los díscolos respetaran las órdenes emanadas del po­der político.

Horas después, el líder ra­dical regresó a la Casa Rosa­da y pronunció un histórico discurso desde uno de los balcones y en transmisión por cadena nacional. "Para evitar derramamientos de sangre di instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la re­presión. Y hoy podemos dar todos gracias a Dios.

La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha in­gresado a la Plaza de Mayo que vuelva a sus casas a be­sar a sus hijos y a celebrar las Pascuas en paz en la Argentina", señaló Alfon­sín el 19 de abril.

Casi dos meses después, en el Congreso se apro­bó la Ley de Obediencia Debida, por medio de la cual se absolvía de culpa a los militares de rangos medio y bajo involucrados en delitos de lesa humani­dad amparándose en haber cumplido órdenes de sus superiores: esa nueva nor­ma había sido la llave para destrabar el levantamiento carapintada.s

La primera de cuatro asonadas en los cuarteles

La resolución del primero de los cuatro levantamientos carapintadas ocurridos entre 1987 y 1990, llegó el Domingo de Pascuas cuando el entonces presidente Raúl Alfonsín via­jó a Campo de Mayo para exigir la rendición de los subleva­dos luego de haber firmado entre todos los dirigentes de los partidos políticos un Acta de Compromiso Democrático en la Casa de Gobierno. Ante una multitud en la Plaza de Mayo, Alfonsín anunció su traslado a Campo de Mayo para reunir­se con los rebeldes, que exigían su presencia para rendirse, lo que provocó que vecinos de la dependencia militar y mili­tantes políticos entraran por las inmediaciones del cuartel y se acercaran a metros de los carapintadas.

En la reconstrucción de aquel momento suele recordarse que los dirigentes del Gobierno pedían por megáfono a la gente que se retirara porque existía el riesgo cierto de que los carapintadas dispararan y se produjera una matanza.

Los sublevados, finalmente, se rindieron ante el Presiden­te y a las 18.07 de ese domingo el Jefe de Estado aseguró des­de el balcón de la Casa de Gobierno: "Compatriotas, Felices Pascuas. Hoy podemos todos dar gracias a Dios porque la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina", anun­ció Alfonsín, acompañado por dirigentes de la oposición. La multitud atronó en la plaza.

En ese momento no imaginaba que esa frase se conver­tiría en una de las expresiones más representativas de su gobierno.

Fuente:www.nortecorrientes.com



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