Por Luciano Bugner
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Andrea Mila sostiene un retrato. Es ella de chiquita. En la foto tiene 10 años. Hoy 31. "A esta edad era violada por mi hermano mayor", asegura con la imagen en mano. Fue sometida durante una década. Recién cuando tenía 17 se animó a contarlo por primera vez, aunque la denuncia ante la justicia llegó a mediados de 2010. Y fue tarde. Con la causa prescripta, el acusado no llegó a estar sentado en el banquillo, y nunca volverá a cometer semejante atrocidad porque, días atrás, se quitó la vida. "Yo esperaba una reparación judicial", dice la joven, que encontró una nueva forma de rehacer su vida: la lucha.

"Inicié la denuncia para que el abuso en sí no se reitere. Con el tiempo cambié el objetivo y me di cuenta de que la lucha era más colectiva que particular, sobre todo teniendo en cuenta las limitaciones legales". Los primeros abusos fueron cuando Andrea tenía apenas 6 años. Fue una década la que Andrea vivió en la oscuridad. Sin poder salir. Ni siquiera podía asomar su rostro ante la sociedad. "Lo más difícil es romper con el pacto de silencio impuesto por el abusador", reconoce. "Y la dificultad es aún mayor cuando en tu propia familia te dan la espalda, como en mi caso", dice.

Por eso le llevó tantos años y por eso hoy acompaña a quienes pasaron por situaciones similares. "Yo lucho para que se modifiquen las leyes, para que haya más transparencia. Mi caso en particular no seguirá adelante, pero sí el de otras víctimas y sobrevivientes", agregó.

Además de haber prescripto los tiempos de denuncias, Pablo -al abusador- se quitó la vida días atrás. "Cuando me enteré, me enojé conmigo mismo. Él quiso cambiar los roles, pasar a ser la víctima". Andrea Mila cree que "su suicidio corroboró el daño que hizo. Pero lo veo como algo más de su perversión. Me da angustia y pena que la justicia no llegó en su momento. Si llegaba un fallo en su contra hubiese habido reparación legal importante".

Cabe destacar que la Ley Piazza -que, entre otros puntos, amplía la prescripción del abuso de menores- fue aprobada en el 2011, pero "no es retroactiva", por lo que los delitos que fueron cometidos anteriormente a la sanción no ingresan en ese marco legal.

"Todavía falta mucho", aclara Mila, quien pide que "se contemple al abuso como un delito imprescriptible, como de lesa humanidad". Con el suicidio del acusado, el tribunal de la Cámara de Apelaciones Nº 7 resolvió la prescripción de la acción penal, es decir que la causa se archivó y el imputado fue sobreseído.

Andrea sabe más que nadie que "la persona tiene que estar preparada para denunciar", porque los daños psicológicos que deja "son semejantes a los de las torturas". Aunque para fortuna "sabemos que no estamos solas. Es difícil reconocer lo que le pasó a uno, pero en el camino me di cuenta que es una problemática social".

"Lo importante -siguió Andrea- es que los adultos que se enteran hagan la denuncia. Esa es la única manera de proteger a la víctima. El niño no habla con la palabra, sino a través de la conducta, como los dibujos, los juegos. En mí nadie vio una conducta rara y ninguno se me acercó". Esa imagen adulta que faltó es la que ella busca encontrar. La charla se interrumpe por su teléfono. Atiende. "Lo importante es acompañar", dice. Así es ella hoy.